4.

112 9 0
                                    

Marina no soportaba quedarse en su casa.
Odiaba tener que ver a sus padres.
Ella y Johanna salían a caminar y a pensar ¿por qué?
Esa pregunta los atormentaba a todos.
Un porqué.
Porqué y porqué.
¿Por qué el cielo es azul?
¿Por qué el sol brilla así?
¿Por qué todos se arrepentían cuando ya era tarde?
¿Por qué respirábamos?
¿Por qué nos lastimábamos?
¿Por qué?
Algunas cosas no tenían una respuesta que fuera correcta para todos.
Marina, por ejemplo, pensaba que si nos lastimábamos era porque somos estúpidos, respirábamos porque así era nuestro cuerpo y nos arrepentíamos ya tarde porque éramos estúpidos. Los humanos éramos unos idiotas.
Johanna, en cambio, pensaba que todo era diferente en cada persona.
Si nos lastimábamos era porque no encontrábamos nada que nos hiciera sentir vivos. Siempre nos lastimábamos y nos nos dábamos cuenta, o si lo hacíamos, pretendíamos que era porque así lo queríamos.
El hecho de respirar, nos mataba. Bastante paradójico.
El aire estaba contaminado, nos mataba. Pero, aparte de eso, el aire fresco, nos hacía daño. Nunca lo veíamos, mientras más respirábamos, más moríamos. Cada día más de vida ¿era uno más o uno menos?
¿Qué era lo bueno?
¿Qué era el bien? ¿Qué era el mal?
Marina pensaba que todo era malo hasta que le veíamos lo bueno.
El cigarro era malo, hasta que descubrías lo relajado que puede hacerte sentir. Las drogas eran malas, hasta que descubrías que pueden hacerte muy feliz. El alcohol era malo, hasta que descubrías que este mismo puede hacerte olvidar.
Johanna pensaba muy diferente a su hermana. Todo era como lo quisieras ver tú.
Eso lo aprendió con el tiempo, y Marina lo descubriría igual.

Una mañana, Johanna ya no estaba.
Se había ido.
Y Marina se quedó sola.

Decidió comenzar a hacer algo con su vida, algo más que observar gente. Decidió, entonces, saber qué pensaban.
Se sentó en un parque, y ahí comenzó. ¿Qué tan diferente podemos ser?
Primero comenzó con un adolescente. Para su sorpresa, sus pensamientos estaban ahí, fáciles de leer.
Pensaba en su novia, una chica hermosa, pero triste. Aquel chico, pensaba también en su familia, estaban tristes. Su madre acababa de morir. El chico iba con una pequeña, él iba sonriendo y riendo, y ella igual. Marina, entonces, intentó saber en que pensaba la pequeña.
Solo tres años.
No pensará en nada complicado.
Marina ni siquiera lo pudo saber.
Era como si aquella pequeña supiera mucho, demasiado, pensara tanto que Marina ni siquiera pudo entrar. ¿Por qué? ¿No sería más simple entonces?
¿No era todo fácil a los tres años?
Cuando al fin logró entrar, empezó a ver como la niña veía.
La pequeña no veía a un hermano feliz.
"¿Por qué piensan que soy estúpida? ¿Por tener tres años? Mamá murió, mi hermano está triste y lo obligan a traerme a un parque lleno de personas falsas para que yo no sospeche? No puedo hablar bien, ni expresar lo que siento del todo. ¿Podré hacerlo cuando crezca? ¿Cómo será todo?"
La niña de tres años pensaba mejor que todos. ¿Será que cuando hablamos del todo nos preocupamos por hablar y no por pensar?

MarinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora