☪ 𝐞𝑠𝑝𝑒𝑐𝑖𝑎𝑙. ☪

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Me escabullia entre las ramas de los árboles, las ramas en esa parte del bosque se enredaban en mi ropa, impidiéndome un poco continuar.

Llevaba un canasta con algunos alimentos, y en mi cinturón se podía notar que aún cargaba con la daga dada por mi padre.

Cuando por fin pude pasar el gran bloqueo de ramas, suspire relajado, subí las mangas de mi camisa blanca, al sentir ardor. Algunas habían dejado pocas cortadas, mis brazos se encontraban vendados, desde el codo para abajo, sin embargo, las ramas habían logrado a travésarlas en algunas partes, logrando nuevas heridas.

Suspiro sabiendo que tendría que volver a vendar sus brazos.

- Y a penas hace tres días lo hice.

Murmure cansado, baje las mangas de la camisa, no me detendría a reclamar a los árboles, estaba haciendo demasiado frío, además, comenzaba a nevar, y sabía que el albino me regañaría por mi inconsciencia de llegar tarde, con las muñecas lastimadas y con el clima bajo.

- Debería escribir un libro, se llamaría, "estupideces que puedes hacer, por amor". Sería todo un éxito, porque la gente idiota, como yo, se identificaria y sabrán que no sufren solos. - Dije enojado, mientras, caminaba entre hojas secas. - Agh, maldito, estúpido, pendejo... idiota.... imbécil.... arrogante.... terco.............. tierno... lindo... hermoso.... bello.... y sensual... lobo. - Me queje sacudiendo las hojas y nieve, que caían en el gorro de mi capucha.

- Sí no lo quisiera tanto, dejaría que se volviera un anciano aburrido, por estar siempre solo.

Reconocí un gran árbol en el camino, una sonrisa se instaló en mi rostro antes de comenzar a correr, y rodear el árbol.

Atravesé el pequeño río, salpicandome un poco al correr. Seguí corriendo, mi respiración se volvió un poco más errática, a distancia pude ver una conocida casa.

Al llegar a la puerta trate de regular mi respiración, toque la puerta, sin embargo, no obtuve respuesta, espere a que le abrieran, pero conforme pasaban los minutos, parecía que nadie estaba en casa.

Me recargue en la puerta, pensando en donde estaría el dueño. Suspiro sabiendo la respuesta, no me gustaba ir a ese lugar.

- Lo pagarás muy caro, maldito ruso.

Susurre parandome para dirigirme al sitio.

Tarde en llegar a ese estúpido lago, y como lo pensaba, ahí estaba él, parado en la orilla, lanzando rocas.

Me acerque hasta pararme a su lado, deje la canasta en el suelo, sonrió aún sin mirarme.

- Sí que estas enojado conmigo. - Dijo riendo.

Ambos ya habíamos aprendido a usar la marca, bueno él más que yo; así que no era de esperar que supiera mi estado de humor, además de que con sus instintos de lobo le ayudaban.

- Pudiste haberme dicho que no estarías en casa, estuve como pendejo tocando y esperando afuera. - Me agache para tomar una roca, seguido, lanzarla, haciendo que cuando hiciera impacto con el agua, esta formará pequeños círculos en el líquido.

- Lo sé, pude olerte desde aquí. - Imitó mi acción, más, su piedra llegó más lejos, antes de perderse en el agua.

- ¿Volviste a leerlo? - Pregunté, más ya sabía la respuesta.

- Sigo sin encontrar nada relevante, todo siempre lleva a lo mismo, y no logro entender el significado. - Agarro otra piedra, pero esta no la lanzó.

No encontraba que decirle, era obvio que no había nada que le consolara.

𝐞𝑙 𝑐ℎ𝑖𝑐𝑜 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑐𝑎𝑝𝑢𝑐ℎ𝑎 𝑊 𝑒𝑙 𝑙𝑜𝑏𝑜 𝑓𝑒𝑟𝑜́𝑧.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora