Capítulo 4

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Iba a subirlo el fin de semana, pero se adelantó el capi 4. Espero les guste

Y ojalá se enamoren tanto de estos personajes como me está pasando a mí

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Los días fueron pasando entre la rutina de las tareas hogareñas, las salidas a la iglesia, hacer compras y la espera del próximo encuentro de bordado, Addie se sentía ansiosa por tener el libro de Philippa, lo llevaba con ella todo el tiempo por temor a que la descubrieran.

Era una suerte que su padre no pudiera hurgar en sus pensamientos, aunque a veces cuando la miraba duramente, cuando le recordaba que debía ser buena hija y todo lo que hacía por ella, cuando sus ojos la hacían sentir que no valía nada, Adeline temía que él pudiera ver esa chispa que ardía en ella, esa rebelión que silenciaba por su bien y el de su madre.

Pero los débiles desarrollaban estrategias de supervivencia y eso, a veces, los hacía más fuerte. De hecho que la hubieran educado para ser una mujer silenciosa, la había convertido en una gran observadora, que no pudiera expresar libremente sus opiniones no significaba que no las tuviera, y el silencio la obligaba a mirar más atentamente a su alrededor. Cuando su padre se reunía con otros hombres de negocios y ella les llevaba bocadillos y bebidas mientras discutían de asuntos importantes, Adeline aprovechaba para escuchar y enterarse todo lo que podía. Negocios, política, noticias del mundo y también chismes, porque si bien ellos atribuían la indiscreción a las mujeres, como un defecto de carácter, lo cierto era que también les gustaba hablar sobre vidas ajenas. Y mientras servía obedientemente y en silencio, Adeline se apropiaba de esa información, como de migajas. No le estaba permitido participar en aquellas charlas por ser mujer, pero a ella le gustaba capitalizar todo el conocimiento que podía.

Era inteligente, pero nadie apreciaba esa cualidad en ella, así que era casi un secreto. Miraba el mundo y la gente y los descifraba rápidamente, pero seguía destinada a ocupar solo un pequeño rincón. Aún así, en su interior era libre. Sus pensamientos podían ser tan inmensos como quisiera, siempre que no los dejara entrever.

Cuando llegó la reunión de bordado, Adeline se enteró sorprendida que se realizaría en la casa Lawrence, la señora Wellington siempre era la anfitriona de aquellos encuentros, pero había viajado a Londres por una emergencia familiar y le había encargado a la señora Lawrence que organizara la reunión.

Addie sintió una mezcla de emoción y aprensión, entraría a aquella casa que miraba de lejos pero ¿y si la reconocían como la que cada tanto se quedaba admirando su jardín? Sentía que tenía que ser mucho más cuidadosa que de costumbre.

El día de la reunión, cuando ingresó con su madre se concentró para no quedarse mirando los rosales que admiraba, y luego el jardín que estaba más allá de la entrada. Había distintos tipos de flores y bancos debajo de árboles o cerca de la ventana, toda la casa parecía invitar a momentos de descanso, de lectura o buenas conversaciones.

La incomodidad se le pasó pronto, porque la señora Lawrence las recibió con mucha calidez, además habían ido pocos de las asistentes usuales ya que a varias les habían surgido compromisos. También había podido reencontrarse con Phillipa y devolverle el libro, lo que le daba más tranquilidad. Su amiga se había disculpado porque no había encontrado aún otro volumen pequeño que fuera interesante y pudiera prestarle clandestinamente.

-Lo siento, son todos volúmenes pesados. Traeré alguno de poesía la próxima vez, pero mi hermana los estaba leyendo y notaría si los tomo - se lamentó y Addie asintió resignada. Hubiera querido leer libremente también los libros voluminosos.

La reunión era amena, con charla y deliciosa comida. La señora Lawrence se había asegurado de proveer a sus invitadas con delicioso té, sándwiches y deliciosas confituras. La joven se sentía muy cómoda y enfocada en su bordado, hasta que el hijo de la anfitriona llegó a la casa. Entonces se sintió como una ladrona, y temió que él la recordara

-Buenas tardes- saludó amablemente y su madre lo llamó.

-Ven, Joseph, ven a saludar- lo llamó su madre y él se acercó. Entonces la señora Lawrence procedió con las presentaciones, aunque la mayoría eran conocidas.

-¿Recuerdas a la Señora Blythe?

-Sí , es un gusto – saludó él a su madre.

-Y ella es su hija, la señorita Adeline Blythe- dijo y él la miró, sus ojos verdes se fijaron en ella con intensidad un instante y luego inclinó la cabeza como saludo- Es quien me regaló aquel precioso bordado de rosas, ¿recuerdas que te lo mostré? Tiene mucho talento.

-Era un hermoso trabajo – dijo él y Addie temió que dijera que la había visto observando las rosas reales, pero no mencionó nada. Se disculpó porque estaba ocupado, saludó y se retiró.

La jornada transcurrió apaciblemente y Addie se preguntó si todas las mujeres allí reunidas llenaban las puntadas con sus pensamientos más íntimos , aquellos que estaban obligadas a callar, como ella o sí simplemente se olvidaban de todo mientras la aguja iba y venía entre sus dedos. De a poco, unos pájaros fueron tomando forma en la tela, y cuando su madre le recordó que era hora de volver a casa, notó que eran ya las últimas. Solo quedaban ellas y la señora Lawrence, no se había dado cuenta antes, estaba muy concentrada y además se sentía tranquila allí bordando. Había saludado casi automáticamente a cada una de las mujeres que se habían despedido, así que la tomó por sorpresa que fuera hora de marcharse.

Agradecieron por la atención y se despidieron de la anfitriona, luego las dos comenzaron su camino a casa. Madre e hija salieron de allí hablando entre ellas, pero a medida que se alejaban de la casa Lawrence se fueron volviendo cada vez más silenciosas, sumiéndose en sí mismas.

-¡Señorita Blythe! – gritaron y se giraron para ver a Joseph Lawrence correr hacia ellas cargando un enorme ramo de rosas. Se quedaron quietas, completamente desconcertadas. Llegó agitado y demoró un instante en poder hablar _ mi madre envía esto para usted, se olvidó de dárselo antes. Dijo que es en agradecimiento por el bordado que le regaló.

-Yo...no es necesario...- dijo Addie casi susurrando, aquel joven tenía en sus manos las rosas que ella admiraba, le estaba dando algo que siempre había anhelado en secreto.

-Recíbelas, Adeline. Son un regalo de la señora Lawrence, sería mala educación si no las aceptas – dijo su madre y ella nunca antes se sintió tan agradecida. Dio un paso hacia el frente y Joseph se acercó a ella y depositó las rosas en sus brazos. Eran fragantes, hermosas y suyas como había soñado, no pudo evitar hundir la cara en ellas para llenarse con aquel aroma. Y al levantar la mirada, lo vio sonreírle, pero fue tan fugaz el gesto que luego dudó de que hubiera sido cierto.

-Dele las gracias a su madre de mi parte, muchas gracias- dijo ella y él se despidió y se dio vuelta para regresar a su hogar. Ellas siguieron su camino, mientras Addie abrazaba sus rosas como si fueran un tesoro. Recién al llegar a su casa se dio cuenta que les habían limpiado las espinas a los tallos y por eso no se había pinchado. Las puso en un jarrón y las dejó en su habitación, donde podría verlas a gusto, como si tuviera para sí misma un trocito de belleza del mundo, como si esas rosas la alentaran a florecer.

Joseph Lawrence entró a su casa sonriendo, se había contenido antes, pero ahora su sonrisa era plena.

-¿Pudiste darle las rosas? – preguntó su madre.

-Sí, aunque tuve que correr para alcanzarlas- dijo.

-Me alegra que se te ocurriese que se las diera como agradecimiento, quería devolver su gesto pero no sabía qué hacer por ella. Espero que le gustasen.

-Creo que le gustaron, mucho- dijo y recordó la mirada embelesada de la joven y la forma en que había sostenido las rosas. De la misma forma que recordaba el anhelo con que las miraba la vez que se habían chocado en la entrada del jardín.

-Deberías ponerte algo en los dedos, estás lleno de pinchazos por haber cortado y limpiado las flores tan de prisa- le dijo su madre.

-No es nada, madre, no te preocupes- respondió con una media sonrisa y volvió a su estudio

Florecer sin miedo -  Saga Dorsetshire 0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora