Doppelgänger

CAPÍTULO 9 - Alternativas

— Paul, esto no es un juego, necesito que me digas el estúpido nombre.

— Gwen, eres una espía ahora, todo es un juego —sentía como reía del otro lado del Walkie Talkie.

Me apresuré lentamente hasta el cubículo donde se encontraba una señora de informaciones.

— Bienvenida a las instalaciones de nuestro museo. ¿Qué desea? —El tono arrogante era notable hasta en la ropa que llevaba puesta.

— Gracias. tengo una cita, mejor dicho, un tour.

— ¿Puede decirme su nombre? —tomó una tabla en la mano y comenzó a echarle el ojo.

—¿Mi nombre? ¿Acaso usted no sabe mi nombre? —había hecho lo primero que me llegó a la cabeza, y luego creí que no era mala idea.

— Disculpe, chica, necesita bajar la voz —su tono había cambiado esta vez.

— De acuerdo, lo siento. Pero aún no puedo creer que no sabe cuál es mi nombre. He aparecido en cientos de documentales, entrevistas, programas, y —lancé un suspiro— ¿sabe qué? Olvide eso. Este museo es de cuarta, deberían de haber puesto una estatua a mi nombre.

— Señorita, disculpe. No fue culpa del museo, todo recae en mí. No le conocía.

— Sólo debes saber que soy arqueóloga, cariño —eché mi bufanda hacia atrás.

En realidad todo estaba funcionando hasta ahora. Nunca había practicado semejante actuación, aunque con un poco menos de actitud lo echaría a perder.

— Melissa Patrick, ¿cierto?

— Señorita Patrick, para usted —me quité los guantes.

Un señor se acercaba hacia nosotras.

— Melissa Patrick, le presento a Seth, es uno de nuestros guías en el museo. Agradecemos que confíe en nosotros.

Seth había acercado su mano en forma de saludo.

— ¿Puede comenzar la guía? —Dije. Ni siquiera le correspondí al saludo.

— Camine detrás mío, señorita.

Mientras caminábamos estudiaba en mi mente todo lo que debía hacer: entrar en la sala de informaciones era mi próximo paso. ¿Qué puedo hacer?

Mientras abría una puerta se me había ocurrido otra idea.

— Señor Seth, me... me siento mareada —eché hacia atrás para exagerarlo un poco más.

Se acercó a mí a la velocidad de la luz.

— ¿Le ocurre algo, señorita?