Capítulo 1

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El arrebol del atardecer citadino se hace presente en lo que parece ser la agonía de un día como cualquier otro. Los autos transitan a través de la avenida principal, para luego detenerse ante la luz roja del semáforo, comenzando a pitar tras cerca de un minuto, impacientes por llegar a casa después de un arduo día de trabajo.

Una limusina de color negro se encuentra en el quinto puesto de la fila de vehículos del lado de la acera. El chófer de la misma, un hombre corpulento que porta gafas oscuras, mira su reloj mientras una fumarola se eleva desde la parte trasera del auto.

-Debiste sacar el helicóptero hoy en la mañana, esos imbéciles parecen estar ciegos, la luz cambió a verde hace ya casi un minuto y no se mueven -asevera una áspera voz masculina al tiempo que lanza el cigarrillo por la ventanilla trasera del vehículo.

Tras aquel comentario, el tránsito al fin avanza, pero la limusina se ve obligada a detenerse de nuevo. Un joven que en apariencia no supera la mayoría de edad, aparece portando consigo un palo que de un lado cuenta con un rodillo y del otro una especie de jalador, que utiliza con gran habilidad para limpiar en cuestión de segundos el parabrisas del auto de lujo pese a la negativa de sus tripulantes.

El chico se acerca al conductor esperando el pago por su servicio. Justo cuando el chófer se dispone a avanzar ignorando al muchacho, el hombre que viaja en la parte trasera lo obliga a detenerse quedando ahora en primer sitio ante la luz roja. De inmediato, el robusto individuo hace una señal con la cabeza indicando al joven para que se aproxime a la ventanilla trasera. Esta se abre apenas permitiendo al misterioso sujeto sacar el brazo con el que extiende un fajo de billetes y una nota para entregarla en manos del joven.

-Pero, esto es mucho dinero, señor -alega el chico, incrédulo y sin apartarse de un costado del auto.

-Sin peros, niño. Yo sé lo que hago.

Al decir aquellas palabras, la luz cambia a verde y los autos empiezan a pitar, cuestión que alerta al chico que de inmediato corre hacia la banqueta sin apartarle la mirada a la limusina que en ese instante avanza y cruza la avenida, permitiendo el flujo del tránsito.

El chico guarda el fajo de billetes en su cangurera, toma la cubeta de jabonadura que se encuentra junto a la parada de autobús y corre alejándose del crucero.

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Esa misma noche, un grupo de tres hombres se reúnen a las afueras de un bar de mala muerte, en donde ya se encuentra estacionada la limusina que por la tarde detuvo el tráfico en uno de los cruceros más importantes de la ciudad. Juntos ingresan al lugar y toman una de las mesas más apartadas, para después chasquear los dedos al mesero quien de inmediato les toma la orden.

-Se las voy a soltar sin rodeos, este es uno de los negocios más lucrativos que he logrado concretar, y espero su colaboración -afirma el hombre quien parece ser el jefe.

-Sabemos que tienes muy buena visión de negocios, pero en lo personal, jamás pensé que buscarías traficar con nuevos talentos para CLAN -responde otro sujeto un tanto más joven quien tiene una cicatriz arriba del ojo izquierdo.

CLAN, por sus siglas, Consejo Luchistico de Asociados Nacionales, es la empresa de lucha libre para la cual trabaja aquel hombre, en dónde funge como director creativo.

-Si supieras lo que tengo planeado para ti, mi querido Tony -dice el primero dándole una palmada en la espalda para después lanzar una carcajada.

El empleado del bar llega junto al grupo de hombres, deja las copas de vino y whisky sobre al mesa para de inmediato retirarse tras sentir la pesada mirada de un par de ellos.

Irascible ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora