Capítulo VII

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"Remember what you must do

when they undervalue you,

when they think

your softness is your weakness,

when they treat your kindness

like it is their advantage.

You awaken

every dragon,

every wolf,

every monster

that sleeps inside of you

and you remind them

what hell looks like

when it wears the skin

of a gentle human."

Nikita Gill

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#ElEncuentro

Lucerys se aburre dentro de la Fortaleza Roja. Desde que le entregó su frasco con ojos a Aemond, los encuentros entre ambos se han reducido a un puñado de saludos cordiales en cenas y reuniones. El beso es un asunto diferente, escuece en sus recuerdos como si, al compartirlo, los hubiese atravesado un rayo o las llamas de un dragón hubiesen fundido sus labios. Quema. El recuerdo quema y duele, como una herida que, a punto de curarse, es abierta de nuevo por la curiosidad. Luke piensa en eso en cada momento de soledad y vigilia, cuando los ojos de sus padres y de la corte no lo persiguen como buitres.

Su tía Helaena ha sido clara: "Nadie está de acuerdo con lo que sea que quieras, o quiera mi hermano". Daemon y Laenor habían sido mucho menos sutiles, apareciendo como los justicieros padres que no había pedido nunca; el primero le recordó que Aemond sigue siendo un hijo de Alicent y el segundo, que no debía exponerse a ser ridiculizado por alguien que lo ha odiado tanto tiempo. Podría luchar, pelearse con todos, pero lo único que ha recibido es indiferencia por parte de Aemond. No puede rebatir nada a nadie cuando la persona que le interesa no está dispuesta a hacer lo mismo.

Su tío parece feliz de tener a todos sus sobrinos menores como pequeñas ladillas todo el tiempo. Aegon, su hermano, es el más entusiasta de todos, arrastrando a Viserys y Jaehaerys a las prácticas de esgrima con el Guardia Real.

Jehaera está enojada todo el tiempo, siendo excluida de los juegos por su condición femenina. Ella mira a Aemond como si estuviese viendo al sol. A veces Luke piensa que, de ser una chica, podría ser tan descarado como ella.

Puede que Lucerys tenga un poco de envidia. Antes del asunto del ojo, había compartido una agradable amistad con Aemond, empañada a veces por sus travesuras con Aegon, pero había estado bien. Años de resentimiento entre ambos, lo dejó en medio de Jacaerys y Joffrey, aislado como el punto de control de su madre. Y, cuando por fin consigue algo de atención, sus hermanos y primos la roban toda, siendo los niños más agradables de todo el reino. No puede odiarlos, se han hecho amigos en estos meses, pero al terminar el invierno serán desperdigados por el continente, buscando apaciguar a los señores más belicosos.

Quizá por eso ha comenzado a rondar los bajíos de Desembarco. Su apariencia común le facilita el moverse entre los ladrones, putas y marineros que deambulan por los distintos negocios del Lecho de Pulgas.

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