Epílogo

2.5K 94 23
                                    

Barcelona, 2032.

Busco las llaves de casa, y me cuesta dar con ellas más de lo que me gustaría admitir. Pero en mi defensa diré que nos acabamos de mudar a esta casa y todavía me cuesta reconocer la llave. Al fin doy con ella y abro, sonriendo victorioso. Dejo las cosas en la entrada y voy al jardín directamente, donde sé que Mimi estará muy probablemente. Desde que vivimos aquí se pasa las tardes en la piscina o tomando el sol.

Pero no la encuentro ahí. Así que regreso a dentro y voy al salón, y esta vez sí acierto. Está acostada de lado a lo largo del sofá, con la cabeza apoyada en un cojín. Está viendo una serie que tiene ya bastantes años, pero que no se cansa de repetir una y otra vez. "El Príncipe", se llama, si no recuerdo mal.

- Hola, cariño - saludo entrando al salón.

Ella gira su cabeza y me sonríe. Hoy parece cansada, cosa que no me extraña mucho. Demasiado bien estaba llevándolo todo últimamente.

- Hola, Pablo - responde cuando me siento al borde del sofá. Se incorpora y me un dulce beso. - ¿Cómo está el señor Eurocopa? - Se ríe, haciendo referencia a que hace poco la selección española ganó la Eurocopa. Creo que nunca la he visto más feliz.

- El señor Eurocopa está genial - contesto abrazándome a ella y recostándome en el sofá con mi hermosa esposa. - ¿Y tú qué tal, amor?

- Muy bien. Ya apenas tengo pacientes. Perla no quiere que trabaje mucho así que está derivando a la mayoría de ellos a la otra psiquiatra mientras yo estoy así - me cuenta tranquilamente, acomodándose encima de mí y apoyando la cabeza en mi pecho.

- Tu secretaria te cuida mucho - observo bastante tranquilo por ello.

- Perla es un amor - sonríe y cierra los ojos. - Estoy reventada, no puedo más - protesta haciendo un puchero con sus labios.

- Bueno, creo que a veces se te olvida que estás un poco muy embarazada - bromeo besando su cabeza.

- Es que tu hija se mueve mucho, joder - sigue quejándose, llevándose las manos a su abultado vientre.

- Ya son ocho meses - murmuro pensativo. - ¿Sólo queda un mes? - Exclamo, mirándola.

- ¡Sabes matemáticas! - Se burla, rodando los ojos. - Sí, genio, queda un mes - añade con sarcasmo.

- ¿Cómo la vamos a llamar? Yo soy muy malo con los nombres.

- Y yo, la verdad - admite riendo. - He pensado en Sandra.

Lo pienso unos momentos. Es un nombre bonito, pero con mucha carga emocional para ella y para mis suegros. No quiero ponerle así a mi hija si eso va a traerle malos recuerdos a mi mujer. No sé, creo que hay otras opciones más plausibles.

- ¿No será duro para ti? - Pregunto con cautela.

- No. Sandra está bien. A ella le gustaría y, así, todo el dolor que acarrea ese nombre sería sustituido por mucho amor - dice tranquilamente. - Si la llamamos así, a partir de ahora, Sandra no implicaría dolor y malos recuerdos. Borraría todo para empezar a escribir la historia de nuevo, donde Sandra es nuestra hija y no mi madre biológica.

- Yo sólo digo que el nombre es bonito, así que, si tú estás bien llamándola así, no me voy a quejar. Además, sería un bonito homenaje a ella, ¿no crees?

- Lo cierto es que sí - sonríe y besa mis labios castamente. - Entonces Sandra, ¿no?

- Sí - asiento acariciando su vientre. - En un mes tendremos a Sandra en nuestros brazos - comento muy ilusionado.

- Sólo un mes... ¿En qué momento han pasado los otros ocho?

- Ni idea, amor - niego con la cabeza y hago memoria. - ¿Y en qué momento hacen ya diez años desde que nos conocemos?

- ¿Ya son diez años? - Chilla mirándome alarmada. - Hostia, pero si es verdad - dice después de contar mentalmente. - Y nuestro aniversario de boda es ya mismo también.

-Tres años... Cómo pasa el tiempo - suspiro pensativo.

- Y cómo cambian las cosas - añade ella, sus ojos azules clavándose en mí. - Lo único que es igual es que tú estás en el Barça.

- Sé de otra cosa que es igual...

- Sorpréndeme - me reta sonriendo.

- Seguimos amándonos de la misma manera... De forma loca, abundante y temeraria.

- Si no cometemos una insensatez a cada rato, ¿qué gracia tiene la vida? - Se ríe, mordiéndose el labio.

- Tienes razón - beso sus labios y la abrazo con fuerza. - Todo es más divertido siendo imprudente de vez en cuando.

Imprudente // Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora