Capítulo 3

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Nuestro guapo pervertido.

¡Splash!

-¿Qué significa esto?

Effetri, que se había quedado dormida, abrió los ojos y miró a su alrededor. El taller donde vivía ahora era un edificio de dos plantas. La primera planta se utilizaba como espacio de trabajo y puesto de venta, y la segunda como vivienda.

Naturalmente, no había razón para escuchar un ruido fuerte, así que salió de la cama con una cara muy nerviosa. Effetri tenía en la mano un largo palo de madera con el que dormía de pie junto a la cama por si acaso.

Tragó en seco.

Le ardía la boca por la tensión. Se dirigió hacia abajo, agarrando con cuidado el palo. Las piernas le temblaban a cada paso que daba con cuidado por las escaleras.

-¿Qué pasaría si alguien entró?

Nunca había experimentado eso. Si supiera que eso iba a pasar, ¡habría gastado más dinero en seguridad!

Bajó al primer piso con una expresión en la cara como si estuviera a punto de derrumbarse. Las luces estaban apagadas, así que no podía ver nada.

«¿Puedo encender la luz? ¿No sería mejor decirle que se fuera ya que no le he visto la cara?»

Después de pensar en cincuenta cosas, levantó la cabeza con una expresión decidida mientras apretaba el palo de madera.

-Bueno, ¿quién está ahí?

-...

-Ee, contéstame. No sé quién eres. ¡Oh!

Gritó con curiosidad, pero había un temblor en su voz. Parecía el llanto de una oveja.

-¡SAL DE MI CASA! O GRITARÉ...

De repente, una mano se posó en su hombro. Sintiendo que el corazón le latía, levantó el bastón y comenzó a blandirlo como loca.

-¡Apártate de mi camino! ¡Vete! ¡Argh!, ¡Vamos!

Gritaba y lloraba con fuerza. Mientras tanto, el palo de madera en su mano no se caía.

-Oye, duele cuando lo balanceas.

Una dulce voz detuvo su palo oscilante.

«No, no te dejes engañar por su voz».

Sin embargo, tan pronto como se reveló a la luz de la luna vio a un joven, respiró entrecortadamente.

-Loco...

El bastón en su mano cayó impotente al suelo junto con más malas palabras que salían de su boca. El silencio llegó con un fuerte ruido. Los ojos azules bajaron lentamente de la cara del hombre como si se dieran cuenta de algo extraño.

«Esto debe ser un sueño. Si eso no es... ¿Cómo puedo explicarlo?»

-¿Estás bien? No tienes buen aspecto.

«No hables de forma tan dulce. Estás loco».

El hombre desnudo se preocupó por ella con ojos inocentes.

Parecía un pervertido en su casa.

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«¿Qué está pasando?»

Por mucho que pensara en ello, no podía averiguar qué había pasado. Pero una cosa era cierta. Esa cara perfecta le era familiar. Ni siquiera era una cara que haya visto en el imperio.

Miénteme pinochoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora