Daenerys nació el mismo día en el que la casa Targaryen fue condenada a su lenta destrucción. Con su nacimiento, la Reina Aemma perdió la vida, y el Rey Viserys I perdió su razón de ser, su amor verdadero y su único hijo varón. Tras los trágicos suc...
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Antes de reunirse con su familia para la cena, Daenerys se dirigió hacia el dormitorio de su abuela Rhaenys tras preguntar a una de las doncellas del castillo cuáles eran sus aposentos. Incluso sin la parada previa ya llegaba tarde, pero era necesario que hablase con ella primero. En lo que a la princesa respecta podían empezar la cena sin ella.
Tocó un par de veces con los nudillos y esperó. Rhaenys abrió la puerta pocos segundos después, sorprendiéndose por la visita.
—Daenerys, ¿no deberías estar ya cenando?
—Necesitaba verte primero. ¿Puedo pasar?
La mujer asintió, haciéndose a un lado. Ambas se dirigieron a la cama, sentándose sobre el armazón.
—¿Qué ocurre, querida?
—Quería disculparme —comenzó, mirando nerviosa a su abuela—. Por lo acontecido esta mañana con Ser Vaemond. Sé que ha debido causarte mucha conmoción, y siento que haya ocurrido y las circunstancias de cómo ha pasado. Pero las palabras que se han vertido en contra de Luke, mis hermanos y Rhaenyra... no podía permitirlo. No solo ha sido una ofensa de traición por su parte, ha sido estúpidamente peligroso, con toda la corte delante. No podía dejarle ir impune. Pero te pido perdón, pues al final era tu familia, el hermano de mi abuelo. Y sé que ha él le causará dolor saber que ha muerto... que yo lo he matado. Así que te presento mis disculpas. Pero no me arrepiento. Volvería a hacerlo, por mi familia.
Había decidido soltarlo todo de un tirón. Si debía caerle una reprimenda o algo peor de su abuela, lo aceptaría, pero primero tenía que hacer oír sus palabras. Miró a Rhaenys expectante, jugando con la tela de lilaila blanca de su vestido. La mujer suspiró, acunando el rostro de su nieta entre sus manos.
—Lo sé —asintió—. Sé que debías hacerlo, y sé que no querías causarnos dolor a mí ni a tu abuelo. Sé que las palabras de Vaemond podrían haber tenido graves consecuencias para Rhaenyra si él marchaba impune. Lo entiendo.
Daenerys asintió, suspirando aliviada.
—Te agradezco que hayas venido a ofrecerme tus respetos y tus disculpas. Es un gesto noble por tu parte.
—Me gustaría ser yo quien se lo diga al abuelo cuando mejore, con tu permiso. Creo que debe saberlo de mi boca y que decida conmigo en frente si quiere tomar represalias.
—No lo hará —negó convencida. Se levantó de la cama, caminando por la estancia—, menos cuando se entere de lo que dijo en contra de los niños y de Rhaenyra. Vaemond llevaba rondando el título de Señor de Marcaderiva como un buitre desde hacía tiempo. Tu abuelo y yo nos hacemos mayores, al fin y al cabo.
—Ya querrían muchas damas y ladys del reino verse como tú mucho antes de llegar a tu edad, abuela.
Rhaenys rió, acercándose a su nieta nuevamente. Le acarició el cabello blanco, que bajaba libre y suelto por su espalda descubierta.
