Capitulo VIII: El festín de las ratas

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Había sido un fastuoso camino, terrible, aguas agitadas y kilómetros de tierra en carrosas que no avanzan lo suficientemente rápido; el camino pedregoso no hacía más que incrementar la incomodidad. Los saltos y el crujido de las ruedas eran tan incesantes como los llantos de sus hijos cuando se turbaban por el camino. No podría quejarse de las comodidades e incluso podría argumentar que el clima era agradable, o lo sería de no ser por el calor abrazador dentro de la cabina. La razón del aparente cambio en temperaturas era un misterio, uno que ahora resultaba minúsculo, aquellas molestias acabaron en el momento que fue anunciada la llegada. Aun con eso, pasando las puertas de la ciudad no fue mejor; ahora lo que incomodaba era el barullo de las calles externas. Gritos jubilosos, canciones y olores arrasaban con los sentidos, la princesa por un momento pensó que aquella situación empeoraba su estado de gravidez; las náuseas la atacaban como el olor a especias del comercio de la calle aledaña al camino, vomitó sobre uno de los cubos en la carroza. Pensó por un momento en lo maravilloso que hubiera sido poder llegar en lomo de dragón, como fue informada que podría, por un momento maldijo su estado que le impidió hacerlo.

En la caravana de los tres príncipes solo era Jacaerys quien parecía perturbado por el ruido, no había dormido bien y los pasos de sus hermanos menores no era de ayuda. Joffrey y Lucerys fueron otra historia, se sobre estimularon, claro, pero ellos estaban más curiosos por ver en los espacios de las rejillas que tapaban las ventanas. Quedaban maravillados por los colores, puestos y bailes de las personas comunes, no capaces de admirar todo por completo les quedaba llenar los espacios restantes del motivo de aquellas actividades; incluso por segundos escucharon las canciones de un trovador al que una gran parte del pueblo escuchaba atentamente, acordaron preguntar a su madre la razón y siguieron mirando. Solo una de sus primas viajó con ellos, descansaba tranquila en su transporte personal mientras se arreglaba para la llegada, esperaba poder ver a su hermana, que si no se equivocaba estaría por llegar junto a sus abuelos.

De a poco las canciones y murmullos se suavizaron hasta no escucharse, advirtieron las pezuñas de caballos, las zuelas de los soldados detenerse, así como el atranque de las ruedas y los sordos pasos de un hombre hasta sus puertas.

– Su majestad, la princesa Rhaenyra de la casa Targaryen, hija del rey Vicerys el primero de su nombre, rey de los siete reinos; heredera del trono de hierro – la anunciaron mientras salía de su guarda –, y su esposo; el príncipe consorte Daemon, de la casa Targaryen. Los hijos de la princesa, los príncipes Jacaerys, Lucerys y Joffrey de la casa Velaryon; la hija del príncipe la princesa Rahena de la casa Targaryen y el hijo menor de la princesa y el príncipe, el príncipe Aegon de la casa Targaryen.

Los príncipes y princesa fueron anunciados una vez estuvieron de pie junto a sus padres pues habían bajado con antelación a sus nombramientos. Sobre la glorieta de recibimiento estaba el príncipe del paraje, se acompañaba únicamente por su primo mayor y ambos sonreían como era su costumbre. En el momento que estuvieron todos en sus sitios, el próximo monarca dirigió sus pasos a la familia para saludarlos correctamente, la mano atrapada en el cuero alcanzo en primer lugar la de la princesa, sobre la cual respetuosamente deposito un beso, después dio un fuerte apretón al esposo que le veía molesto y que quizá lo regreso con excesiva efusividad. Con los niños no hizo distinción, así como fue con él bebe, fue con el mayor, aunque Jace extendió su mano para imitar al príncipe canalla, recibió una revuelta de cabello, que molesto percibió como pasaba con el resto. A la única a la que se le trató diferente fue a la chica, como lo marcaba el decoro y sus primas lo obligaron a aprender le saludo con un elogio y reverencia.

– Espero el viaje haya sido de su agrado – sonrió cordial –, me disculpo por el ruido y los inconvenientes de la ciudad, mi gente suele exaltarse mucho en los festejos, durarán todo lo de la boda y tal vez un par de semanas póstumas, dicen que cuando mi padre se casó siguieron con el festejo en todas las sedes de la corona hasta dos meses después. Si sirve de algo, la cacería será en un entorno más privado. Si tuvieran la bondad de seguirme.

House of Rex || House of the dragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora