Primero: como te conocí

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Su cuerpo aún tenía sobre él aquellas ropas negras, el bello traje que vestía le parecía tan pesado que sentía la necesidad de arrancar las prendas de sobre sí mismo.

Vagaba por aquel cuarto con la mirada detallando cada uno de los póster colgados en él, la mayoría de bandas y superhéroes, jugando con sus dedos, los cuales golpeaban su muslo. Caminó hasta sentarse en la cama y soltó una pesada respiración, se permitió cerrar sus ojos esperando que la bruma de emociones pasará de esa manera.

Escuchó unos pasos sonar dentro de aquella medio vacía habitación y abrió los ojos, encontrándose con los de su madre.

— ¿Quieres comer algo, hijo?

Él negó con su cabeza, con una sonrisa lo más amable que pudo ofrecerle.

— No, mamá, no tengo hambre ahora.

Ella también sonrió, o eso intentó, a los ojos de él fue más una fina línea que una sonrisa.

Ella asintió, entrelazando sus brazos sobre su pecho como si buscará abrazarse a si misma.

— Está bien, te dejaré solo unos momentos — ella caminó hasta quedar frente a él y besó su frente, peinó un poco sus cabellos y después salió.

Él se dejó caer sobre aquel colchón ya algo viejo, viendo el techo de lo que solía ser su habitación cuando tenía quince años. Su vista volvió a viajar por todo el lugar hasta encontrar un dibujo pegado en la pared. Esta vez decidió levantarse a traerlo, arrancandolo con delicadeza, tratando de no romperlo y acariciando el material con su mano, era un lienzo verdaderamente delgado y no era tan grande, en él se podía apreciar una tortuga, esta estaba sobre la arena, justo donde la espuma del mar y los granos de aquella se unían. Sonrió ante la bella pintura y sin poder evitarlo una gruesa y necia lagrima rodó sobre su mejilla derecha.

Escuchó un ligero golpe en la puerta abierta que lo hizo desviar la vista hasta allí.

— Parece que es momento de visitas — dijo con falsa exasperación.

El jóven apoyado sobre la madera del umbral de la puerta rió levemente, cercano a escuchar una respiración y asintió.

— Mamá está igual de triste, de hecho la casa lo esta — su sonrisa titubeó por unos segundos —. Estamos preocupados por tí.

Él asintió, siguiendo con su tarea de acariciar aquel objeto en sus manos

— No hay de qué preocuparse, Aemond, prometo que estoy bien.

Caminó hasta volver a tomar asiento sobre el colchón y eso pareció ser una invitación hacia su hermano, quien también tomó asiento pero en lugar de sobre la cama fue sobre la silla frente al escritorio. Había dado vuelta a esa misma, haciendo que el respaldo quedará contra la mesa y así poder ver a su hermano al rostro.

El silencio reinó por unos momentos entre ambos, solamente viéndose hasta que el más jóven de los dos tomó la decisión de hablar.

— Hay algo en tí, sólo dilo.

Entonces él simplemente soltó una pequeña risa y dijo: — Tengo tantos recuerdos que no sé por donde empezar.

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Those Eyes
By: New West
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La noche estaba tan despejada que la luz de la Luna era clara de ver, al igual que las estrellas en el cielo oscuro.

Él tenía dieciocho en aquel entonces, estaba vestido con un pantalón de mezclilla oscuro, una camiseta color amarillo y su rubio y largo cabello estaba peinado hacia atrás.

Remember - Aegon II TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora