Capitulo III

118 81 45
                                    

—Mami, ¿A que curso paso ahora?—pregunté.

—A segundo de primaria cariño. Pero todavía no te preocupes por tu colegio, estamos en diciembre y en unas horas ya es navidad. ¿Ya le hiciste la carta a papá noel?

—Si señora mira.—le digo mientras le muestro la carta

Querido Santa. Todo el año me porté muy bien. Le hice caso a mis padres, me fue bien en el colegio y no cometí nada malo. Por eso, para este año, te pido una muñeca gigante, mas grande que yo y que hable.

También te pido mas juguetes bonitos y una cocinita. Para mi mami, ella quiere ropa y perfumes. Ama los perfumes. Y para mi papá también ropa y plata para sus gastos y los de la casa. Muchas gracias santa, te espero con tu regalo de galletas y leche. 

—¿Que te pareció?—Le dije muy entusiasmada.

—Me gustó mucho hija, déjalo ahí en el arbolito que está muy bello.

Y era verdad, como siempre mi mamá teniendo razón. El árbol estaba muy bonito, era grande como de 3 metros, era verde y las puntas blancas e iba decorado de luces de navidad con muñecos y bolas de colores del mismo. El pesebre estaba en una mesita con las diferentes estatuas que conforman a este y mas adornos navideños. 

Ese era el árbol de nuestra casa que lo habíamos hecho todos juntos; mi madre, mi padre y yo.

Pero esa misma noche del 24 de diciembre, teníamos que ir a casa de mi tía para celebrar la navidad.

Salimos de casa y nos dirigimos a coger un taxi para irnos a casa de mi tía Monica.

Al llegar, el lugar era muy bonito. Una casa inmensa con una sala gigante, cocina de ensueño, escaleras gigantes que daban a un pasillo donde habían dos habitaciones y un baño al final de este.

Amaba ir a esa casa y mas porque me la pasaba con mi primo jugando a diferentes cosas, como por ejemplo: escondidas, juegos de mesa, fútbol y mas.

Después de admirar la casa junto con mi papá, la familia empezó  a repartir la cena de noche buena. 

Era un banquete gigante de pollo, variedades de carnes, diferentes bebidas y comida típica de cada país.

Se podría decir que mi familia era de diferentes países.

El esposo de mi tía Monica era de España, por lo que ella iba de vez en cuando allá.

De mi tía Elizabeth, su hijo Andrew era de Portugal así que también había comida de ese lugar.

Por ultimo, la tía Vannesa vivió unos años en estados unidos, por lo que aprendió de la comida típica de ese lugar.

En fin, en la mesa habían unas riquísimas tortillas de patatas, buñuelos, sopa de pasta, arroz con pollo, caldo verde, natilla, paella, hamburguesa, spaguettis, tamales, bacalao, ajiaco, leitao, limonada, jugo de tomate, lulo, guayaba y distintas gaseosas. Literal era todo un banquete.

Después de comer un poco, nos dirigimos a la sala para contar los 10 segundos que faltaban para que fuera navidad.

— 5, 4, 3, 2, 1... ¡FELIZ NAVIDAD!—gritamos todos.

Comenzamos cada miembro de la familia abrazarnos con tanto aprecio y tanto agrado que a cada uno nos salían lagrimas de los ojos. Saber que estábamos completos en la familia y no ha llegado el momento de que alguno se haya ido. El saber que no había remordimientos, ni frustraciones. Solo había un ambiente tranquilo lleno de mucha paz y mucha alegría.

Yo la verdad no sabia porque lloraba, simplemente veía como a todos le salían lagrimas de los ojos, y a mi primo y a mi nos lo contagiaron.

Cuando ya cada uno terminó de abrazarse y apretarse, llegó el momento de abrir los regalos.

Una historia sin final (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora