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POV Verónica

No sé lo que me pasa.

Parece que no puedo pasar más de cinco minutos sin pensar en Ana, o más específico en los ojos de Ana, o la sonrisa de Ana o la risa de Ana, o en las manos de Ana.

Joder pueden entender mi dilema.

Odio admitirlo, pero después de diez años de matrimonio y casi quince años en una sola relación, puedo asegurar que anoche fue la noche más romántica de mi vida.

Después de terminar nuestra comida, nos encontramos hablando fácilmente de todo, la plática fluyo tan bien que en cuestión de minutos pudimos hablar abiertamente de cualquier tema.

Hablamos sobre el océano, el cielo, la belleza, su carrera, su música, el amor, mi sueño de ser maestra, nuestra infancia, nuestras familias, nuestras esperanzas y nuestros sueños para nuestro futuro, y cómo todo eso solo sería posible si de alguna manera logramos salir de esta maldita isla.

Nunca antes había podido hablar con alguien de esta forma, Adolfo y yo nunca tuvimos una conversación más allá de una sobremesa que no excediera de 10 minutos y básicamente solo hablábamos de lo que él considerará de su interés.

No puedo creer lo fácil que fue para mí hablar con ella. Era como si... Ana quisiera oir lo que yo tuviera que decir, me escucho y sobre todo sentí que le importe y ella estuvo muy dispuesta a abrirse conmigo también.

Cuando terminó la noche, sentí que la había conocido de toda mi vida.

Ana Gabriel claramente no es la típica estrella egocéntrica, de hecho la mayor parte de la conversación la pasé hablando de mí y de lo que quería hacer con mi vida, Anita nunca se jacto de su éxito ni de vivir en una mansión, sus viajes.

Ella fue tan real y tan genuina que por primera vez en mucho tiempo me sentí verdaderamente conectada con alguien.

Si conectada, no es algo fácil de explicar, es más bien algo que se siente.

Lo cual me lleva al mismo punto de siempre, o más bien una pregunta.

Es realmente posible enamorarse de alguien después de que solo haberle conocido por un par de días.

Seré muy honesta, ha pasado mucho tiempo desde que sentí ese amor profundo e intenso por alguien.

Por supuesto amé a Adolfo así alguna vez. Tal vez cuando éramos jóvenes y estábamos enamorados, pero a lo largo de los años ese amor cambió.

Se volvió... cómodo, monótono y hasta aburrido.

Él era mi esposo y yo era su esposa, lo amaba por esa razón, porque eso era lo que debía ser, pero él no me hacía sentir especial, no era amor lo que me hacia sentir porque aunque alguna vez hubo respeto jamás hubo admiración, no fue amor lo que me hizo sentir porque en muchas ocasiones él me hacía sentir como un objeto que le pertenecía y no una persona con la cual había decidido compartir su vida.

Durante mucho tiempo me dolió el corazón, después de lo que me hizo estaba convencida de que no podía ser amada, de que había sido mi culpa, estaba segura de que fui yo quien había hecho algo mal y no merecía su amor.

No fue hasta anoche que Ana me hizo darme cuenta de lo equivocada que estaba, ella me dijo que yo más que nadie merecía ser amada y que nadie podía quitarme ese privilegio y que Adolfo era un completo idiota por haberme dejado ir.

Después de que Ana se entero de  todo lo que Adolfo me hizo amenazó con matarlo, lo que por supuesto me hizo reír, me dijo que si alguna vez ella tenía la suerte de encontrar a una mujer como yo, haría todo lo posible y hasta lo imposible para asegurarse de que supiera cuánto era amada y demostrárselo todos los días, me dijo que la agarraría con ambas manos y nunca la soltaría.

Con Ella....Siempre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora