¿Torpeza o mala suerte? Cualquiera de las dos opciones son válidas para que el destino haga de las suyas y junte a dos almas.
Pareja principal: Bajifuyu
Mención y aparición de otras parejas.
ACLARACIÓN
*Los personajes de Tokyo Revengers no son de mi...
Levantó el pequeño cuadro que cayó boca abajo cuando dejó las llaves en el aparador de la entrada. Tenía que cambiarlo, pues el cristal terminaría cediendo a las constantes caídas y la foto en su interior se dañaría.
—¡Estoy en casa!— gritó quitándose los zapatos sin tanta dificultad.
—¡Bienvenido!— le respondieron desde la cocina.
Olfateó el aire y una sonrisa se dibujo en su rostro, que luego se borró de inmediato. Colocó sus zapatos rápidamente y salió del apartamento como alma que lleva el diablo.
Volvió después de una hora, más cansado que nunca, pero con la conciencia limpia.
—Bienvenido otra vez— dijo Chifuyu con una pequeña sonrisa en el rostro—. Te he dicho que si lo olvidas, no es necesario que regreses a comprar algo.
—Tenía que regresar. El regalo ya estaba comprado, sólo lo dejé en la tienda— dijo abriendo sus brazos para albergar en ellos al pelinegro más bajo. Necesitaba cargar energías luego de un largo día.
—Eres un mal mentiroso— reprochó el menor mientras era envuelto con el abrigo de Keisuke.
Estuvieron un largo rato abrazados, en completo silencio hasta que el estómago del mayor hizo un estrepitoso ruido dejando en evidencia lo hambriento que se encontraba. Chifuyu estalló en carcajadas escondiendo el rostro en su pecho, a la vez que Keisuke le reclamaba por reírse.
—Mi terrible jefe hizo que me quedara haciendo horas extra por un papeleo atrasado— comentó apoyando el mentón sobre la cabeza del pelinegro.
—Tu terrible jefe te dijo que lo hicieras la semana pasada, y que no lo dejaras para última hora como siempre— comentó Chifuyu frunciendo el ceño—. Y corta ya con eso de dejarme como un mal jefe, sólo te pedí que hicieras bien tu trabajo.
Keisuke lo llamó gruñón, mientras lo liberaba de su abrazo, pero sólo para cargarlo con un costal de harina sobre su hombro. Chifuyu reclamaba moviendo brazos y piernas para que lo pusiera de regreso al suelo. Eran años junto al mayor, que sabía perfectamente cómo terminaría aquello, y no se había esmerado en preparar la cena para terminar comiéndola fría como siempre sucedía cada vez que Keisuke le cargaba así hasta el cuarto.
—¿No puedes esperar a que comamos algo? Hice tu comida favorita— reclamaba Chifuyu mientras Keisuke iba desnudándolos a ambos.
—Tú eres mi comida favorita— murmuró antes de mordisquear uno de sus pezones.
No le quedó más remedio a Chifuyu que rendirse.
Chifuyu acomodó la manta mientras observaba las luces nocturnas de la ciudad, sentado sobre el balcón de su apartamento. Keisuke llegó con dos platos, pasándole uno antes de dejar un beso en su cabeza.
—¿Qué tanto piensas?— preguntó el mayor sentándose a su lado.
—Hay una pregunta rondando en mi cabeza— dijo para echarse un poco de comida recalentada a la boca—. ¿Por qué siempre nuestros aniversarios lo celebramos a la inversa? Estoy seguro que todos comienzan con la cena y terminan haciendo el amor.
—Porque eso es lo tradicional. No me gustan esas cosas— respondió encogiéndose de hombros.
Chifuyu apoyó su cabeza sobre el hombro de Keisuke, tomándose su tiempo para masticar la comida que aún mantenía en su boca. Esos eran los pequeños momentos en que su vida no era tan caótica, y se sentía tan bien. Recordó todo lo que tuvo que recorrer junto al mayor para llegar a ese punto. Después de que Kazutora intentara matarlo una vez más, tuvo motivos suficientes para aceptar la propuesta de Keisuke de comenzar en otro sitio desde cero, pero no se conformaría con un simple cambio de ciudad. Si iban a iniciar una vida nueva, sería en un sitio donde Kazutora no podría seguirlos. Tuvieron que esforzarse al máximo para conseguir el dinero suficiente para largarse de Japón y trasladarse a lo que consideraron sería un país neutral para comenzar una vez más: Canadá. Allí iniciaron con un pequeño y humilde restaurante de comida japonesa, que les daba los suficientes ingresos para sobrevivir el día a día. Poco a poco y con mucho esfuerzo, lograron sacar adelante dicho restaurante hasta convertirlo en uno de los más concurridos de la ciudad. Con el dinero que ganaron lograron continuar con sus estudios, y así abrir también una pequeña veterinaria. Fueron años muy difíciles para el dúo, pero lo habían conseguido.
—¿Puedes darme tu mano?— preguntó Keisuke sacándolo de sus pensamientos.
Chifuyu pasó el plato a su otra mano para extenderle la que había liberado. Keisuke dejó una pequeña cajita de terciopelo sobre ella. El menor no tenía palabras para lo que tenía frente a él.
—Sé que tardé mucho tiempo en hacer esto, pero quería esperar la oportunidad perfecta para hacerlo— dijo abriendo la cajita revelando un hermoso anillo de plata—. No importa cuántos años pasen, mi corazón sigue latiendo tan rápido como aquel día en que me atreví a ir tras de ti para preguntar tu nombre y terminamos en un hospital con huesos rotos.
—Gran detalle de tu parte en poner el grabado de unas escaleras en el anillo— dijo Chifuyu entre lágrimas observando la sortija—. Creí que esto no era necesario, después de todo lo que hemos vivido.
—Tengo que asegurarme de que si me terminas por alguna idiotez de mi parte, te sea más difícil deshacerte de mí— dijo limpiando sus lágrimas con delicadeza. Tomó el anillo entre sus dedos—. ¿Quieres casarte conmigo?
Chifuyu asintió con su cabeza. Keisuke colocó el anillo en su dedo anular para terminar besando su mano. El menor se lanzó a sus brazos llorando desconsoladamente. Baji estaba seguro que habían pasado unos cuatro años desde la última vez que había escuchado a Chifuyu llorar como niño pequeño. El pelinegro solía mantener un estado anímico feliz casi todo el tiempo, y en determinadas ocasiones estar muy enojado.
El teléfono de Chifuyu interrumpió el momento emotivo cuando comenzó a sonar ruidosamente por varios mensajes. El hombre leyó las notificaciones y comenzó a reír.
—Mikey y tú piensan tan parecido que a veces me dan escalofríos— dijo mostrándole las fotografías que Takemichi había mandado al grupo de su anillo de compromiso—. Por cierto, Hakkai y Mitsuya estarán en la ciudad la próxima semana por sus agendas, ya les dije que los recibiríamos en el restaurante.
—Demasiada información para mi cerebro— dijo tomando su teléfono y dejándolo de nuevo en el brazo del sofá—. Ahora que ya comimos, me diste el sí y nos enteramos de noticias... ¿Qué tal un par de rondas más?
Chifuyu negó con su cabeza. Keisuke no tenía remedio alguno.
Fin
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.