CAPÍTULO: 8

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BRUNO

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BRUNO

—¿Dónde habéis guardado las copas de cristal? —grita Nadia desembalando las últimas cajas con todo lo necesario para preparar el catering de esta noche.

La muchacha ha invadido prácticamente todas las mesas de la cocina del nuevo hotel, con la ayuda de Adrián, con diversos utensilios. Todos ellos, perfectamente ordenados. Cuando Nadia está nerviosa se convierte en una especie de maniática del orden a niveles extremos. En serio, jamás he visto tantos cubiertos juntos clasificados por tamaños.

—¡Y a mí qué me cuentas! —responde Gabriel. Junto con su hermano gemelo, Miguel, son el nuevo fichaje de Félix en su equipo de cocina—. ¡Yo llevo más de veinte minutos buscando el soplete! ¡No podemos servir la mitad de los canapés sin el puñetero soplete!

El fichaje más joven y, también, con más carácter de toda la cocina. Seguramente, por eso escogí a los gemelos para acompañarme esta noche, junto a Nadia y Adrián. Cada uno con sus peculiaridades, pero nadie se mueve en la cocina como ellos.

—¡A mi chica no le grites, calco número uno!

—¡Tengo nombre, musculitos! —replica Gabriel.

—¡Y yo sé defenderme solita de este par de...!

Bueno, es hora de detener a las fieras antes de que la discusión se les vaya de las manos. Hoy no puedo permitirme fallar. Por eso, abro uno de los armarios metalizados donde guardan las sartenes y escojo una de tamaño mediano. Después, de los cajones que hay justo debajo del fregadero, me hago con un cazo de metal y lo sostengo con mi mano libre. Tras contemplar la escena que han montado mis compañeros unos segundos más, aporreo con fuerza la sartén con el cazón, sobresaltándoles de tal forma que Nadia y los gemelos se tapan los oídos con ambas manos. No hay duda de que, calladitos están mucho más guapos.

—¿Y a este qué mosca le ha picado? —se cuestiona Adrián mientras alza sus brazos hacia el techo, molesto por el ruido.

—Que ahora mismo sois una panda de críos peleándose por un caramelo en el patio del colegio.

Nadia se cruza de brazos mientras Adrián se sitúa a su lado, observándola de reojo. Los gemelos agachan la cabeza a la vez, casi de forma automática. Por primera vez en toda la noche, el silencio reina en la cocina del lujoso hotel de cinco estrellas. Los invitados deben estar a punto de llegar y no podemos defraudar a Félix como equipo. No puede permitirlo.

—No os escogí en mi equipo por las innumerables escenitas que sois capaces de montar en cinco segundos. Por muy divertidas que me parezcan, no digo que no —recalco, depositando la cacerola y el cazo sobre una de las encimeras en forma de isleta metálica—. Le dije a Félix que os quería en mi equipo esta noche porque no hay nadie en la cocina de Andrómeda que trabaje como vosotros. Sois resolutivos, creativos, eficaces... Joder chicos, sois muy buenos. Así que vamos a demostrarlo, ¿no? Vamos a concentrarnos, a dejarnos la piel en este catering y a hacer recordar a todo el mundo cuál es nuestra cocina.

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