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Por qué

Por qué

Por qué

¿Por qué me había mandado esos mensajes?

No podía sacarmelos de la cabeza, lo intentaba, pero me era imposible.

Era lunes, había pasado solo un día desde la noche anterior, cuando me había mandado los mensajes, pero me parecían miles. El domingo no había salido de mi habitación, solo lo necesario para comer e ir al baño. Para evitarlo.

Tampoco es que me lo fuese a encontrar justo en el momento en el que pusiera un pie fuera de casa, pero por si acaso. Tampoco había quedado con Sofi. Creo que no podría volver a entrar a su casa nunca más después de esto. No podría volver a verlo en mi vida.

No sabia por qué me obsesionaba tanto. Era Ro, solo Ro. Se llamaba Rodrigo, en realidad, no ese mote que le había puesto ni siquiera sabía por qué. El hermano de mi amiga.

Ya estaba, nada más.

Nos conocíamos desde siempre, desde que éramos críos y jugábamos con coches de juguete en su piscina. Cuando Sofi era una sirena, yo una superheroína y él el monstruo que nos perseguía.

Luego, en algún momento, él empezó a amargarse un poco y a encerrarse en su mundo, y Sofi y yo también empezamos a ignorarle. Empezamos el instituto un año después que él y... no lo sé.

Pero él siempre había sido su hermano.

Na

da

más

Pero, ¿acaso yo le gustaba? Porque igual me lo estaba inventando todo sin razón. Me estaba montando películas en la cabeza por unos estúpidos mensajes que me mandó cuando estaba borracho.

Igual ni siquiera eran para mi. Seguro que no, no podía gustarle yo, era estúpido pensarlo. Le gustaría alguna chica de su curso, de su grupo de amigos, no la amiga de su hermana pequeña.

Además, en realidad, en ningún momento él había dicho que le gustase, solo que le encantaba. ¿Que se suponía que significaba eso?

—¿Qué haces? —Sofi me sacó de mis pensamientos. Estábamos las dos en la biblioteca del instituto tratando de aprendernos el tema de historia. Bueno, al menos ella lo estaba intentando— Estás como empanada.

—¿Mh? Nada.

—Ya, claro —puso los ojos en blanco— El día que dejes de sobrepensar las cosas...

—No lo estaba haciendo.

—No ni nada. Has estado los últimos quince minutos en la misma página del libro con la mirada perdida, así que ya me dirás tú en qué mundo estabas.

Tenía razón. La verdad, no entendia como podia haber gente que no sobrepensara las cosas, para mi era imposible. No podía vivir mi dia a dia sin analizarlo todo, o sin darle vueltas a si lo que le había dicho a esa persona había sonado tonto, o si me había reído demasiado alto en una conversación.

Eran cosas estúpidas de las que seguro que nadie se acordaría, nadie me prestaba tanta atención como para acordarse luego, pero en las que yo pensaba una y otra vez.

Pensaba en todas las posibilidades de absolutamente todo, trataba de imaginar mi futuro, con todos los escenarios diferentes posibles una y otra vez. Tratando de tenerlo todo bajo control habiendo analizado y pensado en todas las opciones. No sabia por que lo hacía.

Sin duda, se viviría más tranquilo y despreocupado sin hacer todo esto, pero yo no podía ni sabía cómo hacerlo. Además, sobrepensar las cosas de alguna manera me daba una sensación de control. Como si solo por pensarlas una y otra vez fuese a poder controlarlas. Como si al pensar en todo lo que podia pasar, alguna de las opciones fuese a ser correcta, y así pudiera saber como actuar en cada situación.

Aunque algunas veces era al revés, no me daba una sensación de control. Algunas veces eran las situaciones y pensamientos los que me controlaban a mi.

Como esta situación.

No podía controlarla, ni por muchas vueltas que le diera, adivinar que iba a pasar.

No sabía que iba a pasar.

Y odiaba eso.

***

El mensaje me llegó por la tarde.

Perdon

Por lo de ayer

Da igual



Pero no daba igual, claro que no daba igual

Alba y RoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora