CAPÍTULO 11 - Sin control, parte 1

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— ¿Qué? ¿Qué está pasando allí abajo, Smith?

Mi garganta estaba seca. No sabía si iba a lograr tolerar este momento, y aquello lo empeoró.

— Paul. Esto es en serio un problema —dije.

— ¡Maldita sea, Smith! ¿Qué carajos pasa allí?

— Las puertas están cerradas.

Al parecer Paul no lograba creerlo, no escuché su voz hasta unos segundos.

— ¡Sal de ahí! ¡Van hacia allá!

Miré a ambos lados, era imposible salir. Este era un momento perfecto para lanzarme al piso a llorar.


Lástima que odio llorar.


Las luces continuaban apagadas. La copia que hacía desde la USB apenas había ascendido a ochenta y cuatro por ciento, por lo que decidí esconderme.


— Smith, ¿qué haces? ¿ya has salido?


— Paul, necesito que hagas silencio por unos minutos, ¿sí?

Me apoyé de un terminal y empujé mi cuerpo hacia arriba, quedé acostada boca arriba, justo al frente del techo.


Era muy estrecho, y se escuchaba mi respiración desesperada.


Cálmate, Gwen.


Esperé justo cuando escuché la puerta desactivarse y abrirse. Escuchaba unos pasos, era el sonido característico de unos tacones.

Además una fragancia conocida inundó mi nariz. Era aquella señora, la misma de la entrada al museo.

— Pudiste haber sido más inteligente, Melissa Patrick, si es así como le llaman.

Creí por un instante que me había visto, pero hablaba sola.

— Recomiendo que salgas de aquí, en menos de cinco minutos los conductos lanzarán gas cloroformo, y no querrás caer dormida y que te encontremos.


Tragué saliva.


— Veamos, ¿qué tenemos aquí? USB, extrayendo información confidencial, interesante.

Tenía que pensar en algo.

— Melissa, ¿así que procuras ser un virus? Sal de donde estés.


Mis impulsos de saltar de allí me vencieron y caí sobre ella.

— ¡Aquí estoy! —Mis puños golpearon su rostro.

— Suéltame.

Me levantó con la fuerza de un oso y me hizo chocar contra un terminal.

Me ahorcaba, y sentía como mis pulmones luchaban.


El conducto lanzó el gas, la sala se llenaba de cloroformo.

— Púdrete en el infierno, Melissa —dijo.

Salió a la velocidad de la luz mientras yo intentaba recobrarme.

No había aire en mis pulmones, tampoco había aire para respirar. Tomé la bufanda y la coloqué en mi rostro ocultándolo.

Miré hacia arriba y vi una ventana de vidrio. Halé la USB de la portatil y tomé mi zapato derecho. Lo lancé hasta la pieza de vidrio y rompió.


De inmediato subí a un terminal y alcancé una salida.

Caí al otro lado de la sala. Por fin mis pulmones recibían aire puro. Nunca había estado tan cerca de la muerte.


Tomé el Walkie Talkie:

— Paul, lo tengo —dije sin ningún tipo de fuerzas.

— El museo explotará en treinta segundos, será mejor que salgas de allí.

— ¿Qué dices? ¿Esa era tu señal? No podrás salir, estás en el treceavo piso, es imposible.

— Recuerda que soy el que tiene experiencia, nos veremos en la salida, Smith.


Tomé el zapato y lo coloqué en mi pie. Comencé a correr. Todos en el museo se veían preocupados. En mi mente no lograba entender por qué toda esta gente tenía que morir.

Alcancé la salida y antes de contar hasta uno, el edificio cayó a pedazos.

Salí volando por los aires hasta caer sobre la hierba que había en la calle.


— ¿Necesitas ayuda? —Miré hacia arriba y vi a Paul.

— Necesito una espalda nueva.



Paul me llevaba de nuevo a la CIA. Estaba en el auto.

— Paul, hay algo que no entiendo...

— Es imposible que entiendas algo aquí, bienvenida a la CIA.

— ¿Por qué murió gente inocente?

— ¿Qué estás diciendo?

— Paul, toda esa gente, murió. Que importa que haya sido culpable o no, eran seres humanos, y ahora han muerto. ¿Que acaso no se valora la vida? Además ¿era necesario volar el edificio?

— ¿Sabes una cosa? No necesito que hables. Ya casi echas la misión a perder. Así que sería mejor si haces silencio.

Giré la mirada a la ventana— ¿Sabes qué? —Dije— no necesi...

De inmediato vi en el retrovisor algo conocido: el Porshe negro que había visto a la mañana, y esta vez nos perseguía de nuevo.

— Paul...

— No quiero escucharte, ¿de acuerdo?

— Paul. Los hombres del coche negro, están aquí, nos persiguen.

— No me dirijas la palabra. Puede ser cualquier otra persona.


Justo cuando terminé de escucharle una banda de disparos llenó el vehículo. Bajé la cabeza a la par con Paul, que perdió el control.

— ¡Smith! —Fue lo último que escuché.

DoppelgängerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora