Los padres de Andrea han cumplido a la perfección su misión y han entretenido a mi madre. Incluso han logrado que sonría en un par de ocasiones con sus ocurrencias y se la han llevado, algo obligada, a tomar un mojito mientras nosotras nos arreglábamos apretujadas en el baño. Todavía no han regresado cuando abandonamos el apartamento rumbo al lugar de mi tortura.
—Llegamos tarde —comenta Andrea muy tranquila. Es de esas personas a las que no le preocupa nada hacer esperar a la gente. A mí, sin embargo, me jode la impuntualidad, pero como en esta ocasión no estoy muy contenta con nuestra cita, tampoco he hecho nada por apremiarlas.
Emma mira el reloj y frunce el ceño, tampoco es amiga de ser la tardona. Exactamente nos hemos retrasado veinte minutos. Cuando alcanzamos el punto de encuentro, un parque cercano a la zona de bares que hoy visitaremos, vemos a Cristian de pie, gesticulando al tiempo que charla con Iván y Niko. Rashid no está. Niko nos distingue a lo lejos y le hace un gesto a Cristian, que se gira para darnos la bienvenida. Se le ensancha la sonrisa en cuanto divisa a Andrea y la recibe con un efusivo beso en la mejilla.
—Estás espectacular —la piropea.
Y tiene razón. Andrea ha conseguido unas maravillosas ondas surferas y se ha puesto una falda muy corta negra combinada con un top del mismo color adornado con tachuelas que deja su vientre al aire. Muy, muy sexy. Aparenta más edad de la que tiene. Emma y yo, a su lado, parecemos lo que somos: dos adolescentes. Emma, como siempre, lleva poco maquillaje, se ha alisado el pelo y esta noche ha elegido unos vaqueros rotos y una camiseta de manga corta con un mensaje grabado en ella: «Calladita no estás más guapa». Emma es la reina de las camisetas, me encantan todas las que tiene. Yo, por mi parte, me he ahumado los ojos, me he recogido la melena en una apretada coleta alta y he escogido un mono de tirantes y pantalón muy corto con un estampado hippy. Me encanta cómo me queda porque se ciñe lo justo a mi cuerpo para que dé la impresión de que tengo más curvas de las que realmente poseo. Una ilusión óptica de lo más favorecedora.
—¿Queréis? —ofrece Niko tendiéndonos la botella de litro de cerveza que los chicos están compartiendo. Andrea la coge y le da un largo trago. Después se la encasqueta a Emma y ella me la pasa a mí sin beber. Miro el recipiente y dudo de si llevármelo a la boca o no, me da la impresión de que está algo caliente, y a mí la cerveza me gusta fresquita.
—No te vamos a pegar nada, rubia —me provoca Iván.
—Gracias a Dios que la estupidez no se contagia, porque, de otra forma, contigo íbamos vendidos —le contesto.
—No empecemos —ruega Cristian. Tiene agarrada a Andrea por la cintura y ella está bien pegadita a él, pidiéndome paz con la mirada. Yo asiento e Iván levanta ambas manos en señal de rendición.
—Vamos al bar, ya llegará Rash —propone Niko y, a continuación, levanta su uno noventa (por lo menos) de estatura del banco y se pone en marcha. El resto lo seguimos.
No hay mucha gente en la sala Garage. La música está moderadamente alta y combinan rock en español y en inglés, con punk, grunge y rap. De hecho, este es el género que más disfrutan nuestros acompañantes. Cuando suena Vicios y Virtudes la gritan con sus propios litros elevados, marcando el compás con la cadencia de sus brazos. Justo la última vez que se repite el estribillo, Rashid llega y lo da todo con el resto.
—Casi no me deja salir —comenta con su marcado acento árabe cuando comienzan a escucharse los primeros acordes de Rape me de Nirvana.
—Eso te pasa por gilipollas —se burla Iván. Ese Iván divertido y despreocupado que solo se muestra con sus amigos. Conmigo es borde, imbécil, creído. Insufrible—. ¿A quién se le ocurre liarse un peta en el apartamento? Olía todo el puto salón.
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Aquel verano contigo
Romance⚠️⚠️Disponible en Amazon o escríbeme por MD en Instagram para hacértela llegar firmada ⚠️⚠️ Aquí solo los primeros capítulos... Un verano. Dos mundos muy distintos. Un amor. Contenido +18 Sofía ha tenido un mal año. Por ese motivo, pasar todo el ver...