3:Perfume de flores

6 3 3
                                    

Abrieron la puerta bruscamente pero yo sólo seguía sentada en el suelo mirando sin pestañear los pedazos de vidrio rotos que se encontraban esparcidos por el suelo de la habitación.

─¡Adara! ¡Adara! ─mi abuela me sacudió frenéticamente por los hombros.

Levanté la cabeza y ví a mi hermana en el medio de la habitación mirando a todos lados, mientras mi abuela me miraba preocupada.

─Carajo. ─dijo Stella

─¡No digas malas palabras Stella! ¿Adara, qué pasa? ─mi abuela seguía mirándome con preocupación.

─E-en, la ventana, u-una, persona. No, n-no sé quién es. M-me, me saludó abuela. ─hablé pésimamente por los nervios.

Mi hermana se acercó a la ventana y miró a todos lados mientras mi abuela me miraba a mí tratando de asimilar mi reacción.

─Aquí no hay nada, ni nadie. ─dijo Stella.

─Pero, yo lo ví, e-era, una persona, no se veía bien, era como una sombra, y levantó su mano, me saludó, como si nos conocieramos. Y-yo, no sé que me pasó, tuve una rara sensación, y me quedé en shock, yo, yo, no sabía como reaccionar. ─dije rápidamente, como si fuera un niño pequeño hablando del monstruo del armario.

─Ey, tranquila, relájate, tal vez solo fue un vecino. Recuerda que tenemos muchos vecinos que salen a correr de noche. ─dijo mi hermana mientras se acercaba.

─¿A las dos de la madrugada? ─dije enojada. ─No lo sabía, fíjate.

─Ey, vale, ya, basta, las dos. ─mi abuela volvió a mirarme. ─Adara, tal vez fue un vecino que pasaba por ahí, no precisamente a correr, sabes que aquí todos nos conocen. O a lo mejor es producto de tu cerebro por la falta de sueño. No hay de que alarmarse, pero, digamos que no fue nada de eso. ¿Qué creías que era?

─N-no lo sé. ─dije mirando hacia una esquina de mi habitación.

La verdad, no lo había pensado. Sólo pensé lo peor, o, simplemente no pensé, y reaccioné mal, por miedo, por instinto, porque aunque no lo acepte aún, cualquier cosa o situación provoca el pánico en mí.

─Bien, a dormir todos entonces. Stella a tu habitación. ─ordenó mi abuela y Stella salió. Pude sentir como el pulgar ya un poco arrugado de mi abuela acariciaba mi mano lentamente. ─Todo está bien, no tengas miedo mi niña. No temas, no dejes que el pasado interfiera en el presente.

Las palabras de mi abuela me permitieron respirar en paz, y me levanté del suelo.

─Voy a recoger este desastre, acuéstate. ─ordenó, y asentí, no sin antes decir: gracias.

❀❀❀

Corría a la velocidad de la luz, como una loca escapando de un manicomio mientras sostenía mi mochila para alcanzar el autobús.

Por suerte, logré alcanzarlo a tiempo.

Cuando subí saludé al conductor. Ya lo conocía, incluso habíamos tenido un par de conversaciones. Este autobús escolar era el mismo que pasaba todos los días. Y antes de pasar cerca de mi casa pasaba por la casa de Max y de Emma, lo que significaba que no hacía el viaje sola.

Fui hasta el final del autobús donde se encontraban Emma y Max teniendo una conversación.

El idiota de Max.

─¡Buenos días! ─dije mientras me sentaba en el asiento vacío al lado de Max.

─¡Adara! Ayuda, hazle entender a ésta cabezota...─ dijo Max

No dejes que se marchiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora