24. ¿Por quién lo hago?

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Se encontraba delante de la puerta de uno de los lujosos apartamentos de un edificio exclusivo para personas de altísimos ingresos. Un lugar al que había que acceder con incontables contraseñas, con portero las 24 horas que no estaba mirando el televisor todo el día, sino que te saludaba discretamente con una amable sonrisa.

Seguro que le pagaban muy bien. Pensaba Chuuya.

Era un lugar para vivir destinado a preservar la intimidad de sus habitantes. Dazai no le dió ningún código, simplemente cuando llamó las puertas fueron abriéndose a su paso. Y ahora ahí estaba, delante de otra puerta a la espera de que se abriese.

Si estaba ahí esa noche era sólo por Higuchi, única y exclusivamente por ella. Por evitarle el mal trago, por evitar que sufriera. Él ya estaba acostumbrado, pero la pobre Higuchi no lo resistiría.

La puerta se abrió lentamente y al otro lado apareció Dazai; envuelto en una bata blanca y con el pelo húmedo cayéndole por la frente. Chuuya tragó saliva y entró.

Era un dúplex en el ático, enorme. Con grandes ventanales que ocupaban toda una pared con increíbles vistas a toda la ciudad. La sala tenía una gran pantalla y un largo sofá color crema que invitaba a sentarse, a tumbarse, a dormirse allí y no levantarse nunca.

El techo era muy alto y se veía la barandilla que daba al segundo piso.

—Ponte cómodo —Dijo Dazai entrando en la cocina.

Chuuya tenía curiosidad y echó un vistazo. La cocina era blanca y negra, muy moderna, muy limpia, todas las superficies brillaban tanto que seguramente podía ver su reflejo en ellas.

Dazai sacó dos copas de un estante, las colocó bajo un dispensador de hielo que traía incorporada la nevera y unos hielos castañearon al depositarse en ellas.

Volvió a tragar saliva, se le estaban calentando las mejillas. Sabía lo que él le quería hacer, pero estaba dispuesto a echarse atrás si las cosas iban demasiado lejos. No podía obligarle a hacer nada que no quisiera.

Chuuya dió unos pasos tímidamente hacia ese esplendoroso sofá y se sentó con cuidado. Comprobó de primera mano que efectivamente era el sofá más cómodo del mundo y se recostó.

Se respiraba un olor agradable, la temperatura también era agradable, se quitó la chaqueta y la dejó sobre sus piernas. La vista de la ciudad era maravillosa, las luces de los edificios y los coches hacían de esa ventana un gran cuadro en movimiento, y Chuuya estaba tan cómodo en ese asiento que no pudo evitar sentirse reconfortado. Se sentía bien. Bien, en términos generales.

No quería sentirse bien, quería estar enfadado, decepcionado, irritado, molesto. No quería estar bien, no quería que Dazai tuviera razón, porque no la tenía. Él no quería estar ahí, sólo lo hacía por su amiga. No quería absolutamente nada del pervertido de su jefe.

Dazai apareció con las copas llenas de un líquido anaranjado. Las posó sobre la mesa frente a él y se sentó a su lado, cruzando una pierna sobre la otra, dejando que la bata subiera y dejara a la vista parte de su muslo.

—¿Cómo te encuentras, Chuuya?

—Mal, me encuentro mal.

—¿Te gusta este apartamento? Es mucho más modesto que la primera casa que viste.

—Modesto... esto es de todo menos modesto.

—Comparado con la mansión, sí, lo es.

En eso tenía razón. Le daba rabia que tuviera razón, no podía ser así. Él era un loco que no tenía las tuercas ajustadas debidamente. Chuuya era la persona normal ahí.

❝ [Odio a mi jefe] ¡! Soukoku ❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora