Habían pasado cerca de seis horas, ya eran las una de la tarde.
Moros estaba consciente, recostado en su cama. Miraba por la ventana, seguramente intentando distraerse un poco.
Behemo y Bertram habían ido a verlo hace algunos minutos atrás.
Bertram estaba llorando, y Behemo también.
La ambulancia había acudido de inmediato cuando Stephan la llamó.
Algunas enfermeras habían entrado a la habitación de Moros, y entre todas, subieron el cuerpo a una camilla. La ambulancia estaba afuera de la finca, y esperó a que las enfermeras subieran a Moros.
Stephan y Violeta también se subieron, seguramente para después informarles a Behemo y a Bertram lo que le ocurría a su "padre".
Si bien podía extender mi visión para enterarme de lo que ocurría en la clínica, quise quedarme en la finca, para recibir las noticias como si yo fuera un habitante más de este lugar.
Al mediodía, la ambulancia había retornado a la finca.
Violeta, Stephan, y Moros en silla de ruedas, ingresaron al hogar.
Ella comenzó a empujar la silla de ruedas, y se dirigió a la habitación de Moros.
Stephan citó a toda la servidumbre a una reunión, además de Behemo y Bertram, que también estaban presentes.
Entre sollozos, les comunicó que Moros no pasaba la semana. Y la reunión de hoy, probablemente sería su última tarea como Divino General.
Aquella sala era un mar de llantos, todos estaban apenados por el inminente destino de Moros.
—No quiero... ¿Por qué tiene que pasar esto?
—¡La vida es demasiado cruel!
Eran algunas de las perlas que arrojaron las criadas de Moros.
Supongo que él sufre de todas esas enfermedades por mi culpa.
Pero, ¿por qué?
Fue un fugaz pensamiento que pasó por mi mente. Aún no tengo todos mis recuerdos, ese es el motivo de porqué éste fenómeno de recordar algo a medias sigue siendo tan recurrente.
Dejé pasar esto, no sé a qué vino.
Volviendo al tema... Behemo y Bertram se habían dirigido inmediatamente a la habitación de Moros tras escuchar las palabras de Stephan, el mayordomo.
Allí estaba Moros recostado con una expresión de dolor extremo. A su lado, estaba sentada Violeta, con un rostro que lo que menos tenía era alegría.
—¿Qué pasará con la reunión? —Dijo Behemo.
—Con Stephan evaluamos la posibilidad de que sea aquí, en su habitación. Podría funcionar a modo de despedida, para que los Jefes de Distrito puedan verlo una última vez—Dijo Violeta con su mano derecha en su fina barbilla.
—¿Podrá hablar? —Preguntaba Bertram preocupado.
—La reunión será a las cuatro de la tarde. No sabemos si la situación empeorará o no, y por lo mismo no podemos postergarla, ya que los Jefes de Distrito deben de consultar este tema con él.
Bertram iba a abrir la boca, seguramente para manifestar su descontento, pero Stephan abrió la puerta de golpe. Todos, exceptuando a Moros, se asustaron.
—Violeta, el señor Brun ya ha llegado a Zeusgrad. Se encuentra a quince minutos de aquí. Necesito que empieces a preparar a las demás criadas.
Violeta asintió nerviosamente, y abandonó la habitación.
—Muchachos, creo que deberían abandonar el cuarto de Moros, el señor Brun pronto estará aquí.
—¿No podemos estar más tiempo junto a él? —Dijo Behemo ofendido.
—Me temo que no va a poder ser así. Pueden esperar a que acabe la reunión, después podrán estar el tiempo que deseen junto a él.
—Está bien. Vamos, Bertram. Dijiste que me querías mostrar ese libro, así que vayamos luego.
—¡Sí!
Y así, los dos muchachos abandonaron el lugar rápidamente.
Una hora ha pasado desde aquello, y ahora Brun espera en la sala de estar.
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Todo se trata de balance - Acto 1
Fiction généraleUn arcaico y complicado conflicto deriva en la creación de un mundo utópico, pero a su vez, azotado por las consecuencias de una macabra y fatal guerra que estuvo a punto de exterminar a la humanidad. Vestigios de aquella disidencia aparecen mucho t...