No era de extrañarse de que Brun Freim haya llegado mucho más temprano de lo acordado. Él siempre es así, intenta llegar antes por varios motivos.
—No quiero ser como mi padre. Ese imbécil era un inútil, llegaba tarde a todos lados—Lo escuché decir una vez.
Pero en esta ocasión, fue porque Brun estaba en la ciudad de Régerov.
Desconozco el motivo, pero algo me dice que es uno un tanto oscuro.
Tal y como Stephan ordenó, Brun fue recibido por las criadas Jazmín y Violeta.
Él se instaló en la sala de estar. Violeta le sirvió un poco de té, y Brun lo aceptó con una amplia sonrisa en la cara.
—Señor Brun, ¿sabe acerca de los demás? —Preguntó Jazmín.
—Sí. Esos tres payasos están en el aeropuerto de Légeria. El viejo está turisteando por ahí. El llorón está en mitad del vuelo, y aquella estúpida está en la Biblioteca Nacional.
Jazmín se sorprendió, seguramente por la forma en la que se dirigía él hacia sus colegas.
Yo también, si soy sincero. Recuerdo que la anterior generación era muy respetuosa y unida.
Aunque, debería de decir que todas esas veces, fue gracias al Glacier de turno. Por algún motivo, ese linaje siempre actúa como pegamento, es impresionante.
Pero ahora, este Glacier ha sido distinto. Le gusta más escuchar que hablar, lo cual es inusual.
—Señor Brun, ¿podría decirle a los que se encuentran en Zeusgrad, que vengan a la finca Theos?
—Claro—Brun sacó algo de su bolsillo, y parecía ser su teléfono. Tocó unas cuantas veces la pantalla, y luego se lo llevó a su oreja—. Oye imbécil, ¿puedes decirle al viejo que venga de una maldita vez? ¿Cómo? ¿Cuál de los dos? ¡¿Te parece viejo alguien que tiene treinta y nueve?! Grr, eres un hijo de puta... ¡Tan solo es nueve años mayor que yo! Además, él está en Légeria. ¡Obvio que quise a referirme a Cenycol desde un principio! Bueno, y dile a la otra tonta que venga... Tienes que estar bromeando... ¡¿QUIÉN MÁS DE NOSOTROS ES MUJER?! Cuando vuelva a Musand te reprenderé... Bien, adiós.
Jazmín miraba atónita la escena. Es un dato de conocimiento general el que los Freim sean bastante temperamentales, pero jamás imaginó que fuese tan exagerado.
Los Freim se caracterizan por eso, al fin y al cabo. Lo bueno de Brun Freim, es que al menos es responsable y comprometido con su labor. Contrario era el caso de su padre, Afelm Freim, que era un vago impuntual.
—Señorita, Cenycol Adnoort y Neenper Doow llegarán en menos de media hora—Dijo Brun serenamente, como si no hubiese gritado apasionadamente hace menos de cinco segundos.
—Vaya... Eso es un alivio—Respondió Jazmín mientras ponía su brazo izquierdo en su frente.
El tiempo transcurrió rápidamente, y Brun se levantó de su asiento.
—Disculpa, ¿podrías llevarme a la habitación de Moros?
Jazmín, que estaba sentada al frente de él, se paró, y con una voz nerviosa, dijo:
—C-Claro.
Ella le hizo un gesto a Brun para que la siguiera, y este hizo lo propio.
Me pregunto cuánto tiempo ha trabajado aquí la servidumbre. Debieron de haber memorizado cada rincón de esta extensa casa, y eso debió de haber sido una tarea titánica.
Pasados unos tres minutos, ambos se encontraban frente a la puerta de su habitación.
—Señor Brun, cuídelo, por favor...
—Claro que lo haré.
Y tras las palabras de Brun, Jazmín abandonó el lugar. Ella se dirigió a la cocina, donde se encontraba Clara, Elizabeth, Violeta, y Stephan.
Brun abrió la puerta suavemente, seguramente por si Moros estaba durmiendo.
Al entrar, vio a un débil Moros, que miraba hacia la ventana de su habitación.
—¿Interrumpí algo?
Moros se percató de la presencia de Brun. Lo miró, y emitió una pequeña sonrisa. Luego, agitó su cabeza suavemente, seguramente contestando a la pregunta.
—Ya veo... Tu mayordomo nos informó de lo que te pasaba, así que intenté venir lo más rápido posible.
Moros estaba bastante debilitado, le costaba bastante respirar, pero, aun así, se dio el lujo de hablarle a Brun.
—Gracias...
—No tienes porqué agradecerme, Moros. Con respecto a los demás, Cenycol y Neenper vienen en camino.
Él le sonrió a Brun, y con ojos llorosos le dijo:
—Qué alegría... Puedo verlos una última vez...
Brun, que estaba arrodillado frente a la cama, se paró, y volteó.
Era demasiado notorio, había comenzado a llorar, y no quería que Moros se enterase.
Pese a que los Jefes de Distrito no se llevan muy bien entre ellos, hay algo que los une incondicionalmente, y es el respeto que sienten hacia Moros.
Brun estaba mirando hacia la puerta de la habitación, evidentemente decaído y triste.
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Todo se trata de balance - Acto 1
Fiction généraleUn arcaico y complicado conflicto deriva en la creación de un mundo utópico, pero a su vez, azotado por las consecuencias de una macabra y fatal guerra que estuvo a punto de exterminar a la humanidad. Vestigios de aquella disidencia aparecen mucho t...