Salvi

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Sábado a la noche. Hacia frio y mi intenciones de salir de casa, eran nulas. Desearía poder volver a mis días de adolescente, en donde lo único que me importaba, era ir a bailar, tomar algo con amigos, y si volvía con alguna chica, mucho mejor.

El sonido del timbre me alejo de mis pensamientos, me encamine hacia la puerta y abrí sin dudar.

-¡Hola! – Saludo David del otro lado.

-¡Hola – lo imito una voz femenina.

David era uno de mis mejores amigos, y Macarena, su novia. Teníamos una cita de cuatro, ella me iba a presentar a su mejor amiga, aunque desde el principio, me negué rotundamente.

-Hola – salude, intentando ser amigable – Agarro el casco y estoy listo – les dije.

Diez minutos después, estaba arrancando mi moto, seguido por David y Maca.

Levante mi visera del casco, quería sentir el aire fresco en el rostro, con la esperanza que me cambiara los ánimos.

Estacionamos cerca del bar, era reconocido en Puerto Madero y tenía buenas críticas.

Cerré mi campera de cuero y coloque el casco debajo del brazo. Definitivamente, el aire fresco había mejorado mi humor.

Caminamos el trayecto que nos separaba hasta la puerta de ingreso. Nos recibió una chica y la misma nos hizo ingresar.

-¡Buenas noches! – saludos.

- Buenas noches – contestamos al unisonó.

-¿Tienen reservación?

-Sí, a nombre de David.

- ¡Perfecto! Les pido que me sigan, uno de los comensales ya llego.

-¡Gracias! Respondimos, nuevamente todos juntos.

A medida que nos acercábamos a la mesa, comencé a sentirme nervioso. No me gustaban las citas a ciegas, tenía temor que la chica no me gustara y eso se notara. Mi intención no era hacer sentir mal a nadie.

Antes de llegar a la mesa indicada, logre visualizar una chica rubia y menuda, era preciosa.

-Llegamos – dijo la chica de la recepción.

- Gracias – respondió David. Me había quedado mudo.

-¡Hola Jose! – saludo eufórica Macarena.

-¡Hola! ¿Cómo están? – saludo con una dulce voz.

-Bien, te presento a un amigo – menciono Maca, mientras tironeaba de mi campera – el es Salvador Escalante.

-¡Hola! – saludo con voz ronca. Me sentía de quince años. David emitió una sonrisa burlona.

- Un gusto – respondió Josefina.

-¿Nos sentamos? Muero de hambre – insinuó mi amigo

- Sí – asentimos todos.

La moza nos alcanzó la carta. El lugar era famoso por sus platos, pedimos una gran variedad y compartimos. El clima del lugar era bueno y la charla amena, pero comenzaba aburrirme, decidí cambiar el rumbo de la conversación.

-Contame Jose, ¿ A qué te dedicas? – interrogue, mostrando mi mejor sonrisa. David me miro con cara de pocos amigos.

- Soy psicóloga, especialista en menores – respondió orgullosa

-¡Que interesante! -soné sarcástico

-¿No te parece una buena profesión?

-¡Sí! Es interesante.

Una vuelta de tuercaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora