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Las noticias estaban plagadas de las fotos que Guillermo y Lionel estaba compartiendo. Solo fueron unas cuantas que hacían referencia al nacimiento del primer hijo de la familia. Mateo era el primer cachorro de su linaje y posiblemente el heredero de tanto talento.

Cuando su cachorro pudo salir de la incubadora, la prensa se acumuló en el hospital. La policía notificó que habían periodistas que se metían al hospital fingiendo ser enfermero o doctores solo para tomarle una foto al primer hijo de Lionel Messi.

Aún que había mucha seguridad en el lugar, los padres tenían miedo de que algo pasara y no dudaron en hacer turnos para ir al hospital. Juraban que no descansarían hasta llevarse a su hijo a casa. Solo debían tenerlo en sus brazos para estar tranquilos.

Ese día llegó y el afortunado de cargar al bebé completamente sano fue Guillermo. Aún con ojeras en el rostro tomó a su cachorro entre sus brazos por fin. Sus lágrimas se escaparon pero quería recordar ese momento para siempre, así que tomó la foto que llevaría en su celular para siempre.

Al llegar a su casa con su consentido, Lionel no aguantó las lágrimas por ver a su hijo. Le emocionaba que por fin Guillermo y él habían hecho algo. Habían creado a un bello niño. Lo tomó de los brazos de su padre y le dio millones de besos. Soltaba feromonas de alegría y su aroma dulce alegraba a su esposo. Eran una familia completa.

Ese cachorro era el orgullo de ambos y por supuesto tomaron miles de fotos para tenerlas como recuerdo. Algunas también las publicaban en sus redes sociales, pero tapaban el rostro de su niño por su privacidad.

Los amigos de ambos padres no dudaron que planear un día para conocer al recién nacido. Planeaban irse a Mexico y organizar una reunión, pero sus amigos querían ir hasta España. Ellos no se negaron.

En unas horas sus amigos y familia vendrían a su casa para conocer a Mateo. Los padres estaban emocionados y trataron de organizar una buena reunión hogareña. No sería una fiesta o algo parecido, solo una reunión para que conozcan al recién nacido.

El omega se encontraba bañando a su pequeño cachorro en el baño mientras Guille cocinaba algo para los invitados. Sonreía con ternura cuando pasaba su mano por la suave piel de su bebé. Era tan feliz a su lado, lo amaba tanto que no dejaba de emanar su dulce aroma. Era su cachorro y lo quería siempre con él.

Aún que solo habían pasado unas semanas desde que llegó a la vida, tenía mucha ropa que amigos de sus padres le habían regalado. Lionel escogía entre todas las prendas hasta que vio un mono celeste que le encantó. Nunca pensó sentirse tan feliz escogiendo ropa de bebé o, simplemente, cuidando de su bebé. No se consideraba fanático de los bebés, pero con él suyo toda su vida de iluminó más.

—¿Cómo vas Lio?

Besó su mejilla tomándolo de la cintura. Sonrió por ese tacto. Ambos tenían sus ojos puestos en el bebé, siendo vestido con esa ropa que les causaba ternura. Mateo nunca dejó de ser activo y lo demostraba siempre mirando a su alrededor o emitiendo sonidos cuando veía los ojos de sus padres.

—Mateo no ha sentido sueño desde que se despertó en la mañana. No entiendo como este nene sigue con energías.

—Eso es bueno. Podría ser un buen deportista como tú ¿No es cierto Mateo? —Endulzó su voz cuando acercó más su rostro al de su cachorro, besando su mejilla suavemente— ¿Serás un buen futbolista como papi Lio? Estoy seguro que si, mijo. Eres una cosita tan dulce.

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