𝑀𝑎𝑛𝑜𝑠 𝑒𝑛𝑡𝑟𝑒𝑙𝑎𝑧𝑎𝑑𝑎𝑠.

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— Vamos, dar por lo menos bocado

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— Vamos, dar por lo menos bocado.

Negué con la cabeza ante su insistencia por comer, inclino la cuchara de madera a mis labios tratando de hacer que la ingiriera.

Hice a un lado mi cabeza evitandolo; la cabeza me daba vueltas y sentía que si comía terminaría vomitandolo.

— No tengo hambre. — Dije desviando la mirada a una esquina de la habitación.

Me acomode mejor la camisa blanca con franjas azul cielo que me había prestado.

— Sí no comer, no mejorar. — Dijo el albino mirándome.

— Me duele el estómago y me siento mareado, así que si como, lo más probable es que termine vomitando en tu cara. — Infle mis mejillas al verlo girar los ojos. — Además, no sé de qué está hecha.

Agregué mirando el plato de cerámica con diseños de flores, el cual contenía una especia de caldo con hierbas.

— Ser borsch, hacer bien para el frío y ayudar a ti con el dolor y a recuperar fuerzas. — Volvió a acercar la cuchara a mis labios, los cerré insitivamente.

Me cruce de brazos ante su insistencia.

Suspiro rendido dejando el plato en un pequeño mueble al lado de la cama.

— ¿Entonces qué querer?

Cuestionó apartando algunos de los mechones plateados que caían por su rostro.

— Simplemente no tengo hambre.

Me recosté ligeramente en las almohadas mirando al exterior, el sol comenzaba a ponerse, pintando el cielo con tonos naranjas rojizos y amarillo pálido.

Al parecer noto en donde estaba mi atención porque igual miró a través de la ventana.

- Sí querer salir tener que comer para mejorar y así salir. - Dice con una voz suave.

Lo mire por el rabillo, sonriendo ligeramente al notar que jugaba con los dedos de sus manos.

Eso me hizo recordar a un viejo hábito de nerviosismo que tenía mi mejor amigo, Canadá.

Mis amigos....

Mi familia....

¿Cómo estarían todos después de lo que pasó?

¿Los habrían arrestado por todo el alboroto que provoque?

- ¿Por qué estar triste? - Rusia me sacó de mis pensamientos al hablar.

Tenía la cabeza ladeada y me observaba con curiosidad, como si fuera un niño mirando algo nuevo.

Mis ojos se abrieron sorprendidos ante su afirmación sobre mis emociones.

Me relaje al recordar que la marca estaba vigente en mi cuello.

Suspiré rendido, de nada me servía resistirme a él, después de todo no sabía cuanto tiempo estaría a sus cuidados.

𝐸𝑙 𝑐ℎ𝑖𝑐𝑜 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑐𝑎𝑝𝑢𝑐ℎ𝑎 𝑦 𝑒𝑙 𝑙𝑜𝑏𝑜 𝑓𝑒𝑟𝑜́𝑧.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora