Había quedado con Sofi para dar una vuelta, pero se me estaba haciendo tarde, como siempre me pasaba. Habíamos dicho de irnos a las cuatro y media y ya eran casi las cinco, pero es que no encontraba mis malditas llaves.

Las estaba buscando entre los cojines del sofá como una histérica, sin resultado. Me dejé caer sobre él, cansada. Me rendía, estaba destinada a no salir hoy. Pero desde ahí sentada vi que estaban en la mesita enfrente del sofá.

Mira que era estúpida. Las cogí y salí a toda prisa.

Cogí mi bici roja, que tenía apoyada en la puerta de entrada y eché a correr a su casa intentando no matarme bajando las escaleras del porche. Encendí el móvil para ver si tenía batería, ya que ni me había acordado de cargarlo, y vi un mensaje de Rodrigo. ¿Por qué me escribía su hermano?

Oye alba

Mi hermana está muy pesada

Sal ya

VOY

🙄🙄

Uf, era molesto hasta por mensaje.

Cuando llegué a su casa dejé mi bicicleta tirada en el porche y me apoyé en la pared intentando recuperar el aliento. Tenía que hacer más ejercicio si correr de mi casa a la casa de al lado me cansaba.

Llamé al timbre varias veces y me abrió Rodrigo, mirándome con cara de fastidio absoluto.

—¿Por qué siempre me miras así? —le pregunté mientras entraba

—¿Así, como?

—Como si me odiases profundamente.

—Te odio profundamente.

Me reí y me crucé de brazos

—¿Y eso por qué?

—Eres la mejor amiga pesada de mi hermana —dijo como si eso lo explicase todo

Puse los ojos en blanco y me dirigí a las escaleras.

—¿Dónde está Sofía, de todas formas? ¿No te estaba molestando con que saliera ya?

Se encogió de hombros y subió arriba sin decirme nada más. Que maleducado. Sofi bajó segundos después corriendo como la loca que era.

—¡Alba, por fin! Venga, vámonos.

No me dio tiempo a responder, me cogió de la mano y me arrastró al exterior. Cogí mi bici y esperé a que ella cogiese la suya del garage.

Luego montamos y empezamos a bajar por la carretera.

Sofi llevaba un vestido azul de tirantes que le llegaba por las rodillas, con mariposas lilas estampadas. Los vestiditos eran su rollo. Tenía el pelo rubio y ondulado, los ojos azules y pecas. Siempre estaba sonriendo.

No se parecía en nada a su hermano, con ese pelo negro oscuro algo largo que siempre llevaba desordenado y esa actitud de odiar a la humanidad. Lo único que tenían igual eran los ojos azules.

Alba y RoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora