Una Tregua

326 49 20
                                    



—No Alex, no creo que debas decirle nada ahora, la pobre niña está aterrorizada, espera unos dias....


Así que ella tenía razón, pensó Piper, Alex se había opuesto a que estuviera allí, pero su madre trataba de convencerle de que no le dijera nada, su primera reacción fue entrar y anunciar su renuncia, pero eso la lastimaría a Diane, ella le había demostrado una bondad infinita, y eso no sería justo, además la necesitaba.

Se aferró a esa idea cuando entró en la habitación evitando mirar a Alex a los ojos, cuando al fin lo hizo, se sorprendió al ver que se había cambiado de ropa y llevaba un traje casual, se puso de pie al verla entrar, ella debía tener todavía su habitación en la casa.

Oyó que Alex le preguntaba qué le gustaría tomar y debió contestarle algo, porque unos minutos después le entregó una copa con jerez.

Al extender el brazo para recibir la copa, sus dedos se rozaron, la impactante sensación que recorrió su cuerpo hizo que soltara un leve quejido; no podía mirarle a los ojos sabiendo la burlona mirada que encontraría, se dijo que era peligroso profundizar demasiado en el significado de esas sensaciones.

—¿Qué le parece trabajar para Diane, señorita Chapman?

—Piper ha sido extraordinaria, y me ha ayudado a organizar el baile. Interpuso Diane, y Piper vio que Alex fruncía el ceño.

—Pensé que Amelia te ayudaría con eso. Tenía un aspecto temible cuando fruncía el ceño y a Piper no le sorprendió oír el tono lisonjero en la voz de su madre cuando comentó:

—Alex, ya sabes cómo es ella, creo que no se dio cuenta del trabajo que suponía ese compromiso, tiene buenas intenciones, pero es demasiado joven.

Piper pensó que la desaprobación de Alex se debía a su desconfianza y aversión por ella como suplente de Amelia y se asombró al oír que ella decía en tono cortante:

—Pero si Amelia es casi de la misma edad que Piper, y  trabaja demasaido segun veo, lo malo de Amelia es que está muy mimada... Termino diciendo Alex.

—Sí, supongo que así es, pero es inevitable, la madre de Amelia murió cuando ella tenía dos años. Le explicó a Piper. —Y su padre la idolatra, me temo que una sucesión de caros internados no es el mejor medio para educar a una niña,  ¿Qué van a ver esta noche Alex? No lo recuerdo.

—No lo sé, Amelia lo arregló todo. Piper se alegró cuando llegó la hora de pasar a cenar y dejó su copa de jerez casi sin tocarla.

—¿No te ha gustado Piper? Preguntó Alex. No pudo evitar sonrojarse. ¿Habría algo que se le escapara?

—Está muy bien, solo que no acostumbro beber. Repuso levantando la barbilla y mirándole a los ojos por primera vez desde que bajó.

—Un poco no hace daño. Le guiño un ojo.

Sus ojos tenían un color asombroso: primero verde claro, luego oscuro, pasando en unos instantes de un tono al otro, eso la dejó fascinada y se olvidó de lo que hablaba, tenía unas pestañas gruesas, negras y abundantes, sus ojos se iluminaron cuando empezó a sonreír y Piper se dio cuenta de que le estaba mirando fijamente, reaccionó y empezó a hablar atropelladamente, lo que hizo sonreír más a Alex.

—Vamos, ustedes dos. Reprendió Diane. —Galina ha preparado un soufflé y se pondrá furiosa si la hacemos esperar.

Piper pensó que madre e hija la ignorarían durante la cena, pero para su sorpresa, tanto ella como Alex la incluían en su conversación, se preguntó si ella trataría de ponerla en evidencia.

Seras miaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora