Suiza

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Piper sólo había viajado antes en un par de ocasiones: la primera un breve fin de semana a París con un grupo de compañeros amontonados en un vuelo chárter; y la otra durante unas vacaciones con sus padres, cuando era adolescente.

El lujo de la cabina de primera clase asombró a Piper, alguna vez viajo con sus padres, pero nunca asi, había bastante lugar para estirar las piernas frente a ella y una atenta azafata cogió el abrigo de Diane y lo colgó en un pequeño armario, Piper apenas tuvo tiempo de observar lo que la rodeaba y de abrocharse el cinturón de seguridad, cuando despegaron. Después de un breve refigerio, Piper se quedó dormida, lo siguiente que supo era que Diane la sacudía con gentileza para advertirle que pronto aterrizarían, la rubia se sintió culpable, ella era la que tenia cuidar de Diane, no a la inversa.

—Lo siento, no debí quedarme dormida. Diane la miro con cariño.

—Era lógico que durmieras, trabajas hasta muy tarde, me alegro que al menos hayas descansado. Palmeo una de sus manos

—De todas formas, no debí hacerlo, siendo un viaje relativamente corto no entiendo cómo me quede dormida. Se reprocho....

El avión aterrizo y fueron de las primeras en bajar y pasaron pronto por la aduana, aunque Diane le había advertido que el clima era más cálido en Suiza, Piper no estaba preparada para la ola de calor que la envolvió al salir a la calle, Diane se río.

—Wow, si que hace calor. Piper sintió el aire caliente envolver su rostro.

—Le llega a uno como un golpe, ¿verdad? Pero no te preocupes, ya te acostumbrarás, en la casa de Gruyeres tenemos aire acondicionado, ah mira, ahí está Henry, ven por aquí. Piper la siguió en silencio hasta el coche negro. — Qué espantoso, ¿verdad? Exclamó Diane, arrugando la nariz. —Alex se niega a viajar en este vehículo, dice que le hace sentirse como alguien de la mafia. Piper comprendía su punto de vista y la impresión se reforzó al ver al chófer uniformado. Era alto, de físico imponente y cabello negro, pero cuando sonrió, se desvaneció la impresión amenazadora de sus facciones, saludó a Diane con tanto afecto que Piper se reprochó su imaginación exagerada:

—Señora Brown, bienvenida. De inmediato el señor Keller tomo las maletas y las de Piper

—Gracias Henry, mi asistente la señorita Piper Chapman.Henry le sonrio asintiendo con la cabeza. —Ve por la ciudad por favor Henry. Le indico Diane cuando cerró las puertas. — Es la primera visita de Piper y quisiera que viera algo de Suiza. Al oír su suspiro Diane preguntó:

—¿Te sientes bien, Piper? No te preocupes, ya casi hemos llegado, ya solo falta un kilómetro. Sonrió al ver el rostro iluminado de la rubia.

—Si de maravilla, todo es..., tan hermoso. Lo que no había mencionado Diane era que ese kilometro era la distancia de los límites de su propiedad; algo que Piper descubriría en los proximos  días, le maravillaron los jardines cuando el coche se detuvo frente a unos impresionantes portones de hierro forjado que se abrieron como por arte de magia y el coche entró hacia una casa de piedra gris oscura.

—La casa fue construida por un antepasado de mi primer marido, hacia 1800. Explico Diane. — Algunos dicen que consiguio la fortuna  al comerciar con armas durante la revolución. Diane se interrumpió y se dirigió al chófer. —Gracias, Henry;  dile a Ruth que ya hemos llegado; estoy segura de que Piper querrá comer y beber algo, más tarde tendré que pedirte que me lleves de regreso a Suiza, primero quiero llamar al hospital, ah, y por favor dile a Ruth que venga quiero que le enseñe a Piper su habitación, yo iré a la mía voy a descansar un poco.

Seras miaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora