El ritmo

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Fue un día muy agitado. Corrí del estudio a los juzgados, varias veces.
Lo peor de procurar, era cuando te tocaba ir a Inmigrantes. Él mismo se encuentra ubicado pasando Retiro, lejos de todos los juzgados, de los cuales, la gran mayoría, están por la zona de Plaza Lavalle y Diagonal Norte.
Tribunales cierra a la una y media de la tarde, por ende, a las dos, ya estaba llegando al estudio.
En cuanto entré, tiré mi cartera junto con la carpeta en mi escritorio y me dispuse a almorzar con Ceci, una compañera de trabajo y amiga de hace años.

- ¿Y Sofi? ¿ Qué trajiste para almorzar?
- Una ensalada - conteste, respirando resignada.
- ¡Ay qué rico! - exclamo.
- No sé si rico, pero mis ganas de cocinar, son nulas- le dije riendo.
- Te entiendo. ¿Mucha gente en tribunales?
- ¡Sí! Como siempre - conteste mientras mezclaba la ensalada.
- Me imagino. Cuando hacia procuración, odiaba tener que correr a tribunales - dijo Ceci, mientras suspiraba.
- Sí, terminabas agotada - remarque, mientras me sentaba.
- ¡Ademas todo a último momento! - exclamo abriendo grande los ojos.
- Ni me lo digas ¿No sabes que me paso esta mañana? - le dije para cambiar el rumbo de la conversación. No tenia ganas de hablar de trabajo.
- ¿Qué pasó? - me pregunto abriendo grande los ojos.
- Hoy entre corriendo al sexto piso del Palacio y ¡choque con un colega! Volaron todos los papeles por el aire y casi no llego a presentar los escritos- le conté mientras me agarraba la cabeza.
- ¡No te puedo creer! ¿ Te lastimaste?
- No, me raspe la rodilla y me duele un poco el cuello, pero nada mas.
- ¿ Y el letrado? ¿No te ayudo? - preguntó indignada.
- Sí, la realidad es que no se si es abogado, o al menos no vestía como tal - le contesté, mientras sentía la necesidad de seguir hablando del supuesto colega.
- ¿ A no? ¿ Qué tenía puesto? - pregunto curiosa.
- Una remera blanca y jeans oscuros - conteste muy segura.
- ¡Ah! Lo miraste bastante - exclamo.
La mire complice y sin querer, empece a reírme.

- ¡Ay, por favor! Si no lo conozco, es más, no lo vi muy bien.
- ¡ No te creo!
- ¡Te lo juro! - le dije con una sonrisa picara, la cual terminó en carcajada al unísono.

Después del almuerzo, el día transcurrió lento. Me tomé dos cafés con la intención de activar la menté post comida.
Estaba mal acostumbrada a dormir la siesta.
Desde que terminé el colegio, trabajé pura y exclusivamente en el negocio familiar. Si bien el trabajo era bastante activo, cerrábamos todos los mediodías a las doce y treinta, para retomar actividad a las cuatro de la tarde. Debido a ello, cuando recién comencé a trabajar en el estudio, algunos días, post almuerzo, se me cerraban los ojos. Era terrible, me sentaba frente a la computadora, a las dos de la tarde, y me dormía. Tenía que ir al baño, mojarme la cara y tener cuidado que no se me corra todo el maquillaje.
En fin, esos días quedaron atrás. Después de casi un año, me acostumbré a trabajar de corrido, y solo algunas veces, tenía mucho sueño.
Pusimos música para distraernos y relajar. Después de que los juzgados cerraban, y la mayoría de los escritos del día, estaban presentados, trabajábamos más relajados.
Puse a Taylor Swift de fondo. Nos encantaba escucharla,  la energía era otra.
Ni hablar si sonaba Rihanna o Beyoncé, aunque a veces cambiamos rotundamente a Queen. En mi humilde opinión, la mejor banda de todos los tiempos.
A las seis de la tarde, ya estaba yendo a tomarme el subte.
Al llegar a la estación, me di cuenta que estaba repleta. Por supuesto, al subte directamente no se podía subir.
Corrí escalera arriba a toda velocidad, ya estaba molesta, había sido un día largo y solo quería llegar a casa.
Camine las tres cuadras hasta la parada del colectivo, mirando hacia abajo, con la mente lanzando improperios hacia el subte, la gente y los políticos.
Estaba tan ensimismada en mis pensamientos, que no me di cuenta cuando me caí. Me desperté sentada en la vereda, rodeada de gente.
- ¿ Estás bien? - me preguntó una señora
- Sí, ¿Qué pasó? - pregunte confusa.
- Te desmayaste - dijo otra persona, mientras extendía las manos y me ayudaba a levantar.
- No me acuerdo de nada - le comenté, intentando recordar.
- Tranquila - me dijo una señora mientras me daba palmadas en la espalda,  a modo de consuelo.
En esa confusión del momento, me pareció escuchar mi nombre.
-  ¿Sofi? ¿Sofia Positano?- repetían mi nombre.
- Sí - dije parpadeando para despejar mi cabeza.
- Soy yo, Salvador Escalante, de la facultad. Cursamos juntos- me dijo contento.
En ese momento termine de reaccionar.
Lo mire, y definitivamente mis sentidos no sé equivocaban. Me puse colorada y casi balbuceando le dije:
- ¡Hola!
Ese chico me encantaba, y en mi vida, fue uno de esos amores que no se olvidan.

Una vuelta de tuercaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora