Capítulo 1.- El primer día.

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La claridad de la mañana empezaba a entrar por la ventana de la pequeña habitación de Evangeline Abbot. La humedad de Birmingham entraba por las ventanas, produciendo una fina capa de vaho que se veía interrumpido por las diminutas gotas de agua producida por la condensación del agua. La joven pelinegra no quería salir de la cama. Pero sabía que en breves, sus padres se levantarían y tendría que ayudarlos. Además debía de seguir con su rutina para buscar un trabajo que les permitiera pagar los medicamentos que necesitaba su progenitor.

Esos pensamientos fueron interrumpidos por gotas de agua que caían sobre su cara. Suspiró con pesar. Tendría que poner un tablón de madera hasta que aquella humedad se secara un poco, pero Birmingham era húmeda y apenas dejaba de llover un día para darle tregua.

Se levantó de la cama, poniéndose enseguida un jersey que intentara proteger sus huesos de aquel frío. Decidió dejarlo para otro momento, quizás antes de salir de su casa en busca de trabajo. De momento solo apartó la cama y salió de su dormitorio para dirigirse al de sus padres.

-Buenos días, madre.

-Buenos días, Ev. ¿Cómo has dormido?

-Bien. ¿Y vosotros?- aquella era la mentira que soltaba todas las mañanas, pero era necesaria para no preocupar a sus padres, aunque hacía meses que no dormía todo lo bien que debería.

-Tu padre lleva tosiendo toda la noche. Ahora que ha parado se ha quedado dormido.- dijo la mujer mientras salían de la habitación. Era el único lugar cálido de la casa, pues lo que conseguían de madera lo usaban para calentar el lugar y que su padre no cayera más enfermo de lo que ya estaba.

Evangeline suspiró, cansada y resignada. Hasta que no encontrara un trabajo estable no podría conseguir algo de dinero que pagaría las medicinas necesarias para que su padre se pusiera mejor. Y aunque su madre y ella trabajaban esporádicamente, para pagar la casa y la comida, sus trabajos estaban muy mal pagados. No le gustaba admitirlo, pero el mundo laboral de los hombres era mejor en cuanto a salario se refería.

Ella había estado trabajando como secretaria durante un tiempo para Ewan Smith, un hombre de influencia en Birmingham, dedicado al tráfico de algo que ella nunca supo. Pero era buena en lo suyo. No solo en organizar la agenda de su jefe o en sus papeles, sino también en ver cualquier grieta legal que le permitiera a él salirse con la suya o incluso en proteger los documentos de las garras de quien se inmiscuyera en sus asuntos. Sin embargo, cuando él intentó abusar de ella y se opuso firmemente, el señor Smith la despidió sin compasión alguna. Aunque necesitaba el dinero, en el fondo agradeció no tener que soportar ese comportamiento nunca más.

Ambas bajaron hacia el pequeño y angosto salón de la casa, mientras se ponían una taza humeante de té que las calentara, en completo silencio. Ese pequeño remanso de paz fue interrumpido por unos pequeños golpes en la puerta. Su madre fue a ver quién era, escuchando la joven una voz dulce y de niño, que venía probablemente a entregar el periódico. Cuando su progenitora se acercó a ella con un sobre en la mano, lo cogió de inmediato. Probablemente fuera otra carta de su acosador, pero cuando la abrió, una sonrisa se dibujó en su rostro.

La familia Shelby pero sobre todo Thomas Shelby la había escogido como secretaria. No sabía el porqué de entre todas había sido ella, pero eso no importaba. Tenía un trabajo y ahora solo importaba eso y causar una buena impresión. Así que corrió escaleras arriba para arreglarse lo antes posible. La querían allí en aquel mismo momento.

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El humo salía de la boca de Thomas Shelby mientras este miraba el periódico de aquel día. Sus hermanos, John y Arthur, se limitaban a beber una copa del whisky que tenían en la oficina. Los tres esperaban impaciente a la nueva secretaria que llegaría aquella misma mañana.

Ninguno había dado su beneplácito con ella porque no la habían conocido. Ni siquiera se habían dignado a aparecer durante las entrevistas. Había sido la tía Polly la que se había encargado de ello. Y ella les había dado una orden directa aquella mañana. La recibirían ellos y juzgarían si era definitivamente la adecuada.

Thomas Shelby no había estado en condiciones de hacer ningún tipo de entrevista. Desde que Grace había muerto, había sido un fantasma en su propia casa y negocio. Todo le era desconocido, todo era distinto, como un mundo que se había vuelto gris. Lo único que le daba algo de color era Charlie, su hijo. Pero ya empezaba a estar harto de aquella situación, por lo que Polly había decidido por él, que debía volver a su rutina y, sobre todo, al negocio.

Los tres levantaron la cabeza cuando escucharon dos golpes en la puerta. Veían a través del cristal una figura alta que esperaba a que alguno diera la orden de pasar hacia dentro.

-Adelante.- dijo John ante el silencio de Thomas.

La misteriosa figura femenina y los tres pares de ojos se posaron rápidamente en ella. Vestía un sencillo jersey de color crema y unos pantalones de pata ancha marrones de cuadros. Todo ello con un abrigo del mismo color que el pantalón, protegiéndola del frío de Birmigham.

-Buenos días, señores Shelby. Soy Evangeline Abbot, la nueva...

-Secretaría. Sí, ya lo sabemos. Por favor, siéntate.- le espetó Arthur mientras se levantaba y se colocaba a un lado de su hermano, poniéndose John al otro lado del mismo. La joven cerró la puerta y sin agachar la cabeza, se acercó hasta la silla.

-No ha bajado usted la cabeza, señorita Abbot. ¿No le intimidamos?

-No es la primera vez que trabajo con gente como usted, señor Shelby.

-¿Cómo nosotros?

-Sí. Ewan Smith fue mi anterior jefe.- explicó ella, sabiendo que a ellos les sonaría aquel nombre. Y efectivamente, las muecas de los dos hermanos no se hicieron esperar. Sin embargo, el semblante de Thomas era tranquilo, como sopesando la situación y analizándola.

-Sí, todos sabemos quién es Ewan Smith, señorita Abbot. ¿Por qué la echaron de ese trabajo?

Thomas Shelby vio como la joven tragaba saliva fuertemente y supuso que no le contaría nada, pero se equivocaba.

-Intentó abusar de mí. No le dejé y me defendí. Le hice un corte en la mejilla izquierda con un abre cartas. Así que al día siguiente me echó.

Los tres hermanos mantuvieron el silencio. Sabían lo peligroso que eran Smith y sus hombres así que les sorprendió la valentía de la chica a la hora de enfrentarse a él y no dejarse llevar por lo que le hizo. Thomas estaba cada vez más intrigado, pero no era momento de interrogarla. Ya tendría tiempo de observarla.

-Muy bien, señorita Abbot. Fue usted escogida como secretaria. Así que espero que haga bien su trabajo. Puede usted retirarse y adueñarse de la mesa de la entrada. Empieza hoy y ahora.- los ojos de Thomas Shelby se encontraron con los orbes femeninos. Evangeline Abbot era un puzzle. Un entramado peligroso de esos que le gustaban a Thomas Shelby. Así que cuando la chica le sonrió y se marchó hacia donde le había indicado su nuevo jefe, el Shelby se propuso algo. Desentrañar los secretos de su secretaria. 

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