𝑈𝑛 𝑙𝑜𝑏𝑜 𝑛𝑢𝑛𝑐𝑎 𝑠𝑒 𝑙𝑙𝑒𝑛𝑎.

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El día siguiente ya comenzaba.

Me costó algo de trabajo dormirme la noche anterior. Pero el estar desvelado, no era excusa para no cumplir con mis obligaciones.

- ¡México, ya levántate! - Escuche a mi madre gritar desde el otro lado de la puerta.

Me removí en mi cama tapandome con las cobijas, algunos rayos del Sol se filtraban a través de las cortinas, tome mi almohada para evitar ver la luz, y volver a dormir.

No se cuanto dormí, pero poco me duró el gusto, pues mi padre entró a mi cuarto, asotando la puerta al abrirla.

- Pero que pasa chaval, mirad la hora que es, levantaos ya. - Dijo con un tono autoritario.

- Cinco minutos más. - Murmure acomodandome del lado contrario.

Escuche como se acercó a los pies de la cama, al saber que iba a tratar de hacer, me sostube de los barrotes de la cabecera. Mi padre tomó mis pies, los jalo para que yo le levantará.

Ejerció más fuerza en jalarme, por lo que yo también hice lo mismo.

- Chaval, dejad de ser tan flojo y levantaos, teneis responsabilidades.

- Papá, dejame dormir cinco minutos. - Murmure sin soltarme de la cama.

- Sí os doi cinco minutos más, se convertirán en veinte, así que ya, levantaos. Si no os lanzare agua fría, ¡arriba! - Me dio un tirón más fuerte, logrando que me safara y mi cuerpo terminará a la mitad de las cobijas.

- ¡Ya me levante! - Grite antes de que siguiera jalando.

- Te esperamos arreglado en quince minutos.

- Sí papá. - Conteste. El salió de la habitación dejándome solo.

Me gire para quedar viendo el techo, me talle la cara.

No quería salir de casa, quería encerrarme en mi cuarto y no salir nunca más.

Suspiré y mentalmente me di ánimos, me senté en la cama para ponerme unas pantuflas, y mi toalla para bañarme.

Abrí la puerta del baño, notando a Chile, el estaba terminando de lavar sus dientes.

- Hola. - Salude bostezando.

- Te ves fatal. - Contestó aún con el cepillo en la boca.

- Tu tampoco eres una belleza hermanito. - Le dije abriendo la llave del lavabo, me heche un poco de agua fría, esperando que con eso el sueño no fuera tanto.

- Me refiero a que tienes ojeras muy notables. - Me hice a un lado para que el se enjuagara, pero lo suficiente para verme en el espejo.

Era cierto, debajo de mis ojos habían bolsas negras, además estaba algo pálido.

𝐸𝑙 𝑐ℎ𝑖𝑐𝑜 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑐𝑎𝑝𝑢𝑐ℎ𝑎 𝑦 𝑒𝑙 𝑙𝑜𝑏𝑜 𝑓𝑒𝑟𝑜́𝑧.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora