Capítulo 4- Recuerdos

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Durante su infancia y juventud, XiChen y WangJi habían hablado un poco acerca de sus padres: el mayor era consciente de que ese era un recuerdo demasiado doloroso para su hermano pequeño.

A pesar de ser el más grande y el que podía estar más enterado de la verdad, XiChen también era un niño cuando murió su madre, y su tío le había prohibido hablar del tema. Pero algo estaba muy claro para él; algo que jamás se había atrevido a compartir con WangJi: la vida de su madre en Descanso en las Nubes había sido muy desgraciada.

XiChen se había enterado de que ella había asesinado a uno de los líderes de la secta, pero nunca había podido averiguar el motivo. Había terminado presa para siempre en el Salón del Silencio, una construcción cercana a las montañas, al fondo de la residencia, condenada a la soledad y a que le quitaran a sus hijos, mientras que el hombre que la llevó allí y se casó con ella para impedir que los Lan la asesinaran, también se había recluído por voluntad propia, para lavar su propio pecado: amar a la persona equivocada.

Toda su vida, WangJi había sido el ejemplo de lo que debía ser un Lan: emanaba la pureza de alma y cuerpo que se pretendía de los integrantes de la secta, y era un ejemplo a seguir no solo para ellos, sino para cualquier cultivador. Pero XiChen podía ver la semilla del descontento en su hermano, que se había formado gracias al recuerdo de su madre, y se había acallado por años de adoctrinamiento. Y el único motivo de que esa semilla hubiera rebrotado, transformada en una idea difícil de erradicar, tenía un nombre: Wei Wuxian.

WangJi había querido esconder a Wuxian en Descanso en las Nubes, para protegerlo aún a costa de repetir con él la historia de su madre, pero no había podido hacerlo, y el Cultivador Demoníaco había terminado muerto.

Al verlo por primera vez después de tantos meses, XiChen se alegró: a pesar de llevar ropa negra y no usar más la cinta de los Lan en la frente, WangJi era el gran cultivador de siempre. Su espada, BiChen, tenía la misma fuerza. Pero el rostro de su hermano ya no era el mismo: sus ojos parecían más oscuros y fieros:

-¿Qué haces aquí, XiChen? -le preguntó, con tono sombrío.

-Solo quería saber de ti, hermano. Sé que no deseas que te moleste, pero si necesitas ayuda puedes contar conmigo, y también con Nie Huaisang, que está dispuesto a ayudarte...

-¿Ayudarme...? ¿Ayudarme a qué?

-Si quieres volver a Descanso en las Nubes, podemos... -murmuró XiChen. Pero los profundos ojos de su hermano, llenos de rencor y clavados en los suyos, no lo dejaron completar la frase.

-No hace falta -Luego de una última y fría mirada, el menor se dispuso a abandonar el monte.

-¡Espera, hermano!

-¿Qué quieres, XiChen? ¿Que los perdone? ¿Que olvide?

El mayor solo pudo mirarse las manos, sin saber qué hacer ante las duras palabras de su hermano:

-No merezco tu perdón, lo sé, pero déjame ayudarte, como una forma de pagar el daño que te hice...

WangJi fijó su mirada más allá del monte, inmóvil:

-Nos hiciste. A mí y a Wei Ying. No lo olvides.

***

XiChen no pudo levantarse del lugar en el que estaba, después de que WangJi se fue: el desprecio y el rencor de ese hermano que había cuidado desde pequeño, y por el cual habría dado su vida, lo hizo arrepentirse de obedecer ciegamente a su tío, y seguir las reglas de su secta.

Un ligero movimiento detrás de él lo hizo dar vuelta: tenía una leve esperanza de que WangJi hubiera vuelto, pero se encontró con el rostro asustado de Huaisang, que después de su loca huída, se arrepintió y volvió, con sus hombres, a buscarlo:

-ZeWu Jun..., ¿estás bien? ¿Qué fue lo que pasó?

El mayor le explicó su encuentro con WangJi:

-Era mi hermano, aunque no lo creas...

-Pero..., -replicó Huaisang, sorprendido-, ¡estaba vestido de negro! Se parecía mucho a... -Se detuvo en el medio de la frase, con miedo de hablar de más.

-Wei Wuxian... Sí, se parece mucho a él, y creo que se viste así a propósito...

Negro sobre blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora