P1. Capítulo 2: Preludio. Escena 1.

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Revoloteé grácilmente hacia la habitación de Moros, donde se supone que estaba alistándose.

Al entrar, lo vi sacándose su camiseta.

¡¿Qué mierda?!

¿Su piel se está... Derritiendo?

No sabría decirlo con exactitud, pero da la sensación de que lo estuviera.

Moros comenzó a buscar prendas en su guardarropa, y allí encontró un distinguido traje. Él sonrió bastante al verlo.

Me pregunto qué es lo que pasará por su cabeza en este momento. ¿Será algún regalo? ¿Le traerá recuerdos de alguna persona? Supongo que, en realidad no estoy ni cerca de poder leer mentes.

La habitación poseía poco ruido, tan solo el cantar de los pájaros y el zumbido de una abeja.

Y por supuesto, la abeja era yo.

Pero el poco ruido que había se esfumó cuando Moros se arrodilló, y comenzó a tener unas muy violentas nauseas, acompañadas de espasmos terribles.

Finalmente, tras un horrendo espectáculo, Moros expulsó una cantidad de sangre impresionante, muy poco usual para un humano.

Cáncer estomacal... Él realmente está condenado.

—¡Violeta! —Gritó débilmente.

Violeta, una de las criadas de la casa, acudió rápidamente al llamado de su amo.

La puerta de la habitación estaba abierta, y gracias a eso, pudo ver el vómito de color pardo oscuro que se encontraba en el piso.

La expresión de Violeta era exagerada. Su cara estaba pálida, y por la mueca que estaba haciendo, daba a entender que no se esperaba una situación como esta, incluso si el estado de Moros era deplorable.

—¡Llamaré a las demás criadas! ¡¿Qué necesita?!

—Dile... A los chicos... Que los... amo...

Violeta, desesperada, corrió hacia la cocina, donde se encontraba toda la servidumbre de la finca Theos.

Moros se había desplomado en el piso. La horrenda piel de su espalda estaba tocando el charco de vómito. Afortunadamente, él se había sacado su camiseta, así que no se manchó.

Me acerqué a él.

Su corazón latía, y seguía respirando.

A este hombre le queda un poco de vitalidad. Poca, pero hay...

En menos de dos minutos, la servidumbre entera estaba en la habitación de Moros.

Elizabeth y Clara se encargaron de limpiar el piso.

Violeta y Jazmín se encargaron de asear la espalda manchada de Moros, teniendo mucho cuidado con su piel.

El mayordomo, Stephan, llamó a una ambulancia.

Y un par de sirvientas que no pude identificar, ayudaron a Stephan a subir el larguirucho cuerpo de Moros a su cama.

Todo se trata de balance - Acto 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora