BRUNO
No recuerdo un solo momento en mi vida que yo no quisiese ser cocinero. Bueno, y jugador de baloncesto profesional. Pero, cuando me regalaron mi primer cucharón de madera y mi primer delantal cuando tan solo era un niño, supe que el deporte pasaría a formar parte de mis aficiones y mi sueño sería moverme entre fogones.
Cuando era un niño, mi madre me dejaba ayudarle en la cocina, ya fuese cortando las verduras o estando pendiente de mirar la sartén para que el aceite no se quemara. Después, en mi habitación, escribía en un cuaderno todas las recetas que mi madre me enseñaba y, años después, las mías propias.
Recuerdo perfectamente la primera vez que cociné para mis padres. Fue el día de mi décimo tercer cumpleaños y no pude tener un regalo mejor que ese, verles disfrutar de mi comida. Enfocado en cuál era mi verdadera vocación, terminé mis estudios de cocina y, al tiempo, empecé a trabajar en la cocina de una cadena de comida rápida. No era ni mucho menos mi oferta deseada de trabajo, pero de ilusiones no se come y necesitaba el dinero para poder independizarme con Oliver y Eric. Quería hacerlo yo mismo, con mi propio esfuerzo. Mis padres ya habían invertido muchos de sus ahorros en mi y en que estudiase aquello que me hacía realmente feliz. Ahora me tocaba a mí saber lo que la vida me tenía preparado ahí fuera.
Fueron meses complicados donde yo no era capaz de llevarme un solo perrito caliente a la boca, y mucho menos después de ver las condiciones de la cocina donde me había contratado. Pero conseguí el dinero suficiente y la suerte llamó de nuevo a mi puerta con una oferta de trabajo como ayudante de chef en un restaurante nuevo que, por desgracia, no dio los frutos esperados y se vieron obligados a cerrarlo e, inevitablemente, todos los que formábamos parte del equipo fuimos despedidos. Durante aquel tiempo, el trabajo no era estable y las condiciones de los sitios donde trabajé esporádicamente eran absolutamente reprobables. Hubo momentos donde me planteé seriamente si la cocina me llenaba tanto como pensaba. No obstante, tuve el apoyo de mis compañeros de piso y amigos, a quienes se sumaron Daniel y Emma. Fue gracias a un contacto de esta última que me ofreció un puesto como pinche en un restaurante, donde continúo trabajando a día de hoy. Así que, de alguna manera, podría decirse que siempre voy a estar en deuda con Emma.
Y allí es donde ahora me encuentro, rodeado del calor de los fogones encendidos y del rechinar metálico de los cuchillos.
—¡Necesito los ceviches y las crudités para ya!
—¡Listo!
—¡Bruno! —me llama Félix, el chef y jefe de "Andrómeda", el restaurante donde trabajo—. ¡Termina de escalfar los huevos de codorniz y ayuda después a Nuria con el postre principal!
—¡Oído!
Dejo mi puesto inicial y aviso al resto de compañeros de que la tarea de escalfado está terminada. Nuria se justa la cinta de su cabello cuando me ve llegar y, con el dorso de la mano, limpia unas gotas de sudor que surcan su frente.
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ADRENALINA
RomanceLa adrenalina es la hormona que el ser humano produce en situaciones de peligro, alerta o excitación. Es la hormona que nos vuelve adictos, que nos hace querer más y lanzarnos al vacío sin miedo a estrellarnos. La adrenalina es la sustancia que nos...