Capítulo 13

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Un poco más, es corto , pero es un intento de que no pase tanto tiempo entre actualizaciones , abrazo. 

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Joseph nunca había visto a Adeline Blythe reír así, en voz alta, sin controlarse, con la risa en la boca y en los ojos. Era un espectáculo maravilloso. Era una joven bonita de rasgos delicados , aún vestida sencillamente, se notaba su belleza, pero su seriedad e inexpresividad, la deslucían. Riendo era simplemente deslumbrante. Tenía el mismo aura que cuando la había visto contemplando las rosas de su jardín, una intensidad que lo conmovía. Algo que era intangible pero que lo atraía hacia ella.

Sin embargo su risa cesó de golpe, su cara volvió a ser inexpresiva, como si se hubiera apagado. Joseph volteó a ver que lo podía haber producido, siguió la mirada de la joven y vio a Charles Blythe, su padre, mirándola fijamente. Había tensión en el aire, podía sentirla, podía ver el cambio en Adeline y se preguntó si su padre era la respuesta a las preguntas que él nunca se animaba a hacerle.

Addie le dio un leve tironcito en el brazo a Philipa y giraron, retirándose de prisa por donde habían venido.

Fue un rato después, cuando Joseph salía del estudio del Señor Devereaux pues había estado hablando con su hijo sobre la compra de unas tierras cuando se desorientó en la casa y terminó en un pasillo desde donde llegaban voces.

-¡¿Qué hacías dando vueltas por ahí como una coqueta?!- preguntó casi gritando el hombre y lo reconoció de inmediato, era Charles Blythe

-Solo daba un paseo con Philippa, padre- se escuchó la voz apagada de Adeline respondiéndole

-Esa joven es una mala influencia, no quiero que te comportes como ella. No te traje para eso.

-Lo siento, padre- musitó ella y su voz era apenas oíble, con cada reproche del hombre, se apagaba más

-Sólo quédate junto a tu madre lo que resta de velada y no me avergüences Adeline. No se te ocurra avergonzarme- la amonestó.

-Sí- susurró ella y aquel contraste entre esa voz casi inaudible y la voz vivaz de cuando habían hablado la última vez, le dolió a Joseph. Le dolió de una forma que no podía explicar. Le dolió porque había percibido la violencia del hombre y el dolor de la joven. Le dolió porque había entendido aquella contradicción que era Adeline Blythe.

Durante el tiempo que llevaba ocupándose del negocio familiar, Joseph había tratado con toda clase de hombres, así que le fue fácil reconocer el verdadero carácter de Charles Blythe , había autoritarismo y una velada violencia en la forma de hablarle a su hija, no se notaba afecto. Era un hombre de buena reputación, pero Joseph acababa de entrever otro lado de su personalidad.

Escuchó los pasos del hombre al irse, y se asomó de donde se había resguardado. Entrevió a Addie, estaba parada quieta y algo retraída sobre sí misma, como si se hubiera estado protegiendo, luego tomó aire y se irguió. Él volvió a esconderse rápidamente, sabía que ella no agradecería su presencia allí.

Se sintió impotente, no había nada que pudiera hacer, aunque quizás sí. Luego de que ella saliera, él fue a buscar a su madre.Estaba charlando con un grupo de damas, la llamó discretamente.

-¿Sucede algo? – se preocupó

-No, pero necesito pedirte un favor, aunque no puedo darte demasiadas explicaciones.

-Joseph, eso es extraño.

-Lo sé ¿Lo harás por mí, madre?

-¿Qué se supone debo hacer?

-¿Puedes hacerle compañía a la señora Blythe y su hija? ¿Hacer que estén incluidas y bajo tu ala, al menos hoy?

-¿Y quieres que no pregunte la razón?

-Sólo siento que necesitan estar acompañadas, y entretenidas. Por favor.

-De acuerdo, pero tarde o temprano deberás explicarme.

-Sí, creo que llegará el día en que lo haga, madre- respondió sonriéndole agradecido.

La señora Lawrence le hizo un breve gesto a su hijo, y fue a buscar a la señora Blythe y a Adeline. No supo las razones de Joseph, pero pudo reconocer las miradas tristes de ambas mujeres cuando las encontró. Cumplió su palabra y las llevó con ella, las mantuvo a su lado asegurándose que estuvieran entretenidas y que sus mentes pudieran alejarse de cualquier malestar.

Addie había temido que al llegar a su casa, la furia de su padre se desatara, pero afortunadamente volvió de buen ánimo, había tenido buenas charlas de negocios y además la señora Devereaux las había elogiado a ella y a su madre. Esto último se había debido a que la señora Lawrence había hecho de nexo y les había dedicado especial atención, incluso había elogiado los preciosos bordados de su madre y había recordado las rosas bordadas que ella le regaló. Parecía un hada madrina que había llegado oportunamente, pues aquello había hecho que su padre olvidara el suceso anterior.

Y antes de dormirse, cuando su mente hizo casi como rutina, un balance de lo sucedido en el día, decidió rescatar lo positivo. Los jardines de los Devereaux eran hermosos, había sido bueno distraerse con la charla de las mujeres de Dorset y también compartir tiempo con Philippa, y la señora Lawrence había sido encantadora. Al pensar en esto último, también se coló otro pensamiento, y fue su brevísimo cruce con Joseph Lawrence y la forma en que la había mirado. Ese recuerdo la llevó a la mirada de su padre y su regaño, pero se lo sacudió de encima, no iba a dejar que atormentara sus sueños como atormentaba su vigilia.

El día siguiente, con la correspondencia llegó la noticia de que su hermano Arthur vendría de visita. Esa noticia la alegró, no porque tuviera buena relación con su hermano, muy por el contrario, sino porque su padre estaría ocupado con su hijo y eso le daría a ella más libertad.

Lamentablemente no tenía una buena relación con él, envidiaba esas relaciones de hermanos en las que había amistad y complicidad, quizás si Arthur hubiera sido esa clase de hermano ella no se hubiera sentido tan sola , quizás la hubiera ayudado, quizás la hubiera defendido. Pero al ser el hijo varón, su heredero, su padre se había hecho cargo de su crianza desde temprana edad, y lo había enviado a estudiar a Londres. Eso había dado como resultado que tanto su madre como ella tuvieran una relación distante con él.

Si bien Arthur respetaba y mostraba algo de afecto por su madre, con ella era completamente indiferente, en eso se parecía demasiado a su padre y tenía la misma idea respecto a las mujeres. Habían sido creadas para obedecer y complacer, no más que eso.

Sin embargo que viniera de visita, aunque implicara más labores domesticas, significaba que su padre se concentraría en él y estaría menos pendiente de ella y de encontrar errores en su comportamiento. Por unos días se volvería completamente invisible, y eso, extrañamente la alegraba. Ser invisible para él, significaba que podía ser más ella misma.

Además su madre sí estaba feliz de ver a su hijo, apenas si lo veía un par de veces al año, ya que en general su padre viajaba a Londres solo.

La vida parecía darle una tregua, y lo agradeció en silencio.

Florecer sin miedo -  Saga Dorsetshire 0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora