Capítulo 21

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Un poco más, espero les guste. Buen domingo. Abrazo!!

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Mientras leía la novela y el otoño avanzaba, la inquietud de Addie fue creciendo, al igual que la necesidad de ver a Joseph. Quería hablar con él normalmente, no como un desconocido, quería jugar con Nilo, sentía que se estaba ahogando encerrada en su casa. La lucha entre su anhelo y el sentido común la tenía agotada. Y finalmente, una tarde nublada en que su padre estaba encerrado en su estudio y había pedido que no lo molestaran, sucumbió.

Su madre estaba bordando y ella decidió salir.

-Madre, ¿puedo salir a tomar un poco de aire?- preguntó anhelante. No quería poner a su madre en aquella situación, si su padre preguntaba por ella estarían en problemas. Su madre la miró unos instantes y quizás vio que su necesidad de salir era real, porque solo asintió.

-Ve- dijo simplemente y Addie salió deprisa, tanto que ni llevó su capa. No era decoroso, pero, luego de comprobar que no hubiera nadie por el camino, corrió. Temía que la detuvieran, temía acobardarse. Y temía que al llegar al lugar, él no estuviera.

Corrió y cuando llegó se detuvo para recuperar el aire, y porque , ahora que había llegado, se sentía muy tonta. No había pensado en qué hacer o decir si en verdad Joseph estaba allí paseando a Nilo como solía hacer a diario, ¿cómo iba a explicar su presencia?

Al acercarse los vio, un hombre y un perro negro jugaban debajo del árbol, y la inquietud que había sentido en su interior aquellos días, se calmó. Nilo debió verla porque comenzó a ladrar, Joseph corrió hacia ella, de la misma manera que ella había llegado hasta allí, como si no pudiera evitarlo.

-Está aquí – dijo al llegar hasta ella con lo que parecía ser una mezcla de alegría e incredulidad.

-Salí a dar un paseo – respondió Addie pues no se le ocurría una excusa mejor. Nilo llegó hasta ella y empezó a ladrar para atraer su atención, se agachó a acariciarlo – Te extrañé

-Es mutuo – dijo Joseph y ella levantó la mirada- También la extrañó. Si cuando venimos, por casualidad, ha dejado algún libro debajo del árbol, lo olfatea e intenta seguir su rastro. Creo que hubiera aparecido en su puerta si no lo hubiera detenido un par de veces.

-Oh- exclamó conmovida y hundió su cara en el cuello del animal para ocultar lo mucho que eso la impactaba. Salvo su madre, jamás había sido importante para nadie.

-Me alegra mucho verla – agregó Joseph.

-La novela me está gustando mucho – dijo ella antes de que se escapara alguna otra frase.

-Justo acababa de dejarle el próximo libro, es un gusto poder dárselo en mano y qué tal si me cuenta más de lo que le parece la novela- propuso con mucho tacto y ella asintió. Juntos, con Nilo caminando a su lado fueron hasta el árbol que cobijaba sus encuentros.

Calma, esa fue la sensación que invadió a Adeline. Tenía nerviosismo también, pero de otro tipo, debido a la cercanía de Joseph Lawrence, de aquellos ojos verdes intensos y cálidos, de su voz profunda pero amable y todo lo que él emitía. Era el nerviosismo que le generaba un hombre que la atraía, pero al mismo tiempo se sentía a salvo, ahora podía respirar.

Joseph se la quedó observando mientras ella le hablaba entusiasmada de la novela que estaba leyendo. Vivaz y emocionada, parecía encendida y lo fascinaba verla así, le hubiera gustado que ella también pudiera verse a través de sus ojos. Quizás así ya no se replegara en sí misma y no temiera. Ojalá esos instantes en que Adeline brillaba siendo ella misma pudiesen durar para siempre.

Sin embargo, la amenaza del cielo nublado se convirtió en lluvia y los interrumpió.

-Debo irme – dijo ella y él la detuvo.

-Espere un momento, no durara mucho, si se marcha ahora se mojará.

-¿De verdad cree que no durará mucho?

-Confíe en mí, y apenas se detenga podrá marcharse, por ahora el árbol nos dará mejor refugio - dijo y ella asintió, luego se envolvió los brazos alrededor del torso. Había salido tan deprisa que había olvidado llevar su capa, y ahora con la lluvia sentía frío.

Joseph se quitó el abrigo y se lo puso por encima para cubrirla. Addie se sorprendió, pero no retrocedió, ni siquiera cuando él estuvo muy cerca de ella prendiendo los botones y subiendo el cuello para cubrirla mejor.

"Se miraron y el tiempo se detuvo" Adeline había leído aquella frase en un libro, pero era la primera vez que lo vivía. Quería que ese momento se extendiera infinitamente, que no dejara de llover, que pudieran seguir así en ese silencio con esa cercanía donde podía ver la variada gama de verdes que se mezclaban en los ojos de él. Pero ningún momento se detiene, no importa cuán precioso sea. Joseph se alejó de ella tras ponerle el abrigo, como si de pronto se hubiera dado cuenta de tanta cercanía no era adecuada.

-Al menos hasta que pase la lluvia, así no se enferma.

-Gracias- respondió y se arrebujó en el abrigo y en el aroma de él que la envolvía, como los bosques de Dorset, mezcla de madera y el follaje iluminado por sol, a eso olía.

Nilo empezó a ladrar interrumpiendo el extraño silencio entre ellos y Addie se preocupó.

-¿Qué le sucede?

-Creo que le asusta la lluvia- dijo él y se acuclilló junto al animal para calmarlo con caricias –Estás seguro, no pasa nada – musitó y Addie pensó que lo entendía. Casi había muerto ahogado, tal vez le trajese malos recuerdos, tal vez despertara miedos antiguos, como a veces le sucedía a ella con distintas situaciones. Era un animal, pero ella estaba segura que sentía tanto o más que los humanos.

Se agachó a su lado y lo abrazó

-Todo está bien – susurró.

-Si tu salvadora lo dice, deberás creerle- dijo Joseph cruzando miradas con ella, y Nilo dejó de ladrar.

-¿Cree que nos entendió?

-Sí, quizás no entienda las palabras pero comprende que está a salvo con nosotros, porque eso se siente. Perros o humanos sabemos donde y con quienes estamos a salvo.

- Es verdad – respondió melancólica.

-¡El libro! – exclamó Joseph y se movió a buscar el libro que había dejado junto al tronco.

-Oh no, ¿se mojó? – preguntó Addie.

-No mucho- dijo él limpiándolo en su camisa- Había olvidado que ya había dejado su próximo ejemplar – explicó y se lo tendió.

-Gracias – dijo y lo hojeó. Era sobre la vida de Juana de Arco.

-Es una historia triste, pero pensé que le gustaría. No hay tantas historias sobre mujeres heroicas.

-Y no tienen buen final, ¿verdad? Guinivere, Pandora, Antígona, nunca tienen un final feliz cuando eligen ser valientes- reflexionó ella

-Creo que en las historias que quedan plasmadas en libros y leyendas no cuentan los finales felices, quizás porque tratan de adoctrinar, pero estoy seguro que hay muchos en la vida real. La valentía debe ser recompensada con felicidad.

- Lo leeré – dijo Addie y pensó que deseaba profundamente que las palabras de Joseph fueran verdad. Que las mujeres valientes tuvieran finales felices en la vida real.

-La lluvia se detuvo – dijo él pero parecía más una queja que una afirmación.

-Debo regresar a casa – dijo ella en el mismo tono pesaroso y el joven asintió. Adeline se quitó el abrigo y se lo devolvió. Joseph hubiera querido decirle que lo llevara hasta llegar a su casa, pero sabía que no lo aceptaría.

Se despidieron brevemente, ella se agachó para darle un último abrazo a Nilo y se marchó.

Florecer sin miedo -  Saga Dorsetshire 0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora