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KATSUKI

Izuku se siente atraído hacia el rubio que duerme en el sofá, viendo a detalle la rebelde cabellera rubia ceniza, los labios color melocotón y largas pestañas rubias

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Izuku se siente atraído hacia el rubio que duerme en el sofá, viendo a detalle la rebelde cabellera rubia ceniza, los labios color melocotón y largas pestañas rubias.

El chico que duerme tan cómodamente se ve como un muñeco, un ser de otro mundo por lo irreal de su belleza.

Izuku cree que no hay nadie que pueda competir con la belleza del chico al que ve en todos lados y que al mismo tiempo no conoce.

A momentos tiene cortos recuerdos donde un niño parecido al rubio juega con otro niño de cabello verde. El recuerdo no le dura mucho porque cuando intenta recordar más, su cabeza comienza a doler y las lágrimas fluyen sin cuidado.

Su mente es un lugar oscuro lleno de agua, en donde la única fuente de luz es un espejo que refleja un campo de flores.

Tener un lugar así de lindo es gratificante y doloroso de ver, porque no importa que tanto intente entrar ahí, nunca lo consigue.

Siempre se ahoga y nadie lo ayuda.

Al ser consciente de eso, sus brazos pican de manera dolorosa, provocando que se los rasque hasta dejar rojizas marcas, rasgando su piel al punto de sentir algo húmedo y caliente.

Deja de rascarse al ver el rojo manchar su bata blanca, desvía la mirada y camina de un lado al otro, castigándose mentalmente por haberse lastimado de nuevo.

Intenta hablar pero no puede, siente como si alguien le tapara la boca cada que intenta decir algo, y rara vez puede liberarse de ese agarre.

Suspira cansado y se pega a la pared, sentándose para abrazar sus piernas y tratar de dormir.

Pero no importa que tanto lo intente, siempre que cierra los ojos puede ver a ese angelical rubio entre sus brazos, con sangre cubriendo la mitad de su cuerpo y una sonrisa que no comprende.

Al no poder soportar la escena siempre termina quedándose despierto, bloqueando cualquier recuerdo que implique al rubio.

Porque no importa que tan lindo sea este, al final, la imagen de este bañado en sangre y sonriendo siempre llega de golpe y desencadena recuerdos dolorosos que lo llevan al borde del colapso.

Hay tanto ahí dentro, en lo más profundo de su ser, pero no quiere ver.

Porque no importa que tan atrás en el tiempo vaya, ese chico de ojos rubíes está presente.

Siempre está ahí, a su lado, en las buenas y las malas.

— Tengo mis ojos sobre ti, Katsuki... — su voz sale apenas en un susurro, dejando que se pierdan en el aire y así no regresen.

Se siente bien decir ese nombre, poder pronunciarlo mientras esté no lo ve o escucha. Se siente bien hablarle cuando no tiene su mirada encima suyo, como si buscará ver a través de sus ojos.

Es bueno poder pronunciarlo y así sentirse más libre, porque hay momentos en que lo único que invade su mente es ese nombre.

<< — Kacchan, Kacchan, respondeme... Por favor, Katsuki, aún no puedes dejarme, no me des esa mirada vacía... >>

Su cuerpo tiembla en automático cuando esas palabras resuenan en sus oídos, con la vaga imagen de la mirada vacía y sin brillo del rubio.

Quizás por eso se siente nervioso al verlo, quizás por eso evita su mirar.

Quizás es el miedo de que este nuevamente lo mire fijamente sin mostrar señales de vida.

Tiene miedo de volver a perder algo que nunca fue suyo.

Tiene miedo de volver a perder algo que nunca fue suyo

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Izuku traumadito vení que te abrazo.

Ya sean felices porfa.

YES TO HEAVENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora