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Tuvieron casi una semana para estar juntas y sin tener que pedir la autorización de Diane, Alex puso como pretexto que Piper era primera vez visitaba a Suiza y ella tenía el tiempo para llevarla a conocer la región.

—El mejor tiempo para pasear es en otoño, se ha comercializado mucho, pero todavía quedan algunos sitios encantadores, recuerdo que cuando era niña, mi familia iba a Lucerna en verano. Sonrió al recordarlo. —Sólo mi padre se quedaba en la ciudad. Piper trató de protestar y decir que estaba ahí para trabajar, pero Diane la contradijo. — Piper, si tienes que trabajar, entonces también tendré que hacerlo yo, hemos logrado tanto ya, que siento que me merezco un descanso, si te niegas, me harás sentir culpable, después de todo, no has tenido un día libre entero desde que empezaste a trabajar conmigo.

—No me puede negar que al menos si he salido. Diane rodo los ojos.

—Alex llévate a esta niña ya por favor, yo me iré a visitar unos amigos y de paso estaré con Han, diviértanse y procuren no llegar muy tarde, Alex. Le apunto con un dedo. —Te hago responsable, cuídala, que otra como ella no encontraremos. Rieron las dos.

—Claro mama, nos vamos Piper, la llevaré a cenar Rosti, no puedes visitar Lucerna sin probar su especialidad Piper.

Aunque Piper podía haber argumentado que su trabajo  era tan arduo como el normal de una oficina, más adelante, reconocería que el corto tiempo que estuvieron juntas, le pareció frágil y pasajero.

Se reían, charlaban, pero nunca hablaban del juicio o de los hechos que condujeron a él. ¿sería porque temían pisar un terreno que las dos sabían que no era seguro? Piper rechazó ese pensamiento, no tenía sentido destruir el presente por cosas del pasado, pero era el pasado el que daba la base para el presente y el futuro, reflexionó Piper con inquietud.

Alex había conducido a una parte remota de la costa, el último día de su estancia, no había playa ni arena, sólo enormes losas labradas en la roca por las olas. Al otro lado de una montaña, se encontraba una pequeña aldea pesquera, Alex le compró un colgante con la forma de concha de mar tallado en marfil por un antiguo marinero, amarillenta por los años, se trataba de un recuerdo amoroso, con la letra "L" labrada con pequeñas flores y hojas. ¿Cuál habría sido su nombre? ¿Luisa? ¿Laura? ¿Lucía? Eso nunca lo sabría, pensó Piper al tocarla, se lo puso con una fina cadena de oro que Alex también le compró.

—Gracias Alex, esta preciosa. Alex tomo su mano para caminar juntas.

—Me gusta en tu cuello, ven, todavía hay mucho que ver......

Mas tarde  tomaban un aperitivo, Alex se le quedo viendo a Piper, con el color de su vestido sus ojos se veían aún más azules.

—¿Que? Pregunto la rubia al sentirse un poco intimidad por la penétrate mirada de Alex.

—Tienes un para de zafiros que es imposible ignorar Pipes. Le sonrio.

—Gracias, creo que los herede de mi..... papa. Bajo un poco la vista. Alex se apeno.

—Discúlpame no quise... Piper negó con la cabeza.

—Esta bien, no pasa nada, tengo la esperanza que algún día volverán.

—Pipes, háblame de ellos, de tus padres. Piper soltó un suspiro.

—Mis padres ambos son médicos, y digo son porque se que están ahí, en algún lugar. Alex tomo su mano alentándola a continuar. —Entraron en el programa de médicos sin fronteras, cada año viajaban por seis meses, siempre volvían a casa a pasar navidad y año nuevo conmigo, continuaba con su trabajo en el hospital y volvían a salir así lo hacían hasta que...

Seras miaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora