Capítulo 1- Descenso

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El dolor era difícil de soportar. La debilidad de sus piernas lo hacían flaquear mientras se dirigía hacia los Túmulos Funerarios. El cielo del atardecer presagiaba una tormenta, pero Lan WangJi no aflojó el ritmo de sus pasos: lo arrastraba su voluntad, más que su energía de cultivador.

Sabía con qué se iba a encontrar: la soledad de ese lugar devastado por los clanes, incluido el suyo, que lo había traicionado al llevar a su alma gemela a la destrucción. Pero no podía quedarse en Descanso en las Nubes, el lugar en donde había nacido y en el que estaba su secta, GusuLan. No quería resignarse a aceptar su destino: malherido después del ejemplar castigo de treinta y tres latigazos, uno por cada cultivador que había herido para defender a Wei Wuxian, impartidos por su tío y delante del estoico y cómplice silencio de su hermano, una última y vana esperanza lo llevaba hacia ese sitio.

Debía verlo por sí mismo para creer lo que su mente aún se negaba a aceptar: Wuxian, su alma gemela, ese hombre a quien había tratado de mantener a salvo aún a costa de manchar su propia reputación, estaba muerto, y ni siquiera su espíritu, atormentado por la culpa y la locura, estaba allí para que él lo rescatara.

Cuando por fin pudo llegar a su destino, vio los despojos de lo que había sido el esfuerzo de los últimos Wen, protegidos por Wei Wuxian: lo que alguna vez habían sido chozas, convertidas ahora en montones de cenizas, ennegrecieron los bordes de su túnica blanca. Con lentitud comenzó a recorrer el silencioso lugar, buscando conectar esas ruinas con sus recuerdos del pasado.

Su espalda, uno de los pocos lugares en donde la suciedad no había llegado a su ropa, comenzó a teñirse de rojo. Pero el dolor de su alma, atravesada por la traición y la pérdida, era aún peor que el dolor de sus heridas.

Ya seguro de que ahí no quedaba nada de su alma gemela, se dejó caer, abatido, sobre una roca lisa y cubierta de una fina capa de rocío, helada al tacto. Por el cielo, cada vez más oscuro, no volaba ni un ave, y el silencio era tan profundo que le permitió sentir un leve quejido, casi inaudible, que venía desde el hueco de un árbol quemado. Allí se encontró con un niño:

-A Yuan...! -Los Wen se habían entregado, en un último intento por salvar a Wei Wuxian, que quiso protegerlos aún a costa de ganarse el odio de todas las sectas, y dejaron a Wen Yuan, el único niño sobreviviente de su secta, escondido para evitar que lo mataran.

Lan WangJi jamás había esperado encontrarse con ese niño, y sintió que su alma gemela le había dejado un obsequio. En ese momento tomó dos decisiones: se encargaría de cuidar a Wen Yuan, y no volvería jamás a Descanso en las Nubes.

***

La posada lucía alegre y animada: el patrón corría, junto con sus empleados, sirviendo a los clientes.

De pronto, todos enmudecieron: por la puerta, una imponente figura llena de sangre y suciedad entró con un niño en brazos y expresión decidida:

-¡Posadero! ¡Necesito una habitación para mí y para el niño, y un médico! También ropa para los dos.

El patrón ya estaba por echarlo cuando vio los brillantes trozos de plata que sacó el hombre de su ennegrecida túnica:

-¡Sí, señor! ¡Enseguida! -Observando las zonas blancas que aún podían verse en el uniforme de la secta Lan, le preguntó-: ¿de qué color prefiere su túnica?

Lan WangJi lo pensó un momento, pero después respondió, con seguridad:

-Negro.

***

A Yuan dormía tranquilo, luego del baño y de haber tomado las medicinas del doctor, que ahora curaba las horrendas heridas de Lan WangJi sin hacer preguntas. El agua de la tina, que se había vuelto roja, estremecía a quien la viera, pero el cultivador soportaba en silencio el dolor de las curaciones.

-Le puse un ungüento que acelera la curación y detiene el sangrado, pero es importante que no se mueva por algunos días -le dijo el médico, luego de terminar su trabajo.

-No lo haré -respondió el cultivador-. El niño, ¿cómo está?

-Ahora mejor, pero tuvo mucha fiebre. Hay que ver cómo sigue en los próximos días, pero creo que va a recuperarse bien.

Después de que el médico se fue, Lan WangJi se vistió con la ropa que le había llevado el posadero. Se sintió extraño mientras tocaba la suave tela del hanfu negro, y al mirarse en un espejo no se reconoció, aunque se sintió más cercano a su alma gemela por usar su color preferido.

Observó el lazo blanco que hasta ese día había llevado en la frente. Le había dado el uniforme con las nubes bordadas al posadero, para que lo desechara, pero no se atrevió a deshacerse de ese emblema lleno de poderes espirituales; decidió envolverlo alrededor de su muñeca, para cubrirlo luego con las mangas del hanfu. Ya no iba a usarlo; no tenía sentido.

Sus prioridades eran curar sus heridas, que Wen Yuan se recuperara, y después huir lo más lejos posible, antes de que la gente de su clan los encontrara.

Negro sobre blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora