Capítulo 26

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Un poco más, con un capítulo corto. Solo un pedido ,  traten de entenderlos a ambos.

Ya queda menos, abrazo.

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Al día siguiente permaneció en su habitación hasta que su padre le ordenó que se arreglara y bajara para ver al hombre que le había elegido por marido.

Sir Duddley estaba en la sala, si notó la marca del golpe que ella aún tenía en la cara, no se inmutó, eso dejaba muy en claro qué tipo de persona era. Desde el sillón donde estaba sentado con su padre la observó, y Addie se sintió completamente asqueada.

-Estoy seguro que estará conforme con ella, la hemos criado bien y con mucho cuidado. Será una esposa obediente- dijo su padre casi con orgullo.

-Estoy seguro que sí – respondió el hombre como si ella no estuviera allí.

-Pasemos a mi estudio- lo invitó su padre- Puedes retirarte Adeline – la despidió y ella asintió levemente. Su madre la esperaba en la puerta de la cocina.

-Madre, ¿ya decidió la fecha? – preguntó Addie.

-Dijo que en tres meses, cuando finalizara el invierno. Y porque le pareció un tiempo adecuado para anunciar el compromiso y todos los preparativos. Addie, quizás podamos encontrar otra salida...- le dijo , pero Adeline vio que su mirada era tan temerosa como la de suya. Ninguna de las dos se animaba a probar qué tan lejos iría su padre si se oponía, y arruinaba, no solo su reputación, sino el negocio que tenía planeado con su nuevo socio y futuro yerno.

Era extraño, cuando había sabido lo de Mary había sentido tantas náuseas que se había descompuesto, ahora ni su cuerpo reaccionaba , estaba resignada. Había sabido siempre que ese era su destino, solo que por un tiempo breve había vivido en un sueño prestado, había anhelado algo más y se había enamorado de Joseph Lawrence. Pensar en él le dio un leve pinchazo en el corazón, quizás aún estaba viva aunque no se sintiera así.

Para alivio de Addie, su prometido no se quedó mucho tiempo, sino que se marchó a Londres luego de conversar a solas con su padre, eso le recordó que una vez casada debería dejar Dorset. Era irónico pues siempre había querido irse, pero ahora deseaba quedarse con todos sus fuerzas. Tampoco deseaba dejar a su madre atrás, pero no había alternativa.

Los días fueron pasando, le pidió a su madre no ir a la reunión de costura y bordado y se recluyó en su casa, mientras juntaba valor pues había algo que debía hacer, debía decirle a Joseph que se casaría. No quería que se enterara cuando su padre oficializara la noticia. Quería decírselo personalmente y también darle un punto final a aquella extraña relación que tenían.

Una tarde que estuvo libre y reunió el valor , fue hacia el lugar del encuentro. El invierno ya había llegado, el frío y el gris habían invadido todo, aunque el árbol seguía allí, como si perteneciera a otra estación. Escuchó los ladridos de Nilo y luego vio a Joseph que corrió hacia ella y ,sin saludarla, la abrazó.

-Cielos , Addie, he estado esperando por ti cada día. He estado por ir a buscarte mil veces, pero pensé que no sería conveniente. Necesitamos hablar primero – le dijo hablando sin pausa una vez que la soltó. Adeline se apartó un poco de él. Le costaba mirarlo a los ojos, le costaba lidiar con aquel entusiasmo, le costaba salir del mundo de ensueño.

-Yo voy a casarme, estoy comprometida con Sir Duddley, es un socio de mi padre – dijo en un tono monótono como si repitiera palabras ajenas y Joseph la interrumpió.

-¿Vas a casarte?

-Sí, ya está todo arreglado, en tres meses será la boda- respondió con la mirada baja.

-¿Quieres casarte? –le preguntó y ella calló. Quería gritar que no.

-Mi padre ya arregló todo, está decidido.

-Cásate conmigo – le dijo y ella lo miró a los ojos por primera vez. Hablaba en serio.

-¿Contigo? ¿Por qué? – preguntó sorprendida.

-No quieres casarte con ese hombre que ni conoces, ¿verdad?

-Bueno, la mayoría de los matrimonios empiezan así.- dijo eludiendo la respuesta.

-Pero no todos, cásate conmigo- insistió.

-¿Por qué? -repitió ella la pregunta.

-Porque te amo- respondió sencillamente.

-¿Me amas? ¿ A mí?

-Amo todo de ti, tu inteligencia cuando hablamos de cualquier tema, tu entusiasmo con los libros, tu capacidad de asombro aún con lo más pequeño, tu sentido de la justicia, tu ternura, tu valor.

-Yo no soy nada de eso- dijo tragando saliva. La angustia empezaba a vencerla.

-Lo eres, y también eres la única que ha dicho que mis ojos son del color de las hojas después de la lluvia. Cásate conmigo – le dijo con calidez.

-No puedo- respondió ella aunque él le estaba ofreciendo lo que más anhelaba.

-Solo tienes que tomar mi mano Adeline y todo estará bien, lo prometo. Confía en mí- dijo y extendió su mano hacia ella. Adeline quería aferrarse a él, pero temía por su madre e incluso por el propio Joseph, su padre descargaría toda su furia sobre él. Y qué sería de la señora Lawrence y su corazón delicado si algo le sucedía a su hijo. Ella jamás se perdonaría si alguno salía herido por su culpa. Él se equivocaba, ella no era valiente.

-Lo siento, Joseph. No puedo aceptar tu propuesta, ya estoy comprometida y voy a casarme

-Adeline- intentó llamarla y retenerla.

- No insistas. Es la última vez que nos vemos, gracias por ser mi amigo. Adiós- dijo , le dio la espalda y se marchó deprisa.

Joseph quería seguirla , pero no lo hizo. Ella no había dicho nunca que no quería, sino que no podía casarse con él. No quería perderla porque la amaba, en verdad la amaba y estaba seguro que era mutuo. Mil ideas pasaron por su cabeza. Ir tras ella y retenerla hasta convencerla. Robársela. Contar lo que había sucedido en el baile , exagerando un poco, y provocar un escándalo que la obligara a casarse con él. Pero nada de eso era digno de ellos Porque aunque no pudiera aceptar perderla, sabía que no podía forzarla, lo que menos necesitaba Adeline era alguien más obligándola a hacer algo que no quisiera. Porque él había visto la tristeza en su mirada, como si el alma se le hubiera fugado, y había escuchado su voz apagada. No podía causarle más daño.

Debía encontrar una manera, pero jamás violentándola de ninguna manera, ni siquiera si la decisión de ella los condenaba a ambos.

La única vez que había llorado había sido con la muerte de su padre, luego se había obligado a ser fuerte, pero ahora, solo en aquel lugar, las lágrimas caían sin que pudiera evitarlo.

Florecer sin miedo -  Saga Dorsetshire 0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora