CAPÍTULO 8 - Arreglártelas, Smith.

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        Luego de dormir me levanté y fui hacia la cocina, tuve tantas pesadillas con sólo estar viviendo una. 

        Me ahogué entre mis recuerdos. 

        Habían pasado sólo algunas semanas luego de volver a ver a Ethan, y ahora la ironía me ha llevado de nuevo a perderle. Era difícil no sentirlo, era difícil ver que estoy sola en todo esto. 

        Lo peor de todo el caso es saber que hay alguien como tú, con tu misma apariencia, haciendo maldades a tu nombre, algo que odiaba.

        Preparé cereales y me senté en la mesa, estaba desayunando sin ganas, y me culpo, estos cambios tan repentinos causan depresión. Al cabo de unos segundos el móvil que Paul me había dado comenzó a sonar.

        - ¿Diga? - pregunté.

        - Gwen...

        - ¿Paul? ¿Qué ocurre?

        - Te necesitamos en la CIA. En treinta minutos, rápido.

        - Pero si no he...

        - He dicho ahora. Basta de discutir. - terminó diciendo.

        Colgué y fui rápido al lavabo y me limpié toda la cara, arreglé mi pelo de un salto y bajé hasta el nivel de la calle.

        - Genial. No tengo auto. - susurré.

        Marqué a Paul.

        - ¿Por qué insistes en dirigirme la palabra? - su tono aumentó.

        - Paul. Lo he olvidado. No tengo coche.

        - Bien, escúchame. Camina hasta tres esquinas, verás un auto rojo, es el único en ese lugar, las llaves están debajo de la goma derecha delantera. No vuelvas a llamar.

        - Vale.

        Fui rápido hasta cruzar tres esquinas, justo como Paul había dicho. Llegué hasta un parqueo y efectívamente el coche estaba ahí, lo que no sabía es que era un Chevrolet Camaro. Me había emocionado por aquel coche hermoso.

        Busqué debajo, y vi la llave, abrí el coche y lo encendí.

        Manejaba hasta la CIA cuando me había dado cuenta que un coche negro se había saltado una señal de semáforo. Me parecía sospechoso que lo estuviera observando desde hace sesenta metros atrás. Para confirmarlo, doblé fuerte hacia la derecha, y evidentemente, estaba siendo perseguida. 

        Continué dando la vuelta e hizo lo mismo. Así que decidí ir hasta un tráfico grande y me salté un semáforo, lo que hizo que se detuviera, me había salvado a pelo.

        Llegué a la oficina y me había dado cuenta que mis pies pisaron aquel lugar una hora después, estaba en problemas.

        - ¿Una hora después? - Paul llevaba un capuccino en la mano.

        - Ha pasado algo...

        - ¿Se te ha dañado el secador de pelo? ¿Tu falda se ha roto? - bebió un sorbo.

        - Nada de eso... - dije.

        - ¿Problemas hormonales?

        - Me han perseguido. - tragué saliva.

        - Llamaré a Alana.

       Paul me llevó hasta Alana y ella me había sentado en una de sus sillas cómodas, de esas que usan para torturar a la gente. Todavía no entendía porqué todo el revuelo, me habían perseguido, me he salvado, he llegado normal, ¿no pasó?

        - Bien, Gwen. Necesito que me digas cómo son los tipos que te perseguían.

        - No lo sé, no les he visto el rostro.

        - ¿Qué color tenía el auto? - tosió.

        - Negro, parecía un Porshe. Sí. Creo que era un Porshe.

        - ¿Has visto algo más?

        - No. - me levanté. - Me estaban persiguiendo, ¿cree que tengo tiempo para saber quiénes eran?

        - Eso no importa ahora, Paul está fuera de este cuarto. Cuando salgas te dirá las estadísticas de su misión, buena suerte.

        - Bien. - salí y Paul me esperaba. 

        - ¿Has actuado en público? - preguntó.

        - Bueno, ¿se vale en el jardín de niños?

        - Quizás, vámonos.

        Él y yo caminamos hasta la salida. Mientras llegábamos a su coche me preguntó:

        - ¿Has sido arqueóloga?

        - ¿Me tomas el pelo? Sólo sé algunas cosas de medicina.

        - Muy mal...

        Fruncí el ceño. Aún no sabía a qué venía todo esto. Paul me llevó hasta un museo y se detuvo. Sabía desde aquel momento que tenia que ver con actuar como alguien, y así fue:

        - Aquí estamos, Smith.

        - ¿Qué se supone que haré?

        - Que haremos - corrigió. - Entraremos a ese museo, tú serás Melissa Patrick, una arqueóloga empedernida, debes de agradarle al servicio. Entrarás a la sala de informaciones, buscarás datos sobre el durmiente.

        - ¿El durmiente? ¿Es una película?

        - Es información de alto nivel. Cuando te tomes esto en serio, sabrás a lo que me refiero. - puso los ojos en blanco, me tenía por menos. 

        Quizás algo que odiaba de él era su temperamento obstinado.

        - Continúo. Entras a la sala de informaciones, buscas lo que te he dicho. Estaré en el piso número trece, me enviarás las estadísticas desde esto - hizo que sostuviera un móvil tipo Walkie Talkie. - Cuando reciba tu señal, extraeré un dispositivo desde el servidor principal, de inmediato tendrás que salir del museo.

        - ¿Cuál es la señal para salir? - pregunté.

        - La sabrás si estás atenta, Smith.

        

       Entramos a la sala principal, había un montón de personas. Desde aquel momento comencé a sentir una sensación de nervios. Nunca lo había sentido, y era raro, todo esto de jugar a la espía no era lo mío, y menos estar actuando de otra persona, hasta pensar en que tengo un nombre de tapadera.

        Y se me había olvidado, creo que Paul me advirtió que sea más atenta, y ya se había ido, no tenía el nombre en la mente, esto no podría ser peor.

        Busqué entre mis recuerdos recientes: Me... El nombre comenzaba con "Me", estaba de acuerdo con eso, pero no lograba encontrar más que sólo "Me", hice lo que menos quería en este momento.

        Pero tuve que...

        - ¿Ya has entrado tan rápido a la sala de informaciones? Me sorprendes, Smith.

        - Paul, se me ha olvidado el nombre de mi tapadera. - susurré desde el Walkie Talkie.

        Y así ocurrió, nunca pensé que no se lo tomaría en serio. Comenzó a reír. En el momento menos esperado, Paul comenzó a reír sin más.

        - En realidad, sí me sorprendes, Smith.

        - Necesito tu ayuda.

        - Arréglatelas, Smith.

        Me sentí indefensa. Ahora era hora de trabajar como una verdadera espía de la CIA, arreglándoselas.

        Y esta tortura mental nunca terminaba.

DoppelgängerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora