Advertencia: —Narrado en primera persona. —Eli x Fem!oc. —Sin relación al Webtoon.
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En estos momentos estaba detestando que mi madre tuviera un trabajo.
Y también detestaba tener una hermana menor.
No era un detesto por qué fuese mi familia, pero en la circunstancia de esta vida puedo aborrecer con mi alma que tenga estos problemas. Sobre todo, cuando se trata de mi hermana menor.
Resulta que debo estar con ella todo el día. Hasta para ir a la preparatoria.
¿Acaso no hay milagros? No es grato despertar y ver cómo mi madre me decía: Debes cuidar a Yumi, hoy la niñera está enferma y sabes que no tiene clases por la fuga de gas en su colegio.
Ahora, esas palabras arruinaron mi dulce mañana. No era el problema de cuidarla, pero era inquieta. Tan solo recordar cuando se subió a un árbol en busca de una ardilla, hizo que tuviera cinco infartos. Encima debo hablar con el profesor encargado para que me diese permiso. Qué frustrante.
Traía mi mochila en mi espalda bien ajustada, si la tenía suelta podría molestarme cuándo Yumi salga corriendo.
¡Ja! Más vale prevenir que lamentar.
Yumi tomaba firmemente mi mano mientras nos adentramos en la preparatoria, siendo vista de todos que logró ruborizar mis mejillas, maldita atención, era terrible tenerla cuándo eran cosas jugosas de manipular; chismes. O vergonzoso. Suspiré rendida, no podía hacer nada.
—Yumi, por favor, compórtate hoy. Si lo haces, te daré un premio por eso.
—¡Premio!
—Eso, premio, pero debes ser una niña tranquila y bien portada.
—Sí, hermanita.
Sonreí gustosa por sus palabras que alejé mi mano de la suya para revolver sus hebras, oyendo su risa juguetona. Tanta inocencia. Espero que siga así al finalizar el día. Me agaché tomando su diminuto cuerpo entre mis brazos, cargándola y llevándola dentro, solamente hacía esto por qué en la entrada hay muchos animales que se hacen llamar seres humanos.
—Iremos donde el profesor, luego dónde una amiga para que me pase ciertas cosas y después a nuestra clase.
—¡Okei!
Apreté mis labios, no podía detestarla, no tenía culpa que haya tenido un día izquierdo. Besé sonoramente su mejilla para seguir avanzando hasta entrar al lugar caminando con rapidez hasta la sala de profesores hasta que encontré al encargado que al verme su rostro se puso serio, sonreí nerviosa.
Ay, Dios. Si existes, dame tu misericordia.
Y se extendió la charla, le di mis argumentos. Cosa que sorpresivamente se los creyó sin duda logrando alivio. Sus advertencias eran típicas: No molestar a los estudiantes, guardar silencio, no hacer desastres. Bah, quedo clarísimo.