01

37 4 0
                                    

Era una noche nublada, probablemente llovería. Por suerte había traído el paraguas que tanto insistió en comprar Yon. 

El bar estaba tranquilo, debido al clima no muchos se arriesgaban a resfriarse por irse a tomar unos tragos. Y era Jueves. Chan trabajaba ahí, así que no tenía opción. Su turno terminaba dentro de poco. Esperaba no tener que lidiar con más clientes ebrios-molestos. 

Realmente él no debía estar ahí, pero su compañero Jisung le pidió de favor que lo cubriera porque tenía asuntos de alta importancia que atender. Mas le valía a Changbin haber organizado algo lindo, porque si no...

—¿Chan?—dijo Jisung, del otro lado de la línea. 

—¿Jisung?

—¡Ah! Chan, solo quería agradecerte el favor. Te debo una. Fue grandioso.

—Entonces, ¿puedo asumir que dijiste que sí?—preguntó, aunque la respuesta era bastante obvia. 

—¡Claro que lo hice! Fue tan lindo. Visítanos pronto y te enseñaré las fotos—prometió.

—Seguro. Le diré a Yon que vayamos el fin de semana. 

—Genial, nos vemos entonces.

Terminó la llamada y volvió al lugar donde atendía. Pudo observar a un chico de estatura mediana entrando al lugar. Era castaño, caminaba un poco inseguro y traía ¿un suéter de lana? ¿A un bar?

Otro universitario más que no sabía que hacer con su vida y ahogaba su desesperación en alcohol. 

—Disculpe...

—¿Qué sucede?

—¿Jisung está aquí?—preguntó.

—No—respondió Chan, un poco desconfiado—¿Qué pasa con él?

—Oh, es que me dijo que aún no ponían el anuncio pero podía presentarme para trabajar aquí. Me gradué de admini...

—¿Sabes preparar tragos? El empleo es para estar en barra.

—Jisung no mencionó eso—murmuró apenado.

—Mira...

—Minho. Soy Minho.

—Chan—se presentó—Mira, Minho, mañana antes del medio día preséntate en la cafetería que está dos cuadras arriba, frente al parque. Lleva esas cosas que traes en el folder, seguro te servirán. Me lo agradeces luego. 

—Claro, claro. Eh, gracias—dijo, y se dió la vuelta.

—Oye, Chan. ¿Dónde compraste tu paraguas?—preguntó su compañero, Jimin—Ya esta lloviendo afuera y quiero uno tan bonito como el tuyo para la próxima vez.

—Yon lo compró, deberías preguntarle a ella—respondió, sintiéndose orgulloso de tener una novia tan precavida.

—¡Vale! ¡Nos vemos!

No notó cuando, pero el chico castaño, Minho, se había acercado a una de las ventanas y veía como llovía a cantaros. 

—¿No tienes paraguas?—le preguntó.

—No. Me acabo de mudar, aún faltan cosas. Supongo que compraré uno si veo una tienda abierta—dijo, abriendo su suéter para meter el folder dentro y así cubrirlo para que no se moje.

—Dudo que cerca haya tiendas abiertas con esta lluvia. ¿Vives muy lejos?

—Eh... ¿Información personal? Aunque me has dicho donde conseguir empleo...—se lo pensó un momento más y luego le respondió—Vivo dos cuadras abajo, a la derecha. Edificio con muchas ventanas de cristal. 

Vivía justo en el edifico donde él vivía con Yon. Vaya coincidencia.

—Te puedo acompañar con mi paraguas—ofreció—Vivo cerca.

—¡Oh! ¿En serio? Si, gracias. 

—Espero que tu suéter te cubra un poco más.

—Lo tejí yo, así que espero no decepcionarme de el.

—Jisung tiene uno parecido.

—¡Sí! Les hice suéteres de pareja a él y a su compañero—comentó, sin saber que eso causaría una enorme curiosidad dentro de Chan. 

¿Ese chico conocía tanto a Jisung y a Changbin? 

Pues lo hacía, desde hace unos seis años, pero al vivir con sus padres en otra ciudad no tenían muchas oportunidades de verse y por lo tanto Chan y Minho aún no se habían conocido en las reuniones que la pareja preparaba. Pero ahora las cosas habían cambiado. Minho se mudo a la ciudad buscando independencia y poder por fin vivir tranquilo, sin los regaños de su mamá o su papá llevándose el carro.

El último cliente pagó su cuenta y por fin Chan podía irse. Minho lo esperaba sentado en una de las bancas cerca de la puerta, revisando su teléfono. 

—Ya nos podemos ir—anunció.

—Muchas gracias por ofrecerte a acompañarme.

—A nadie le gusta estar resfriado.

—Cierto. Lo único bueno es que puedes estar en la cama todo el día

—¿Cuántos años tienes?—preguntó el pelinegro, sin aguantar su curiosidad.

—Veinticuatro. ¿Y tú?

—Veintiséis.

—Uhh. ¿Mm, señor?

—No, no, por favor—respondió, riendo—Sigue hablándome de tu. No me siento tan viejo.

—Ni te ves. Creí que eras de mi edad.

—Bueno, gracias. 

Ahí fue cuando Minho puso más atención a Chan. Al principio solo le había dado un vistazo, pero ahora que lo tenía más cerca y que sabía que era mayor, se fijó con detalle.

Chan era un chico con estatura promedio, pero tenía músculos. Se le alcanzaban a marcar unos bíceps mientras sostenía el paraguas. También se dió cuenta que se le forman hoyuelos cuando sonreía. Tenía la mandíbula marcada y unos ojos muy lindos color avellana. Pero si algo le llamó la atención, además de sus músculos, fue que llegó a notar que su mano derecha estaba cubierta por un guante de cuero negro. Cuando lo vió por primera vez creyó que era parte del uniforme, pero ahora sospechaba que era más que eso.

Sin darse cuenta, de repente ya estaban muy cerca de su edificio. Empezó a pensar como despedirse de un extraño que lo había acompañado hasta su casa.

—Muchas gracias. Es un gran gesto. Espero poder devolverte el favor un día de estos.

—No te preocupes, no es nada. 

—Bueno, pero tengo que agradecerte por lo del trabajo.

—Ni siquiera te han aceptado aún.

—Aún, bien dijiste. Lo harán, a diferencia de servir tragos, café y administración es algo que sí se hacer—presumió orgulloso.

—Pues suerte, aunque al parecer no la necesitas.

—Muchas gracias, Chan.

—No fue nada, Minho.

Y así, Minho se dió la vuela y entró al edifico, mientras Chan esperaba afuera a que Minho entrara al elevador para que él entrara también. Tantas coincidencias mantenían curioso a Chan respecto a Minho. Y Minho estaba feliz porque, aunque si le parecía demasiado pronto, creía haber hecho un nuevo amigo. 

Por suerte, Minho le tenía que agradecer algo a Chan, y eso significaba otra oportunidad para verse.

Touch Me.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora