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Hace 17 años

Un silencio llenaba por completo la pequeña casa de las afueras de la ciudad. Dentro una pequeña niñita jugaba con un peluche de pingüino, estaba sola, pero ya no le importaba.

Escuchó la manija de la puerta, se levantó y asomó a la puerta. Vió a su padre entrar junto con un olor de cerveza que llenó cada rincón de su hogar. Se regresó al tapete en el que estaba jugando.

– Aiko! – escuchó a su padre toser – ven hija te traje algo!

Fue hasta él y le entrego una bolsa de plástico, dentro tenía bolsitas de frituras, gomitas y un par más de chucherías. La pequeña lo tomo.

– Gracias papi

Se fue a la cocina, se sirvió un vaso de agua y se puso a merendar. Así solía ser siempre, a veces traía pizza de microondas, salchichas, pastas instantáneas, en general comida rápida. Aiko había subido algunos kilos, pero no era algo que le preocupara a una niña de 6 años. Tampoco le preocupaba haber dejado la escuela después de que falleció su madre.

El señor Igarashi a veces ni siquiera llegaba a casa. Aiko aprendió a más o menos atenderse ella misma y así creció durante un año, hasta que su padre pareció deshacerse de ella entregándola a otro señor.

Aiko no entendía lo que pasaba, solo sabía que quería volver a su casa. El hombre con el que ahora vivía parecía amable, al menos eso pareció al inicio, le daba comida de verdad y jugaba con ella, inventaba juegos y la pequeña se divertía con él. Juegos como "la modista" o "los doctores" requerían que se desnudara frente a él, la tocaba y acariciaba pero Aiko nunca trató de detenerlo.

Después dejó de ser tan amable, la jalaba y sujetaba, le decía cosas que ella no entendía, pero no le gustaba.

A los 10 años Aiko pasó a otra persona, terminó en el hogar de un hombre grande, en más de un aspecto,  tenía canas, un estómago prominente y su casa era igual de enorme. Le regalaba ropa, juguetes, incluso le regaló un perrito. Eso la hacía feliz, al menos por un rato.

Cuando la niña pasó a ser una jovencita de 13 años el cuerpo le cambió, obtuvo curvas prominentes, comenzaron a darles pastillas hormonales y el señor, que había aprendido a llamarle Hayazaka, empezó a llevarla a lugares con sus amigos. La tocaban de maneras que no le eran nuevas, la veían de formas ya conocidas y a veces amanecía con diferentes de sus amigos, para después volver con su "dueño".

A los 16 comenzó a conocer más mujeres como ella, algunas de su misma edad y otras mucho más grandes que ella. Esas mujeres le enseñaron algunos trucos y le dieron consejos que puso en práctica cuando Hayazaka le empezó a dar algo de libertad. Tuvo más de una oportunidad de huir... Pero nunca lo hizo porque no sabría por dónde comenzar y porque a pesar de todo le gustaban las comodidades que le brindaba su "dueño".

Una noche apostando el señor Hayazaka llevaba una buena racha, estaba feliz y embriagado de todas las victorias que había obtenido esa noche y gracias a esta euforia terminó apostando a Aiko, y perdió.

Así en sus 18 años cayó en una red de traficantes, que no dudaron en tratarla como menos que un animal, poco más que mercancía para llevar y traer a su antojo.

Ahí descubrió su segundo quirk, uno de los guardias se le encimo más de lo que debía, lo arañó en la cara y un golpe de escenas recorrieron su mente. Experimentó unos días con algunas personas, hasta que lastimó en el pecho a uno de los escoltas y vió varios días atrás, solo para descubrir más de un asesinato brutal de varias de sus compañeras. No quiso volver a probar ese quirk.

Siguió creciendo sin tener muchas motivaciones, sin esperar mucho del mundo exterior ni de la gente que la rodeaba, tenía un par de amigas pero muchas de ellas desaparecían de su lado y en casi todas las ocasiones nunca averiguaba la razón.

Y pensó que así sería el resto de su vida. Hasta que un grupo de héroes desmantelaron el grupo criminal en el que Aiko estaba y para su desgracia se enamoró de uno de esos héroes.

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