Capitulo I

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Una sobre vivencia

10 años atrás.

—Mami ¿a donde nos vamos?—pregunté muy impaciente.

—Nos vamos a mudar cariño—respondió ella muy entusiasmada.

—Bueno señoritas, nos vamos.—dice mi padre— ¿No dejaron nada en la casa? 

—No, ya miramos bien—dice mirando el interior de la casa.

—Oye mami, ¿ya nos despedimos de la demás familia? 

—No, pero mira, ahí vienen—dice señalando hacia la entrada del callejón.

—¡Ay hija! los vamos a extrañar mucho—llega mi abuela abrazando a mi madre y después a mi aplastándome con sus dos brazos—llámenme siempre, espero sus llamados.

—Si madre, tu tranquila. Vamos a estar bien.—aseguró mi madre—Nos puedes ir a visitar cuando quieras.

—Si abuelita. Y también puedes ir con mis tías—sonreí.

— Hablando de mis hermanas madre. ¿Te acuerdas lo que te dije la vez pasada?—insistió mi madre.

—Jajaja, con tantas cosas querida. ¿Que me contaste?

—Emm... Katerine hija, ve donde tu padre que esta en el carro de la mudanza mientras yo hablo aquí con tu abuela.

—Bueno mami—asentí—Adiós abuelita. Te quiero mucho.

—Yo también. Pronto nos veremos.—dice mientras me doy la vuelta para irme.

Deberíamos mas bien escuchar lo que dicen.

Ay no, gracias. No te haré caso.

Tu te lo pierdes

Me dirigí donde estaba mi padre pero antes me quede mirando a mi madre y abuela pensando en que estarían hablando. Pude haberle hecho caso a mi mente pero no, no quería desobedecer a mis padres. En mis cinco años de mi vida no quería hacerlo.

Abrí la puerta del carro de mudanza y mi padre me ayudo a subir. Ese carro era gigante... Aunque bueno, no era un carro era un camión.

Es lo mismo.

—¿Y tu madre?—dijo él inquieto.

—Se quedó con mi abuela hablando—sonreí.

—Ay, ya el señor de la mudanza nos esta apurando.

—Ya vendrá papá, no creo que se demore. ¿Tu tienes mi osito Brandy?—pregunte.

—¿Tu qué?

—Mi oso papá. Mi oso de peluche. Se llama Brandy.

 — Ah ya. No, eso se quedo en unas de las cajas por allá.

—Noo, pero mi osito—dije empezando hacer berrinche.

—Ay Katerine Marcel no empiece—dijo frunciendo el ceño— Ese peluche quedó empacado, no se va a perder. Ni se le ocurra empezar a llorar.

—Si señor—dije quitándome las lagrimas.

—Ahorita después que desempaquemos todo en la nueva casa, vamos a desayunar y después te compro un helado.¿Va?

—Bueno—sonreí.

—Hola chicos. Ahora si en marcha—dice mi madre mientras mi padre la ayuda a subir al camión.

—¿Por que te demoraste tanto Gloria?—preguntó mi padre inquieto.

Una historia sin final (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora