Capítulo 2

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-¿Me podría comunicar con el señor De la Vega?

La juez escucha la respuesta al otro lado de la línea y espera algunos instantes.

-¿Habla el señor De la Vega? -pregunta al escuchar a su interlocutor -Me comunico de la delegación, tenemos detenido a un joven que responde al nombre de Diego Nahuel, se le acusa de robo y en sus pertenencias encontramos una nota con su número de contacto ¿Es familiar suyo o tiene alguna relación de amistad con él?

Diego observa con inquietud mientras la mujer habla por teléfono, este no logra escuchar las respuestas de la otra persona, cuestión que le genera aún más nerviosismo.

-De acuerdo, señor. Entonces aquí lo esperamos, el chico se encuentra bajo custodia -dice la mujer para así finalizar la llamada.

Los minutos corren mientras el joven observa el lugar con más preguntas que respuestas. Desconoce qué es lo que se le espera, justo ahora preferiría estar en las calles pese a que un torrencial azota la ciudad en esos momentos.

A las afueras de la delegación la elegante limusina se estaciona y el chófer baja corriendo a abrir la puerta trasera. Lo primero que se avista es la sombrilla que se abre al momento que su portador pone un pie fuera del vehículo. El sujeto, un hombre de gran estatura quien viene ataviado con una larga gabardina y un sombrero que data de casi tres cuartos de siglo, camina con cautela pero dando largos pasos dejando así atrás a su mozo sin importarle que este no tenga nada con que cubrirse de la lluvia.

-¿Qué? ¿Tienes miedo a que te dé un resfriado? -pregunta con ironía al notar que este se apresura a atajarse bajo la marquesina contigua al recinto policial tras cerrar la puerta del auto. Emir, aquel hombre robusto, no responde a su patrón y se limita a cuidar la retaguardia del mismo mientras ambos ingresan al lugar.

Diego, por su parte, observa desde una esquina donde se encuentra vigilado por uno de los oficiales, quedando en shock al ver entrar a dos hombres que creé haber visto antes. Uno de ellos dialoga con la juez mientras el otro aguarda a algunos metros de distancia. Solo basta un par de minutos y un estrechar de manos para que la juez le haga una señal al oficial de guardia para que le quite las esposas al chico. Este obedece, mientras tanto el tipo de la gabardina se aproxima.

-¿Quién es usted?

-Vamos, muchacho. He venido por ti, ¿No me recuerdas?

-Se me hace conocido, pero no sé de dónde.

-Siento haberte metido en problemas por la jugosa propina que te otorgué... Pero venga, ya resolví el malentendido, la juez te otorgó la libertad.

-¿En verdad? ¡Le agradezco! -exclama y se pone de pie recordando el suceso de la tarde anterior.

-No agradezcas, muchacho, es lo menos que podía hacer.

Entre tanto uno de los oficiales hace entrega de la cangurera a Diego quien la recibe aún sin comprender cómo aquel hombre solucionó el problema en solo unos minutos.

-Tome, le devuelvo el dinero. De verdad, no puedo aceptar una cantidad como esta solo por limpiar un parabrisas -Pone el fajo de billetes en manos de aquel sujeto.

-Está bien, veo que eres un chico al que le gusta ganarse la vida a base de esfuerzo, no eres de esos que quieren todo fácil, eso me agrada... -Observa detenidamente al joven -¿Qué dices si vamos a comer a un restaurante que está a unos minutos de aquí? ¿Aceptas eso como pago por tu servicio?

-Solo porque en verdad tengo mucha hambre -responde mientras toca su abdomen, sintiendo como su estómago cruje tras casi veinticuatro horas sin probar bocado.

Irascible ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora