Capítulo 9: La Yaya

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Voy leyendo mis apuntes mientras Pablo me toma del brazo, de modo que cuando tengamos que parar o esquivar algún obstáculo, él tire de mí y así no me meta un porrazo con ninguna farola.

- Esto es absurdo - bufa él al rato.

- Te dije que tenía que estudiar - murmuro mirándolo de reojo.

- ¿Y si dejo que te estampes contra la próxima señal que se nos cruce? - Me reta con una gran sonrisa.

- Confiaré en que no lo harás - replico escuchando cómo mi teléfono suena en mi mochila. - ¿Lo sacas y me lo das?

- Por supuesto, ama - se queja haciéndome reír.

Me da el móvil y yo le pellizco la mejilla.

- Buen esclavo - me burlo antes de mirar mi teléfono.

Es mi padre. Una videollamada.

SOS. AYUDA. HELP.

- Oh, mierda...

- ¿Qué pasa?

- Mi padre.

- ¿Y qué?

- ¡Que estoy con un jugador del Barça!

- Soy muy guapo, ni se dará cuenta - alardea pasándome un brazo por los hombros.

- Hará preguntas - insisto. - Y no eres tan guapo - le chincho.

- Ojalá te choques con una farola - gruñe apartándose y caminando a unos metros por delante de mí.

Me río y respondo finalmente.

- ¡Hola, papi! - Sonrío y él me sonríe también.

- Hola, mi amor, ¿cómo estás?

- Bien, voy a... Hacer unos recados - miento rápidamente. - ¿Cómo estáis? ¿Se ha mejorado Rayo de su patita?

Nos pasamos un buen rato hablando, y cuando cuelgo siento que estoy más contenta y a la vez más triste. Contenta por lo mucho que me alegra ver y hablar con mi padre y triste porque le echo muchísimo de menos. Suspiro y me guardo las cosas en la mochila, mirando a Gavi, que sigue caminando unos metros por delante de mí. Casi le pierdo de vista un par de veces y he tenido que disimular otro par de veces cuando algún fan le paraba, pero ahí sigue. Me acerco y le pincho con un dedo en el costado, haciendo que él se estremezca y se gire enseguida.

- ¡Ay!

Me río por su reacción y él me sonríe.

- ¿Tienes cosquillas? - Me burlo chocando su hombro con el mío.

- Muchas, así que estate quita - advierte señalándome con un dedo.

- Pienso aprovechar esa información en un futuro - me sigo riendo y él rueda los ojos.

Seguimos jugando y burlándonos el uno del otro durante el resto del camino. Su abuela vive lejos, pero él ha insistido en ir caminando. Pero por suerte, al fin llegamos a una calle cuyas casas se nota que son más antiguas y que se ven anticuadas desde la fachada. Él toca en la puerta de una pequeña casita blanca, y me fijo en que la pintura está algo desconchada. Me muerdo el labio con nerviosismo, siendo consciente por primera vez de que me voy a presentar ante la abuela de Pablo. En serio, ¿yo qué tengo que ver aquí?

Una anciana de pelo blanquecino y corto nos abre la puerta, y en cuanto ve a su nieto, su rostro arrugado se ilumina por completo. Se abraza a su cuello y le llena el rostro de besos mientras le dice lo guapo que está y lo mucho que ha crecido. Yo miro en silencio y con una pequeña sonrisa. Aprovecharé cada mote que use su abuela para reírme luego de él.

Imprudente // Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora