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Tan pronto como su despertador sonó, Guillermo se vistió rápidamente para salir del hotel y tomar un taxi. Probablemente Lionel ya estaba en el aeropuerto y esperaba que no se haya ido sin despedirlo.

Le mando un corto mensaje, preguntando donde estaba y su omega rápidamente respondió: "No te preocupes Memo, estoy desayunando algo en el aeropuerto"

Cuando se bajo del taxi, entro casi corriendo y fue en dirección a los puestos de comida, donde encontró a su omega junto a sus padres con muchas maletas. Lionel corrió hacia él y Guillermo lo levantó en sus brazos para abrazarlo y aspirar su aroma por última vez.

—Amor mío —Quejo Guillermo mientras abrazaba al menor muy fuerte.

—Sabía que vendrías —Beso la frente de su novio

—Lo prometí —Tomó sus manos, viendo que Messi usaba el anillo que le había regalado— Por favor Lio. Promete que te esforzarás un chingo para ser el mejor en Barcelona ¿Si?

—Lo haré, Guille. Cuando vengas a España verás de lo que en convertí por vos.

—¿A que hora tienes que irte?

—En 10 minutos ya debería estar cruzando esa puerta —Señaló la puerta llena de policías y seguridad— Yo te espere hasta el último momento, mi vida.

—Te amo mucho, Lionel Messi. Quisiera que seas el omega de mi vida.

—Yo también te amo mucho Guillermo Ochoa. Yo seré tu omega. Estaré contigo por toda la vida.

El castaño atrapó el cuello del alfa con sus brazos y besó por última vez los labios del mexicano. Fue un beso lento porque ambos querían que durara toda la eternidad.

El más afectado era Guillermo, quien no había disimulado y estaba llorando en los brazos de su omega. Lionel trataba de ser fuerte porque si desbordaba una lágrima, probablemente se quedaría con Guillermo.

—Adiós mi amor. Nos veremos pronto.

Se despidió Ochoa con la mano, tratando de secar sus lágrimas. Los padres de Lionel los vieron con tristeza, pues el menor se volteó y lo despidió con una seña de beso.

Después de que los vio pasar por la puerta, sus piernas no pudieron más y cayó al suelo, de rodillas. Su corazón le dolía, su alma rogaba por el argentino.

No iba a despedirse para siempre. Nunca Messi fue un pasatiempo o un omega que planeaba usar. Realmente sentía las palabras que decía y siempre lo tendría en su corazón. Su destinado cruzaba por la puerta para tener un futuro mejor ¿Cómo podía decirle a su alma que su otra mitad estaría a kilómetros de él?

En el camino a su hotel, Guillermo solo veía el cielo pidiendo que la vida de Lionel sea la mejor. Que conociera a muchas personas, que disfrutara su vida y que su carrera estallará.

Lo amaba tanto que no sería egoísta si Lionel se enamoraba de otra persona.

Realmente lo amaba.



Se encontraban tomando el balón de Lautaro mientras caminaba con los chicos en dirección a la cancha de fútbol donde solían jugar. Aún que el ambiente no era malo, todos podían notar que faltaba uno y que alguien estaba al borde de la depresión.

—¿Cuando regresas a Mexico? —De Paul se acercó al alfa decaído. Desde que Lionel se fue a Barcelona, no había sonreído ni un día.

—En dos días. Realmente extrañare Buenos Aires.

—No lo digas con ese tono o me pondré a llorar —Amenazo Julián detrás de él— No dudes en venir de nuevo si queres. Eres un buen amigo, Guille.

Buenos AiresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora