10. El mal trago de la verdad

127 22 34
                                    

La noche se ha convertido un infierno. No hago más que darle vueltas a esa mentira a la que ha hecho alusión Iván. Necesito destaparla porque quiero proteger a Andrea. No me preocupa que se pille de Cristian, sé que eso es altamente improbable conociendo su historial, por lo que es complicado que esto acabe en desengaño amoroso, sin embargo, ¿si es algo que realmente le incumbe? ¿Y si tiene gonorrea y acaba contagiándosela? Porque mi amiga no se va a conformar con cuatro besos. Esta noche no, pero cualquier otra acabarán en la cama. Andrea es así: tiene pocas relaciones, ninguna seria, y con todas llega hasta el final.

Son cerca de las tres de la mañana cuando Andrea y Cristian se despegan y se reúnen con nosotros para ofrecernos cambiar de bar. Emma y yo lo agradecemos, nos apetece bailar y todavía no he descubierto cómo se hace eso al ritmo de Reincidentes gritándome al oído Sin vicio no puedo estar. ¡Vicio, vicio! Esta vez desestimamos La Cage (demasiada fila) y decidimos ir a la Snoepy's. Sin embargo, no hemos caminado ni diez pasos cuando Iván retrasa aposta a Cristian, parece que va a cumplir su palabra. Rash y Niko van por delante bromeando y empujándose como dos críos, así que Emma aprovecha nuestro momento de intimidad y se aferra al brazo de Andrea para, con una sonrisa dulce, hacer la pregunta que a mí también me ronda por la cabeza.

—¿Qué sabes de él?

Andrea alza las cejas y sonríe divertida, un gesto que evidencia la poca importancia que esto tiene para ella.

—Que está bueno y que besa de muerte —contesta confirmando mi teoría.

—¿Años? ¿Con quién viven? —sigue Emma.

—¿De qué coño habláis cuando no estáis comiéndoos la boca? —aporto yo algo alterada.

—¿Y este interrogatorio?

—Hay cosas que no nos cuadran —dice Emma con la preocupación grabada en el rostro.

—No os tiene que cuadrar nada, solo me divierto.

—Andrea... —insiste Emma y mi otra amiga pone los ojos en blanco, hastiada.

—Dieciocho años, tiene dieciocho años. Están de vacaciones aquí todo el verano los cuatro en un apartamento. Son amigos, no familia. Y le gusta el fútbol, el rap y las chicas morenas. Odia estudiar y los repipis. Fuma a veces, también maría. Bebe cuando sale. Admira a Iván, se iluminan los ojos cuando habla de él. Ah, y tiene una lengua muy hábil que estoy deseando probar por otras partes de mi anatomía.

—¿Y quién es Carlitos? —pregunto yo ignorando el último comentario.

—¿El dueño de Snoopy? —contesta ella totalmente desubicada.

—Andrea —la llama Cristian y así se detiene nuestra conversación. Andrea se gira todavía con el ceño fruncido por culpa de lo que la ha desubicado lo de Carlitos.

—¿Ya me echas de menos?

—Tenemos que hablar —asegura él reprimiendo una sonrisa. Le dirige una mirada nada amistosa a Iván y se acerca a nosotras con su amigo pisándole los talones.

—Cielo, no estamos saliendo, si no quieres seguir con esto, no montemos un drama...

—No es eso —la corta él. Nos hemos parado todos. Incluidos Niko y Rash, que nos contemplan impacientes, quieren continuar la fiesta—. Es probable que después de lo que te voy a decir seas tú la que se pire. Y por eso no te lo he dicho hasta ahora. No es que quisiera mentirte, es que... Joder.

—¿Lo hablamos a solas? —le propone Andrea para facilitarle la tarea. Es la primera vez que la veo algo inquieta con respecto a este tema. Se acaba de dar cuenta de que nuestras reticencias no estaban injustificadas.

—No es necesario. —Cristian traga saliva apurado y a mí me da pena. O me la daría si no supiera que ha estado engañando a mi amiga con algo que estoy a punto de averiguar. Me dan ganas de azuzarle para que desvele el misterio, sin embargo, me limito a cruzarme de brazos y a aguardar—. Nosotros no somos amigos. Bueno, sí, lo somos. Pero no igual que vosotras. Vivimos juntos, los cuatro, con más chicos como nosotros.

—Como vosotros —repite Andrea algo cabreada con los rodeos que está dando su ligue—. ¿Y qué tenéis de especial, si se puede saber?

—Ahora estamos de vacaciones...

—Cristian... —lo reconduce Iván.

—¡Ya voy, coño, ya voy! —protesta él—. Vivimos en un centro de menores.

Hostia. Eso es lo que pienso. Y creo que también lo piensa Emma. Y Andrea. ¿Son delincuentes juveniles? ¿Dónde nos hemos metido? Ahora mismo solo pienso en salir corriendo, no quiero escuchar más. Instintivamente me giro hacia Iván, que me observa tranquilo, con una especie de «he cumplido» bailándole en las pupilas. Por eso la rabia dentro de él, por eso me pone tan nerviosa. Es peligroso de verdad. Andrea ha separado los labios formando una perfecta «o». Es mi mejor amiga y, aun así, no sé cómo va a reaccionar ante esto. 

—Joder —susurra.

—No somos malos —sigue Cristian—. De hecho, el estar aquí es un premio por buen comportamiento. Nosotros... Carlos dice que podemos tener un futuro.

—¿Qué Carlos? —se extraña Andrea.

—Carlitos —murmuro como si eso aclarara algo y Andrea me mira con odio, avisándome de que, para decir chorradas, mejor que me calle.

—Nuestro cuidador —sigue Cristian atorado. Está aterrado. Le da pavor nuestro rechazo. Y yo me compadezco de su situación. La gente huye de personas como ellos: son los marginados, la escoria. Y él, con Andrea, se había sentido normal amparado en su engaño.

—¿Os vigila? ¿Necesitáis vigilancia? —se alarma Andrea.

—Nos cuida. Somos menores. Todos menos Cristian, que hizo los dieciocho hace un mes —aporta Rash—. Es como de nuestra familia.

—Joder —repite Andrea—. Necesito pensar.

—¿Pensar? —se extraña Cristian—. Pero Andrea, todo sigue igual, yo...

—Tú eres un delincuente juvenil —lo acusa Andrea con una dureza que me escuece hasta a mí.

—No... —masculla Cristian

—En un centro de menores hay de todo —interviene Iván apiadándose de su amigo—. Principalmente, niños a los que su familia no puede mantener.

—Ya, claro. —Andrea no los cree, está enojada. Peor todavía, está triste. No entiendo por qué, pero esto le está afectando más de lo que cabría esperar dado su carácter.

—Te dije que le contaras la verdad desde el principio —le reprende Iván a Cristian.

—¡Ya está el puto sabelotodo! —exclama Cristian—. ¡Cállate, imbécil! Ahora nos tiene miedo.

—No es culpa mía —se defiende Iván y yo dejo de escucharlos porque Andrea ha comenzado a caminar en dirección a su apartamento y Emma y yo nos apresuramos tras ella. La pelea entre ellos ha dejado de importarme, lo urgente es consolar a mi mejor amiga igual que ella ha hecho conmigo cada día desde que mi padre murió. Todo lo demás, me da exactamente igual.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 12, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Aquel verano contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora