Evangeline no podía estar más impresionada ante la casa en la que a partir de ahora viviría. Todo a su alrededor parecía estar en perfecta sintonía con la familia Shelby que la hospedaba. Junto a ella, John, Thomas y Arthur la ayudaban a cargar cajas con las pertenencias de sus padres y las suyas propias.
Ante la enfermedad de su padre y de su madre, ellos se quedarían en una habitación grande que la tía Polly y Ada habían preparado para ambos. Ella estaría en la parte superior, junto a las escaleras y la habitación de Charlie Shelby. Estaban dejando las últimas cajas en el habitáculo de sus progenitores cuando vieron llegar a la pareja con los ojos llorosos y el agradecimiento dibujado en sus facciones. La tía Polly venía acompañándolos.
-No sabemos cómo agradeceros esto, señor Shelby. Y a toda su familia.
-Es un placer, señora Abbot.- exclamó Polly.- Además, así tendré compañía cuando toda la familia se vaya a... trabajar.
Los tres hombres le sonrieron a la mujer en señal de recibir con alegría su agradecimiento.- ¿Qué les parece si cocino para ustedes hoy?
-Mi flor hace unas cosas en la cocina...- comenzó a hablar débilmente su padre, alardeando de lo bien que cocinaba su mujer. A ella siempre le había gustado verla cocinar. Sobre todo porque veía a su padre mirarla con el absoluto y puro amor que le tenía. Cuando en aquellos tiempos podían comprar productos de mediana calidad, Evangeline comía aquellos maravillosos guisos y platos como un manjar.
Ella los miraba enternecida, porque parecían animarse en aquel lugar. Tanto por lo que había sucedido hacía apenas unas horas como por mejorar el sitio donde iban a dormir. El trágico suceso de que entraran en su hogar iba a conseguir que la salud de sus padres mejorara, sobre todo ante la ausencia de moho y humedad que les cerraban los pulmones o hacía que le dolieran los huesos.
Sintió una mirada en ella y, cuando giró su cabeza, vio a su jefe, Thomas Shelby, mirándola fijamente. No sabría descifrar aquella mirada, aquellos ojos que parecían acecharla como un cazador a su presa. Pero provocó que su piel se erizara y tragara saliva sin pensarlo siquiera.
-Bien, padres. Ya están todas vuestras cajas aquí. ¿Queréis que os ayude a desempacar?
-Oh no cariño. Ya lo hacemos nosotros poco a poco.
-Yo los ayudaré.- dijo la tía Polly, mirando a la secretaria.- Así no tendrás que preocuparte por esto.- la pelinegra le agradeció con un asentimiento de cabeza y una sonrisa.
-Señorita Abbot. Tenemos que hablar. En mi despacho. Ahora.- Thomas salió de aquella habitación con un cigarro en la boca mientras se despedía de sus padres. Evangeline pasó por el lado de la pareja, dándole un beso en la mejilla a cada uno y siguió de cerca a su jefe.
Quedó realmente impresionada con el despacho de Thomas. Aquellos libros... Le fascinaban. Y hacía muchísimo tiempo que no veía nada igual. Le entraron ganas de levantar su mano y pasar la yema de sus dedos por los lomos anticuados de los mismos. En ese momento se transportó lejos de allí y parecía que su mente divagaba en otro rumbo. Sin embargo, el crujido de la silla y el resoplar del moreno la devolvió a la realidad y se sonrojó, sentándose en la silla de enfrente de él.
-¿Por qué te sonrojas, Evangeline?
-Me has cogido desprevenida, Thomas. Me he quedado prendada de los libros.
-Puedes coger alguno siempre y cuando luego lo devuelvas a su sitio.- dijo Thomas expulsando humo de la boca.- Tengo una serie de reglas ahora que vais a vivir aquí, Evangeline.
-Usted dirá.
-Uno, usted vendrá del trabajo a casa como hasta ahora, con alguien de la familia. Si sus padres quieren salir de aquí, tendrán que hacerlo acompañados.- a ella le enterneció que se preocupara por ambos, pero no dijo nada, solo sonrió y asintió.- Dos, usted seguirá trabajando para mí y el dinero que gane irá destinado a la comida de los tres y las medicinas de sus padres. Lo que le sobre, usted podrá manejarlo como quiera. Tres, cuando yo no esté, sus padres cuidarán de Charlie y si quieren ayudar a alguna tarea, son libres de hacerlo, yo avisaré al servicio. Si ellos no pueden y usted no está en el trabajo, cuidará de mi hijo usted. Cuatro...- se detuvo y apoyó los codos en la mesa mirándola fijamente.- Si tiene algún pretendiente...- ella iba a contestar que no lo tenía, pero él no la dejó hablar.- No lo traiga. Lo tiene prohibido. ¿Queda todo claro?

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Loyalty.
Hayran KurguEvangeline Abbot ha conseguido el puesto de secretaria de Thomas Shelby. Su misión es trabajar y conseguir el dinero que tanto ella como su familia necesitan para sobrevivir allí en Birmingham. Sin embargo, una serie de acontecimientos hacen que tod...